La CSCE acuerda un orden del día que garantiza la continuidad de la Conferencia
Los países participantes en la Conferencia sobre Seguridad y Cooperación en Europa (CSCE), de Madrid, aprobaron en la tarde de ayer un compromiso definitivo sobre el orden del día, calendario y organización de la conferencia. Un acuerdo político que garantiza, desde ahora, la continuidad de la reunión de Madrid, en cuyos debates generales el representante de la Unión Soviética, Leónidas llichev, pronunció un discurso moderado proponiendo que en la capital española se acepte la convocatoria de una nueva negociación multilateral de desarme sin condiciones previas.
La Conferencia de Madrid tiene ya su reglamento de trabajo, y con él, asegurada su supervivencia independientemente de los escasos resultados políticos que de ella se esperan. El tardío compromiso final ha surgido en torno a una propuesta que los países neutrales y no alineados (Austria, Suecia, Suiza, Chipre, Malta, Liechtenstein, San Marinoy Yugoslavia) elevaron con éxito a la sesión plenaria de la conferencia, consiguiendo el visto bueno de los representantes de la OTAN y del Pacto de Varsovia. Se trata de un documento en el que todas las partes han conseguido garantías, más o menos directas, a sus aspiraciones iniciales, aunque en él se Incluyen más innovaciones de los países socialistas que del bloque occidental, que aspiraba a introducir en Madrid el reglamento de la Conferencia de Belgrado -«el libro amarillo- rechazado por el Este.La nueva agenda de la Conferencia de Madrid puede convertir se en un precedente importante para posteriores fases de la CSCE si es que el proceso de Helsinki se mantiene, aunque sólo lo sea for malmente. En su redacción se hace una mención a la continuidad de la reunión madrileña en una última página dedicada a la declaración del presidente de la reunion y en la que se señala que «el presidente hizo notar» la existencia de un acuerdo para que el documento final de la CSCE incluya la «fecha y lugar de la próxima reunión». Una débil y matizada alusión esta que, aunque no se incluye en la agenda propiamente dicha, puede tenerel mismo valor jurídico-político que el resto del reglamento. El proplo embajador de la URSS, Yuri Dubinin, afirmó ayer que, «como experto jurista, era muy difícil intentar separar la declaración del presidente del resto del documento».
Por otra parte, el delegado norteamericano, Max Kampelman, aseguró ayer que de las propuestas soviética y francesa de desarme que serán hechas en la CSCE sólo estudiará «con simpatía» esta última.
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La revisión del Acta de Helsinki durara cuatro semanas, y en la segunda fase no volverán a debatir las cuestiones políticas
Viene de primera página
También en dicha declaración del presidente se incluye otra alusión aún más elíptica que la primera en relación con la necesidad de que durante los debates relativos al cumplimiento del Acta de Helsinki -derechos humanos, Afganistán, etcétera- no se mezclen cuestiones relativas a las relaciones entre los Estados, a la seguridad y a la distensión, temas estos más propicios para los debates relativos a las nuevas propuestas que han de surgir en la conferencia a partir del próximo año. Si han conseguido los occidentales que dichas propuestas no se avancen verbalmente durante el tiempo dedicado al Acta de Helsinki, que será, como pedía la OTAN, de cuatro semanas, mientras que los países socialistas obtuvieron una fórmula que les permite asegurar que durante la segunda fase de la conferencia no se volverán a debatir las cuestiones políticas de la primera, como ocurrió en Belgrado.
Un compromiso, en definitiva, delicado y articulado gracias a la persistencia de los embajadores de Austria y Suiza, Ceska y Bruner, y a la presión política que los propios ministros de Exteriores ejercieron con su presencia en las últimas discusiones. Las declaraciones oficiales sobre el documento fueron conciliadoras. El embajador de España, Javier Rupérez, dijo que no hubo vencedores ni vencidos. El representante de Estados Unidos, Max Kampellman, se declaró satisfecho por su parte, pero advirtió que si no hay tiempo ni manera de debatir ampliamente el cumplimiento del Acta de Helsinki, Estados Unidos volverá al tema en el segundo apartado de la conferencia, dedicado a las propuestas. El representante de la URSS, Leónidas llichev, afirmó que este era un resultado «razonable».
El discurso de la URSS
En el turno de discursos de la sesión plenaria de ayer, la expectación se centró en torno a la intervención de la Unión Soviética, presentada por el viceministro Leónidas llichev. Un discurso esperado con interés por todas las delegaciones, quizá con la intención de encontrar en él una respuesta a la larga enumeración de violaciones de derechos humanos en la URSS, que el embajador norteamericano, Griffin Bell, presentó el jueves en la conferencia. Hubo respuesta, sí, aunque muy breve, diciendo que Bell, con su discurso, había violado el espíritu y la letra del Acta de Helsinki. También se refirió a la cuestión de Afganistán diciendo que es necesario que se entienda la inutilidad de que se intervenga continuamente sobre los asuntos internos de Afganistán, y añadió que la tensión internacional es anterior a la crisis afgana y coincide con el aumento de los armamentos de la OTAN.
llichev subrayó que su país no quiere «que Madrid se convierta en un foro de propaganda o en una corrida dialéctica» -los rusos han reiterado muchas alusiones a los toros en relación con la CSCE-, y centró su discurso en la necesidad de reducir la carrera de armamentos, de establecer un pacto de no agresión, de no ampliar los bloques militares y, sobre todo, en el deseo de su país de que nazca en Madrid una nueva conferencia de desarme sin condiciones previas.
La mayoría de las delegaciones occidentales y neutrales calificaron el discurso de Ilichev de moderado. El propio embajador norteamericano utilizó este término en declaraciones a EL PAIS, en las que, comentando la propuesta rusa de desarme, dijo: «No podemos hablar de una nueva conferencia de desarme mientras las tropas soviéticas permanezcan en Afganistán».
Por último, entre las declaraciones de los países que intervinieron ayer destacaron las de Polonia, que hizo, por primera vez en la conferencia, surgir la cuestión de la crisis polaca. El representante polaco, Dobrosielski, dijo que en su país el movimiento obrero había tomado iniciativas para corregir errores de la sociedad socialista, y que aunque no hubo injerencia exterior de Estados, sí se había registrado alguna incidencia en esta crisis de grupos occidentales. El representante de Rumania recordó la candidatura de su país a la sede de una nueva etapa de la CSCE. El embajador de Francia presentó la propuesta de Giscard d'Estaing sobre una conferencia de desarme.
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