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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La revista bosteza, ¡viva la revista!

En el madrileño teatro Martín se ha estrenado ¡Viva la revista!, parca en medios y fines, con la pareja cómica Arenas y Cal al frente del reparto. Libro, montaje y dirección pertenecen a Eloy Arenas. La música ha sido compuesta y dirigida por Juan Carlos Calderón. La coreografía es de Giorgio Aresu. El diseño escenográfico lo firma Zaris. Entre todos han amasado un producto ramplón donde el bostezo es ley.Desde el primer relincho de la farsa, sombras chinescas nos avisan: esta gente también busca algo mágico, original, distinto. Y lo terrible es que lo encuentran, como suele ocurrir cuando la voluntad vence sobre la inteligencia. Mas el encuentro, claro está, nos acerca al horror soberano del mediocre respingo.

Cantan, por pura fe, lo que no vemos ni veremos: imaginación, fantasía, originalidad. Cantan, por amor antigregoriano a lo obvio, cuanto bulle en el lelo cascarón: trajes rojos, serpentinas celofán. El choque de la antimateria con la materia produce la jubilosa y colectiva explosión, convertida por un genio oriental en nutritivo estribillo: «¡Viva la revista, / viva la revista musical!»

Vivir para ver un conflicto callejero entre automovilistas. Y para escuchar las ilustraciones pachangueras de Juan Carlos Calderón: «El burro nuestro de cada día / no lo queremos en la cofradía». La arena es gorda. La cal, parduzca. El público se deshace en carcajadas cuando brota alguna florecilla con pretensiones aromáticas de humor: «¡Qué duro te pones cuando te pones duro!» Las imágenes participan de ese mismo ingenio: Adán le da al canuto en vez de a la manzana, un cura ensotanado baila como un descosido, una embarazada da a luz una bestia... Es, desde luego, el parto de los montes. Y saltan a la comba, con tan rudo cordón umbilical, indios y niñeras. Una buena ración de tacos echa pimienta al gélido esperpento.

Tampoco falta la crítica puntual a lo televisivo. Es una verdadera obsesión para los humoristas españoles, acaso deseosos de ocultar que no serían nada sin el apoyo previo del maléfico medio al que tanto critican. En este número paródico se introducen los aplausos máximos. Abróchense los cinturones. Arenas: «¿Se entiende usted con su mujer en la cama?» Cal: «Depende de Grandes relatos-. Es la joya más pulida.

A partir de esa cima, imagínense el panorama. Es un desierto encalado. Sus artífices seguramente no leyeron a Ovidio jamás. De lo contrario, sabrían que el pájaro no puede volar con las alas viscosas, que el jabalí no acierta a romper las redes que le envuelven y que el pez queda sujeto por el anzuelo que se le clava.

Su cultureta es televisiva. Ignoran, pues, los mandamientos de la revista musical, ahora mismo exhibidos con tanto aplomo y gracia por Tania Doris en La dulce viuda. Y esa ignorancia les conduce a colocar sobre el escenario este tentador cartel: «Permanezcan atontos a la pantalla Volvemos en diez minutos» Uno, naturalmente, prefirió cambiar de cadena.

iViva la revista! se ha estrenado en el teatro Martín, con una solera de 150 años en la vida del espectáculo. La obra es original de Eloy Arenas, con música y canciones de Juan Carlos Calderón, coreografía de Giorgio Aresu, diseño escenográfico de Zaris, vestuario de Antonio Cortés, maquillaje y peinados de Ruphert, dirección musical de Juan Carlos Calderón y dirección general de Eloy Arenas.

María Casal hizo su presentación como intérprete. En el reparto figuran actores, cantantes y bailarines: Juan M. Aguirre, Martha Patricia, Pilar Alcón, Santiago Aguirre, Javier Sán chez, Alexia Loreto, Jordi Mariné, María Pía y Carmen Arrontes.

El espectáculo tiene una inversión de diez millones de pesetas, según informa la compañía, y se compone de siete partes: La cosa empezó así, El burro nuestro de cada día, La televisión o cómo hacer más simple al individuo, Vamos a contar mentiras, La canción de amor, La gran huelga y El final.

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