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Crítica:CINE
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Te quiero, me quieres, os quiero

Si alguien tuviera la paciencia de contar las veces que se conjuga el verbo querer en este filme, le sería preciso un montón de cifras para anotar el resultado. Tantas son las ocasiones en que los personajes se declaran su amor, que acaban por aburrir tanto como la película.Si las peores historias europeas, en lo que al cine se refiere, son aquellas que intentan imitar al americano, bien podría invertirse la regia, pues los filmes más superficiales de Estados Unidos son los que intentan parecerse a los de este lado del Atlántico. En tal corriente pueden incluirse hoy las manidas historias de triángulo. Antaño, todo un teatro de bulevar explotó hasta la saciedad las aventuras amorosas de una pareja hasta la que un nuevo personaje llegaba como tercero en discordia. El juego se desarrollaba según reglas sabidas, que incluían su desconocimiento o rechazo por alguno de los tres.

Un almohada para tres

Escrita y dirigida por Paul Mazursky. Fotografía: Sven Nykvist. Música: Claude Bollin. Intérpretes: Michael Ontkean, Margot Kidder, Ray Sharkey. Comedia. EE UU. 1980. Locales de estreno: Azul y Richmond

La nueva moral de los jóvenes y de los no tan jóvenes ha eliminado tal desconocimiento, transformando la pareja en triángulo equilátero. Todo esto ya se decía en Jules et Jim, de Truffaut, y, a su vez, lo contó antes H.-P. Roche, autor de la novela original, a principios de siglo. De modo que, si bien se mira, este relato de Mazursky resulta un tanto viejo, a pesar de tanto añadido acerca del sentido de la vida, Katmandú o la India. Sus alusiones a Oriente o a la sociedad americana no resultan graciosas, sino frívolas. La historia, narrada por un locutor que explica lo que conviene al realizador, se torna, más que patética, ridícula.

Las devociones suelen ser peligrosas, sobre todo si son ciegas en cuestiones de cine, cuando llevan a escribir sobre huellas ajenas. Una historia que en su día cobró resonancia queda aquí reducida a una de esas obras teatrales que para las señoras se sirven cada temporada. Nada hay menos gracioso que pretender serlo a toda costa ni más artificioso que copiar la naturalidad de los demás.

El cine de América, más allá de espantos y galaxias, no parece estar tan bien como aseguran. Aquí y hoy, en España se han visto hace bien poco media docena de comedias más divertidas, personales y sinceras, por encima de presupuestos cortos y de ambiciosas multinacionales.

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