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LA LIDIA

Las Ventas, una crisis en rojo

El caos de Las Ventas empezó cuando la Diputación anterior aprobó una subasta que no tenía ni pies ni cabeza, y se acentuó cuando a Diodoro Canorea se le ocurrió el disparate de ofertar por la plaza más de 161 millones de pesetas. «Oscuro y problemático se presenta el reinado de Diodoro», escribíamos, ahora hará dos años. El tropezón y el lance se han sucedido desde entonces, hasta desembocar en la crisis en rojo, que se encargaron de resolver los comunistas de la Diputación democrática. El presidente socialista ha aportado la solución última y el pleno dará el carpetazo definitivo.Pero la primera batalla contra las irregularidades que se venían produciendo en Las Ventas fue ucedista y la protagonizó el diputado Eduardo González Velayos, al término de la temporada 1979. Sus propuestas para liquidar el arrendamiento y promover un nuevo concurso no cuajaron entonces porque los incumplimientos que denunciaba no alcanzaban la envergadura de los que se produjeron después. Sin embargo, tuvo el valor de la anticipación.

Concluida la temporada 1980, la situación era insostenible y el vicepresidente, Luis Larroque, y el presidente del Consejo Taurino de la Diputación, Joaquín Tejeiro, consecuentes con su delicada misión de administradores, se «jugaron el tipo» al asumir el tema de la rescisión de contrato a Taurina Hispalense, porque convergían en él muchos intereses, y llegó a complicarse tanto, que al final podían rodar cabezas. Hemos de decir en su honor que no les importó el riesgo y trabajaron de firme. La llegada de José María Rodríguez Colorado a la presidencia puso termino al problema. El decreto de rescisión -una medida política que valora la talla de quien lo firmó- devuelve a la plaza de toros su carácter de bien público al servicio del pueblo de Madrid.

Una plaza desprestigiada

Porque en la última temporada fue un instrumento que manipulaba el irrendatario a su capricho. La recibió con categoría de «primera plaza. del mundo» y la devuelve desvalorizada, desprestigiada y apenas sin clientela. Dice Berrocal que hizo el primo abonando tantos millones de canon. Nadie le obligó a pagar tan caro un juguete. Ya se sabe de los hijos de papá: si se encaprichan, tienen la luna, y cuando la rompen, lloran. Ahora alguien ha de recomponer los pedazos. La Diputación entregará la plaza a quien mejor pueda devolver la calidad perdida a la fiesta de toros en Madrid, y con este primordial objetivo convocará concurso. Quizá se equivoque y aparezca por estos pagos un monopolio, ¡horror, qué susto!. Mas, en cualquier caso, se supone que, por lo menos, tendrá el debido respeto a la afición y al importante historial de Las Ventas.

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