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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El Salvador y su tendencia

LA LUCHA por El Salvador parece haber entrado en una fase decisiva, aunque la información que emite cada uno de los dos bandos no permita hacerse cargo exactamente de cuál es la situación de los combates. No se tiene la sensación de que los guerrilleros del Frente de Liberación Nacional hayan establecido aún frentes continuos característicos de la guerra civil, sino que continúan la táctica de los golpes de mano: operaciones rápidas de ocupación y retirada, aunque de una importancia mucho mayor que las conocidas hasta ahora, hasta el punto de haber ocupado durante unas horas la ciudad de San Salvador y de haber destruido cuarteles y bases aéreas.Es evidente que la realidad está muy lejos de ser la que anuncia el Gobierno militar, que dice que controla la situación en todo el país; pero tampoco parece haber dado fruto la consigna guerrillera de movilización general. No parece fácil que éstos consiguieran tomar posesión del país antes de la instalación de Reagan en Washington; pero sí podría ocurrir que consiguieran unas posiciones de fuerza que forzasen una negociación y una solución intermedia. Ni los militares golpistas ni los guerrilleros revolucionarios están solos en esta lucha. Hay fuerzas de otros países tras de cada uno de los dos bandos. La situación de El Salvador parece que desborda las cuestiones estrictas del pequeño y desgraciado país y tiene la representación del enfrentamiento y la bipolarización de que es víctima todo el subcontinente latinoamericano. La búsqueda de situaciones intermedias que inició Carter, tratando de seguir lo que había querido iniciar Kennedy en la época de la Alianza para el Progreso, ha dado resultados muy exiguos; en parte por la indecisión del propio Carter y las contradicciones internas de la Casa Blanca -figurada tanto tiempo por la oposición entre el asesor Brzezinski y el secretario de Estado Cyrus Vance), en parte por la existencia de otros centros de poder en Estados Unidos que demoraban los intentos presidenciales; pero, en la mayor parte, por la resistencia de las oligarquías que, como en el caso concreto de El Salvador, no han respetado los movimientos electorales claros ni las soluciones pactadas que perinitieran la construcción de democracias fuertes, aun conservando dentro de ellas viejos privilegios y repartos de riqueza, pero con una mayor permeabilidad para el acceso de los oprimidos y explotados. Entre tantos fracasos como ha protagonizado Carter en su presidencia de cuatro años, el de la política latinoamericana es uno de los más sensibles y de los que más claramente contribuyen a dibujar el retrato de un presidente vacilante, incapaz de usar el poder del que estaba investido para respal Jar lo que parecía ser su filosofía.

Desgraciadamente, la caída de Carter no ha supuesto -tampoco en este caso- una solución satisfactoria, por la índole de su sucesor. Es probable que Reagan, bien rodeado de hombres fuertes y sin reservas o dudas, pueda imponer su propia filosofía; pero esta filosofía va a forzar más aún las condiciones de enfrentamiento en toda América Latina. La idea de que la fuerza, ejercida por vicarios de naturaleza ruda y sin escrúpulos o, cuando el caso se ha agravado, por desembarcos de marines, puede restablecer la idea de orden en los países agitados, se ha demostrado insuficiente a Io largo de una historia de siglos, en vista de que esa idea de orden ha coincidido siempre con la injusticia. Ahora, cuando los dirigentes de Cuba o de Nicaragua ayudan a los guerrilleros salvadoreños, saben ya que están haciéndolo para la supervivencia de sus propios regímenes, como cuando las naciones de democracia reciente tratan de buscar soluciones intermedias están luchando también por su propia democracia. Y Ias oligarquías se unen con un mismo sentido.

Los próximos meses van a ser muy agitados; aun los próximos años. Es muy de temer que la guerra civil en El Salvador no sea mas que el preludio de incidentes mayores aún, sobre todo en Centroamérica.

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