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VIII FESTIVAL DE CINE DE LA INDIA

Descubrimiento de la obra de Mrinal Sen y las producciones de Bombay

Pocos días han bastado para que podamos discutir las opiniones negativas de algunos críticos de Nueva Delhi respecto al cine que se hace en Bombay. No es, ni mucho menos, que ésta sea siempre admirable, incluso no lo es casi nunca en su totalidad. Pero es en Bombay donde trabaja Mrinal Sen y son también de Bombay las pocas buenas películas nacionales que hemos podido ver en el VIII Festival Internacional de la India, que se celebra estos días en Nueva Delhi.

Es probable que además haya interesantes películas de otros lugares de la República, pero es el azar el que determina cuáles son las películas que vemos y cuáles las que no. Para aclarar esto hay que explicar inmediatamente que son cuatro los locales cinematográficos dedicados al festival y varios más los contratados por el mercado del filme (donde se ven la mayoría de las películas indias), que todos ellos distan entre sí sus muy buenos kilómetros y que, naturalmente, todos proyectan a la vez, obligando al visitante a seleccionar a ciegas.Es tanto el desconocimiento del cine indio que se tiene en Europa y son tan abundantes las películas malas que hemos visto, que la selección es tan ciega como arriesgada. Por culpa de este escepticismo hemos tardado en acercarnos a conocer la filmografía de Mrinal Sen, el autor de Bombay homenajeado en este festival. Utilizo el plural porque parece que también los colegas europeos desplazados a Nueva Delhi han vivido una situación similar, que, dicho sea de paso, no está mal vivida.

Sentido de la justicia

A Mrinal Sen se le entiende mejor en este decorado, sus referencias son así más palpables, su afán de justicia se hace, en cierto modo, incontestable. Hay también, por supuesto, citas y conductas que pertenecen al complejo espectro cultural de este país, tan difícil de entender plenamente desde una perspectiva occidental. Pero es más evidente lo que él quiere decir cuando habla del hambre y del paro tras haberse pateado las calles. Resulta así más apasionante conocer su afán por modemizar el país, alejándolo de tabúes, miedos y fantasmas.Coincidiendo en esto con otros jóvenes cineastas indios, como, por ejemplo, Dilio Roy, que demuestra en Fantasmas de alquiler cómo es necesario convencer a la gente de que sus dioses no existen, que sólo son producto de su miedo. El propio Mrinal Sen lo dice más tajantemente en Corus (1974): «Los dioses no pertenecen a nuestra era científica. Ahora es el momento de hacer justicia científicamente».

Una clara inquietud política

Vinculado al partido comunista, pero no militante en él, Mrinal Sen, de 58 años, tiene en toda su obra (veinte largometrajes) una clara inquietud política que le lleva incluso a discutir la estrategia de este prosoviético partido comunista en Los guerrilleros (1973), donde cuenta cómo un militante debe abandonar el partido para conseguir lo que realmente quería cuando entró en él. En este sentido, los desenlaces de las películas de Sen son siempre esperanzadores, como los del cubano Manuel Octavio Gómez, también homenajeado en Nueva Delhi, pero no recibido con el mismo entusiasmo por el público.Sen, sin embargo, es torpe en muchos momentos, pretencioso, con un ingenuo sentido de lo «moderno» que no le hace tampoco especialmente popular. De mucho mayor éxito aquí son los melodramas, las películas de emociones. Por eso, Aakrosh, presentada oficialmente a concurso, arranca grandes aplausos del público. Es una curiosa película social donde acaba condenándose un inocente inculpado de un crimen para cubrir la corrupción de altos miembros del aparato de justicia. Tampoco es esta película un prodigio de madurez cinematográfica. Más bien lo contrario, llega a ser absolutamente paleta, pero forma parte de este nuevo cine indio, una de las sorpresas que empiezan ya a aparecer en el festival.

El VIII Festival Intemacional de Cine de la India, iniciado el pasado sábado, se propone mostrar una selección de la amplia producción cinematográfica.

Babelia

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