El derecho a la disidencia

Con los dirigentes y representantes diplomáticos de 33 países europeos incapaces de sentar las bases de un proyecto de vida en común, han coincidido en Madrid unas decenas de hombres y mujeres, que han buscado en el exilio la libertad que no encontraron en su país. Madrid, con un millar de periodistas de todo el mundo, se con vertía en caja de resonancia de sus denuncias. Amalrik, expulsado de la Unión Soviética en 1976, tenía que haber sido uno de ellos, pero su vida quedó sesgada en una carretera. Otros pudieron llegar y ofre cieron al mundo la imagen patética de sus actos de denuncia pacífica, desafiando a unas fuerzas de orden público que se podría decir que habían recibido órdenes de la KGB.Se podrá argüir que entre las numerosas personas reunidas en Madrid en los actos paralelos a la Conferencia de Seguridad y Cooperación no todo es trigo limpio, y que las ideas de algunos de los que han acudido a Madrid son tan excluyentes como el dogma ímperante en sus países. Pero este hecho, que podría ser cierto, no invalida la trascendencia -de su convocatoria ni la honradez intelectual ni la sinceridad democrática de la mayoría de asistentes. ( ... )

14 de noviembre