_
_
_
_
_

Lazaro Carreter "Quevedo encarnó la idea imperial de Carlos V"

Debate de historiadores y literatos con motivo del IV centenario del autor de "El buscón"

Un intento de revisión del significado político de Francisco de Quevedo, en su actitud intelectual frente al desmoronamiento del imperio español durante el siglo XVII, fue esbozado por el académico Fernando Lázaro Carreter, en el curso de la primera cena con argumeto que organizó, el día 22, en Madrid, la Fundación de Estudios Sociológicos (Fundes), con ocasión del IV centenario del nacimiento del genial español.

Entre los comensales se encontraba Jorge Luis Borges, a quien las opiniones sobre Quevedó y, en particular, sobre el Quevedo político no le interesan demasiado, al aclarar que «no sabemos lo que quiso decir cuando escribió "su tumba son de Flandes las campanas y su epitafio la sangrienta tumba"», como uno de los muchos ejemplos de su indescifrable forma conceptista.La tesis de Lázaro Carreter acerca de Quevedo es que fue la última encarnación de la idea imperial de Carlos V, en un momento de contrarreforma y medievalización de la cultura española, frente a la gloriosa separación de lo divino y lo profano, iniciada en Europa a partir del Renacimiento y culminada con Calvino.

Lázaro Carreter agregó que Quevedo fue un reaccionario que apoyó la unidad de España cuando la rebelión de Cataluña, y atacó a las fuerzas que intentaban modernizar la patria y reconvertir el imperio como el válido de Felipe IV, el conde duque de Olivares -«una especie de Fernández Ordóñez»-, que encarnó en la mente de Quevedo la figura de Maquiaveio, del diablo y de Richelieu.

Monárquico íntegro, que odiaba a Venecia y Génova como repúblicas, Quevedo pensó que el rey era quien tenía que salvar a España, restituir su fuerza perdida y la idea del imperio.

Al regresar de sus viajes por el extranjero, durante los cuales vio la ruina de España, el joven político ambicioso y snob que eludía enfrentarse con los poderosos, decidió entrar en la conjura contra el valido porque, a su juicio, expoliaba a España con su política fiscal.

Elogio del pasado

Julián Marías dijo que la «crítica de Quevedo fue crítica del presente y elogio del pasado, contra los noveleros y sediciosos», y se refirió a la debilidad española por la vacilación de las mentes españolas acerca de su propio país como conjunto.El historiador Luis Díez del Corral asintió en que Quevedo quiso revivir la España de los ideales de los grandes secretarios que tuvo Carlos V, y José María Alfaro dijo: «Fue un puro y simple reaccionario, lo que hoy se llama un ultraderechista, que entendía el imperio como revolución intelectual. Es el último imperialista con una pluma en la mano».

Jorge Luis Borges dijo que «los objetos verbales de Quevedo viven" y seguirán viviendo mientras dure la nostalgia del latín», en discordancia con Cervantes, que creó personajes como Alonso Quijano -«que trata de ser Quijote y a veces lo logra»-, que forman parte de la memoria de los hombres, aun en el caso de que sus libros llegasen a desaparecer.

Asistieron a la cena, entre otros, el ministro de Cultura, Iñigo Cavero Rosa Chacel, Odón Alonso, Pedro Sainz Rodríguez, Luis Rosales y Fernando Chueca Goitia.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_