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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Reagan y México

«POBRE MÉXICO, tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos» fue una frase famosa -de Porfirio Díaz- que correspondía a una realidad que hoy está en gran parte atenuada. México conserva una política exterior muy independiente -relaciones con Cuba y ayudas a los paises que buscan su democratización- y constituye, en este sentido, un país atípico dentro de América Latina, lo que no obsta para que su sistema político, formalmente progresista, se halle bastante alejado, en la Práctica, del respeto a las libertades y a los derechos humanos exigibles a un régimen democrático. Pero la enorme riqueza petrolera de México y su necesidad de Aportar mano de obra al otro lado de Río Grande -un problema que va desde los emigrantes clandestinos a las dificultades de adaptación de los chicanos- le hacen mantener unas relaciones muy estrechas con Washington.El hecho de que Ronald Reagan haya precipitado una entrevista con el presidente de México, López Portillo, en Ciudad Juárez, sin esperar siquiera a la toma de posesión del 20 de enero, parece indicar que el nuevo presidente de Estados Unidos desea puntualizar una serie de temas con México, país al que probablemente considera una pieza clave de toda su política latinoamericana, en la que parece que va a entrar como un huracán. Ya dio un indicio de sus intenciones cuando, en el momento de su elección, habló despectivamente de la cuestión de los derechos humanos en el subcontinente. Estos indicios se profundizan. Mientras el Times de Nueva York escribe en un editorial que «nuestros presidentes juran defender los intereses de Estados Unidos, pero no defender a los presos políticos de otros países la funcionaria que va a representar la nueva Administración de Estados Unidos en la ONU, Jeane Kirkpatrick, escribe que los países latinoamericanos están amenazados por el comunismo, que la posición de su país se ha deteriorado en todo, el hemisferio, como consecuencia de lo que considera la política hipócrita de Carter, y que hay urgencia en cambiar la situación total mente.

Repetidas veces, en la Prensa conservadora estadounidense y en las declaraciones de los políticos, republicanos, se cita el ejemplo de Irán: si Estados Unidos hubiera apoyado al sha, haciendo caso omiso de las acusaciones de tiranía, se hubiera evitado la caída de Teherán en manos revolucionarias. El corolario de este razonamiento es que en muchos apíses de América Latina se está a tiempo todavía de fortalecer a las dictaduras. Mientras, asciende Kissinger: ya viaja negociando, aún con la cobertura de la «actividad privada». Todos los hombres de Reagan, y el propio presidente electo, muestran una impaciencia considerable por reformar el mundo a la medida de sus conveniencias. Y no hay que olvidar que Kissinger tuvo una importancia decisiva, desde las reuniones del Consejo Nacional de Seguridad que presidía, en la instalación del régimen militar de Chile.

La teoría, que ya no se contiene en los límites del tiempo, es que nada tan eficaz como una tiranía de derechas para impedir el avance de las revoluciones y del comunismo, y en esa estrategia la palabra comunista se utiliza para todo aquello que no es una dictadura. La visita de Reagan a López Portillo parece ya destinada a tratar de impedir que México siga ayudando a las «revoluciones y muy especialmente a la de, El Salvador; incluso puede intentar convencerle de que bloquee sus relaciones con Cuba. A cambio de ello, tiene algunas cosas que ofrecer y probablemente algunas presiones fuertes que ejercer si no es escuchado.

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En los regimenes demócratas de América se espera que también López Portillo haya explicado a Reagan que el problema de América Latina es algo mucho más profundo de lo que se puede resolver con dictaduras militares, que el revolucionarismo parte -aparte de la eventual actividad de agentes de la subversión, o de potencias extrañas y lejanas- de unas condiciones sociales que se han hecho insoportables, y que a lo largo de la historia han sido más las revoluciones producidas como respuesta armada a las tiranías -Cuba y Nicaragua, entre otras- que las conseguidas a través de procesos civiles democráticos. Reagan y su Administración tendrán que aprender más de la realidad cuando estén algún tiempo en el poder que en estos días de impaciencia jubilosa. Pero ese aprendizaje puede ser profundamente doloroso para los pueblos de los países -Chile, Argentina, Bolivia, Paraguay, Uruguay, El Salvador, Guatemala, Honduras, Haití- que vayan a sufrir, ahora, está presión aguda en la política eternamente cíclica de Estados Unidos para con el subcontinente.

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