Regionalismo de clase frente a la dependencia económica
Quizá constituya Asturias el prototipo de incidencia de la crisis económica que afecta al mundo occidental en los últimos años. Desde 1975 a 1977, la región pasa del sexto lugar en la ordenación provincial española, según la renta per cápita, al veinte, o por debajo de la media estatal. El producto interior bruto (PIB) regional apenas supera un crecimiento del 200% en este período, mientras en su conjunto lo hace en más de un 245%; el número de empleos crece un 0,13% de 1955 a 1975, creciendo en el conjunto estatal en un 11,59 %, mientras que la diferencia más grave se registra en el sector industrial, donde Asturias pierde un 2,3% y España crece en más de un 66%.Es decir, el crecimiento del PIB regional no supone el mismo nivel de aumento en el número de empleos que el respectivo en el con junto estatal. Si tenemos en cuenta que el valor añadido neto por empleo en Asturias pasa de estar por encima de la media del conjunto del Estado a estar por debajo se deduce que la disyunción número de empleos-PIB no redunda en una mayor eficiencia por empleo.
De manera esquemática, los principales aspectos del esqueleto de la economía asturiana, caracterizada por extremos desequilibrios intrasectoriales, intersectoriales y espaciales, pueden concretarse en los siguientes términos:
En el sector industrial, que ocupa el 37% de la población activa y genera el 52% del valor añadido bruto (VAB), se registra un elevado peso de las actividades productoras de bienes de consumo industrial, es decir, producciones que necesitan pasar por sucesivas fases ulteriores de transformación para ser considerados productos terminados. Estas actividades representan dos tercios aproximadamente de la producción industrial, lo que su pone que en su mayor parte han de salir de la región para ser completado su cielo productivo.
Si se considera que estas actividades son las más costosas por puesto de trabajo creado y de escasa rentabilidad, además de sus costes sociales en contaminación y saturación del suelo industrial y sobreutilización del equipamiento colectivo, se puede concluir que Asturias no rentabiliza su esfuerzo productivo industrial.
No obstante, la principal característica de la economía asturiana es su dependencia de la empresa pública, centrada fundamental mente en los casos Ensidesa y Hunosa. En su conjunto, el sector público representa casi la mitad del VAB industrial de Asturias, dando empleo a un tercio de la población activa regional. La inversión pública en Asturias supone aproximadamente dos tercios de la inversión total.
Como elemento característico de la empresa pública -generalizado al ámbito estatal- aparece su gestión subordinada en función del principio de subsidiariedad a los intereses privados. Por su peso en la economía regional, esta circunstancia supone que gran parte del esfuerzo productivo asturiano es dependiente de intereses minoritarios y privados. Y es esta última consideración la que puede resumir y calificar la situación de la economía asturiana como de dependencia de intereses -ajenos a la región. Esta dependencia se identifica con la idea de protección que antes se apuntaba y ante la que se erige el sentimiento regionalista que se afianza en los distintos sectores de la actividad asturiana.
Regionalismo de clase
La ausencia de una burguesía empresarial regionalista, similar a la que en el País Vasco se conforma en torno a un partido de carácter nacionalista como el PNV, vacía de contenido nacionalista el regionalismo asturiano. La dependencia económica asturiana del poder central tiene su origen en la deserción de la derecha regionalista ante las responsabilidades económicas que en el proceso de desarrollo español le habría correspondido.De otra parte, la ausencia de una cultura autóctona, una región sin fueros ni tradiciones y sin instituciones autónomas arraigadas en el pueblo, imposibilitan la existencia de un sentimiento regionalista que no tenga su origen inmediato en una concreta situación socioeconómica. De esta manera, «cristaliza un regionalismo de clase que nunca puede ser un regionalismo diferenciador como el que registran otras zonas del Estado, que conforma un vasto movimiento de protesta que trata de recuperar el grado desarrollista del que paulatinamente se ve descabalgado por la desacertada política del centralismo capitalista y monopolista de un Estado que nunca se ha parado a valorar la rentabilidad política, económica y social del país en función de la valoración, la transformación y la utilización regional de los recursos regionales».
Así, como señalan los medios económicos y culturales más concienciados ante la situación, se ha fomentado un colonialismo interno mediante el sistemático sacrificio de ciertas áreas geográficas en base al principio del máximo beneficio, el mínimo coste y satisfaciendo el precio de esta operación las regiones menos desarrolladas.
Con todo, la experiencia asturiana ni siquiera es comparable con el caso andaluz, donde la política estatal ha acentuado hasta límites de miseria el subdesarrollo que caracterizaba a esta región, sino que, por el contrario, se ha convertido a la Asturias desarrollada que en época no muy lejana constituía la región en una Asturias deprimida que toma conciencia de su declive socioeconómico y reivindica un sentimiento regionalista para recuperar su pasado.
Y es en este punto donde las fuerzas vivas de la región muestran mayor preocupación ante la conformación práctica que dicho sentimiento regionalista encuentre en el contexto del nuevo Estado democrático. Se es consciente del peligro que corre la región de ver reconducido su incipiente regionalismo, si no por la vía de un folklorismo que no hace al caso, por la vía del regionalismo tecnocrático.El sentimiento al respecto generalizado en las Fuerzas políticas de izquierda es expresado por el escritor asturiano, Juan Cueto como el temor a que se intente buscar únicamente soluciones económicas y administrativas a la Crisis asturiana, dado que «no es improbable que Asturias sea escogida por los reformistas como conejillo de Indias de un regionalismo pasado por agua, desprovisto de su verdadera carga política y que no atente contra el mito de la unidad nacional tal y como lo entienden los totalitarismos derechistas».
Contenido político
Esta sospecha se ve favorecida por la ausencia de cualquier atisbo de separatismo en la colectividad asturiana. Juan Cueto añade que, en este sentido, es todo un elemento a tener en cuenta el que desde las instituciones oficiales asturianas ya se hable con cierto desparpajo de la necesidad de un regionalismo.Desde esta perspectiva, las fuerzas de izquierda asturianas mantienen el empeño de dotar de contenido político el sentimiento regionalista que reivindica desde la recuperación económica hasta la afirmación del bable. La lucha, pues, trata de enmarcarse en un contexto político, pues político se considera el origen de la declinante situación socioeconómica que sirve de aglutinante al regionalisno que trata de superar la dependencia proteccionista en la que hoy se encuentra sumida Asturias.
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