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Reportaje:

La provincia de Madrid, una zona todavía rica en vinos

La provincia de Madrid cuenta con importantes centros productores de vino que están empezando a ser apreciados tanto por expertos en el tema como por los simples aficionados. Se trata de tintos fuertes en grados y sabor que pueden encontrarse, fundamentalmente, en San Martín de Valdeigleslas, Navalcarnero, Arganda del Rey o Celmenar de Oreja.

José Peñín, director de la revista especializada Bouquet y autor del Manual de vinos españoles, dice que los vinos de la provincia -cuya denominación de origen es Tierra de Madrid- se caracterizan básicamente por su elaboración tosca (escasa selección de la uva), recios de sabor y altos en grados (en torno a los catorce). Todo ello los convierte en vinos aconsejables para el consumo de mesa y tabernas. Una de las zonas más interesantes está situada en Arganda del Rey y Colmenar de Oreja, donde hay 14.241 hectáreas dedicadas al cultivo de estos caldos, con una producción media de diecisiete hectolitros por hectárea. En Arganda, una localidad de 19.500 habitantes censados, situada a veinticinco kilómetros de Madrid, funciona una cooperativa desde 1952, en la que están agrupados 280 agricultores de la zona y que producen anualmente cinco millones de litros. Según explica Pedro, el responsable técnico de la Cooperativa, el 65% de este vino se vende a granel en las provincias del norte de España y en Logroño. El resto se vende embotellado y en garrafas a los cientos de madrileños que cada fin de semana se desplazan hasta Arganda para volver con vino para toda la semana.

El precio de venta de este vino es barato: 35 pesetas la botella de 3/4 y 17,50 a granel. En prácticamente la totalidad de restaurantes, bares y tabernas de la zona se sirve este tinto. También puede encontrarse en los bares y en la bodega de la cooperativa un blanco agradable de sabor, pero que hasta el momento no puede comprarse embotellado.

En Colmenar de Oreja, las características de los vinos son muy semejantes a las de Arganda del Rey: vinos tintos de mesa, más ligeros que los del resto de la provincia debido a que el tinto Madrid se mezcla con uvas blancas y se consigue una disminución del color y de la fortaleza alcohólica.

Los vinos de Navalcarnero son los de mayor poder alcohólico de la provincia. Se consumen jóvenes y están muy cubiertos de color. Pequeños cosecheros de la zona venden su producto a granel en bares y restaurantes de Navalcarnero y a los madrileños que suelen desplazarse hasta este pueblo para llenar grandes garrafones.

José Peñín explica que muchos de los compradores, al traer el vino a sus casas en garrafas, lo meten en barricas de roble. «Esto es un error», advierte, «porque este tinto se enrancia y maderiza perdiendo todo el afrutado y aroma. Este sistema es válido para los vinos de Rioja, pero no para el de Navalcarnero».

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La fortaleza de este vino procede de la uva que utilizan los productores: uva garnacha con la de tinto Madrid.

Las viñas se sustituyen por chalés

La producción de esta zona ha ido disminuyendo con los años, debido a que muchos agricultores han preferido vender sus terrenos en pequeñas parcelas que seguir trabajando para cobrar unos bajísimos precios por la cosecha de uva (en torno a las nueve pesetas el kilo).Lo mismo ha ocurrido en San Martín de Valdeiglesias, comarca situada entre Méntrida y Cebreros, donde las viñas van siendo sustituidas por chalés. De todas formas, el vino de este pueblo -sus características son muy semejantes a las de Navalcarnero- sigue siendo bastante apreciado por los vecinos de la zona y por muchos madrileños.

Tanto en Navalcarnero como en San Martín de Valdeiglesias hay pocos embotelladores debido a que las grandes empresas embotelladoras tienen copada la compra de los viticultores. José Peñin afirma que esto ocurre porque después el vino de Madrid suele mezclarse con el Valdepeñas blanco, muy barato, y se procede al embotellado de litro que después se consumirá en Madrid tanto para el chateo del llamado vino peleón como para las comidas.

Otras localidades de la provincia han ido perdiendo con el tiempo casi toda su producción de vinos o bien la calidad de los mismos se ha visto sensiblemente reducida. Es el caso de Valdemorillo, donde hace años se producían los tintos característicos de la zona y un moscatel muy rico -siempre en cantidades pequeñas-, pero que actualmente su calidad ha descendido hasta el punto de que cualquier pequeño exceso puede suponer sospechosos y fortísimos dolores de cabeza. El caso de Valdemorillo puede estar motivado en la alta demanda de vino efectuada por domingueros y veraneantes de la zona, que ha sido vista como un apetecible negocio por los pequeños vendedores a granel de la zona, pero que ha supuesto la pérdida de la calidad del vino.

Poca colaboración en su difusión

Tanto estos pequeños productores como José Peñín coinciden en afirmar la falta de colaboración de los restaurantes madrileños con los vinos autóctonos, ya que los vinos de la casa que se presentan en las cartas son generalmente riojas o, como mucho, Valdepeñas. Generalmente, los propietarios de los restaurantes no se molestan en buscar los vinos de la zona e incluirlos en sus cartas o bien orecerlos como selección de la casa.Así, además de las zonas descritas, quedan muy escasos reductos vinícolas por la provincia. Unas cepas localizadas en el pueblo de Füencarral han quedado casi como objeto de museo, recuerdo de un anterior paisaje por el que podía verse Madrid rodeado de viñedos destinados fundamentalmente al autoconsumo, pero que a veces con una calidad que hizo famosos a los rnoscateles de Carabanchel, los blancos de San Martín de Valdeigleslas o los tintos de Navalcarnero.

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