_
_
_
_

Molezún: "La pintura es como una sinfonía"

El antiguo deportista olímpico expone obras abstractas

Ayer se inauguró en la madrileña galería Rayuela una muestra de las más recientes obras de Manuel Molezún, acrílicos retocados sobre papel y madera, fieles a la tendencia de la abstracción. Colores sobrios, líneas que huyen del triangulismo y formas poscubistas son los elementos con los que el pintor compone una obra plástica que él compara con una sinfonía.

Nacido en La Coruña, Molezún (1920) reside en Madrid desde que cumplió los ocho años de edad. Estudió la carrera de Medicina y ejerció esa profesión durante una década: «Trabajé duramente para acabar con la tuberculosis en la clínica del doctor Marañón. Pero un buen día vendí los rayos X y me puse a pintar». Los viajes al extranjero tuvieron bastante que ver con esa transformación.Y Molezún, tuvo la oportunidad de viajar gracias al deporte: «Yo fui varías veces campeón en 110 metros vallas. Representé a España en los juegos olímpicos de Londres en 1948. Allí, durante los descansos entre competiciones, tomé contacto con la pintura contemporánea Eso fue para mí una revelación. Porque en aquella época no sabiamos aquí nada del arte moderno Sólo estaban informados pintores que se habían marchado del país, gente que, por ejemplo, se iba, como Aguayo o Saura, a vivir a París. A mí, hoy día, mucha gente sigue conociéndome como el saltador de vallas, pero a mi no me molesta, dado que el deporte hizo que yo pasase de la lectura de Marca a la contemplación de Klee, Picasso o Marini».

Dos becas para ampliar estudios de Medicina le llevan a Roma y París. El fenómeno se repite: «Yo prefería visitar galerías y museos a permanecer en un hospital de tuberculosos». Decide, pues, abandonar todo y dedicarse a la pintura: «No como Vallejo Nágera, que era un pintor de domingo, sino de manera absoluta y radical». Desde 1955 hasta el presente, Molezún ha sido solamente pintor. Y su trayectoria, cuajada de exposiciones y con huella permanente en numerosos museos, él la traza así: «Por supuesto, yo empecé pintando caballos y flores, retratos de mis hijas o paisajes. Pero pronto di un salto a la abstracción. En eso me ayudó mucho el estudio del cubismo de Braque, Picasso y Gris. De ellos arranca toda la abstracción, aunque a menudo se olvide. Para mí, la pintura es como una sinfonía. No me interesan las anécdotas, las narraciones o el empeño de contar algo. Se pinta por el placer de pintar».

Esa huida de lo argumental confiesa que conduce a la incomprensión del espectador: «Pero no me importa demasiado. Si no llega al público, mala suerte. Tampoco llega la música de Luis de Pablo, II cual no impide que siga creciendo en calidad». Molezún se entrena a diario para hacer frente a ese posible aislamiento: «Vivo al margen de todas las tertulias madrileñas. Me escapé a Aravaca hace quince años, cuando aquello era un trigal que recorrían las ovejas. Entonces una casa te costaba dos reales. Ahora ya no es lo mismo. Pero yo estoy tranquilo, pinto, me ocupo del jardín y corro entre los árboles».

En la presente exposición hay cerca de veinte cuadros: «No me gusta colgar muchas obras. Quizá parezca pobre, pero a mí me importa que la respiración sea posible». Una medida estética, pero también higiénica, digna del deportista y del médico que luego se convirtió en pintor.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_