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Los cuartetos vocales, una novedad en los concursos de Ginebra

Los primeros premios de fagot y cuarteto vocal del 36º Concurso Internacional ole Interpretación de Ginebra han sido otorgados respectivamente al francés Gilbert Audin y al New York Vocal Arts Ensamble. En la especialidad de violín no se otorgó el primer galardón, correspondiendo el segundo a la francesa Annick Roussin. Declarado desierto el primer premio de piano, el jurado concedió el segundo, con igual mérito, a Francesco Nicolosi (Italia) y a Akiyoshi Sako (Japón).

El concurso internacional ginebrino parece iniciar, después de una cierta decadencia, un nuevo período de vitalidad. A simple vista se advierten los esfuerzos del actual secretario, Franco Fisch, antiguo solista de la Suisse Romande: los escaparates de la ciudad se han convertido en un museo de instrumentos y en una exposición de libros sobre música, antiguos y modernos; la onda expansiva, nacional e internacional, de las actuaciones se ha ampliado notoriamente.En la presente edición, a las especialidades de piano y violín (muy frecuentes) se han añadido la menos usual de fagot y la nueva y sorprendente de cuarteto vocal. Gran idea, pues para tal formación existe un amplio repertorio a capella o con acompañamiento instrumental, al que contribuyeron nombres como Haydn, Mendelssohn, Fauré, Schumann, Milhaud, Tschaikowsky, Beethoven, Cui y Glinka, por no citar sino celebridades.

Con toda razón lanza su bravo Lorenzo Alvary, del Metropolitan de Nueva York, a la nueva inclusión del cuarteto vocal en las pruebas de Ginebra. Si no podía esperarse una afluencia numérica comparable a los concursantes solistas, se ha dado, en cambio, la posibilidad de un sensacional descubrimiento: el conjunto vocal neoyorquino que forman Lila Deis, Kevin Deas, Patrick Romano y Shirley Close, creadores de una bella página para cuarteto y orquesta del americano William Wollinger: Tres Cantos de Resurrección.

Los pianistas

Ya es sabido que el mayor peso de cualquier concurso lo soportan los pianistas y, entre ellos, desde hace años, los japoneses, que acuden a las competiciones en gran número para hacer gala de una excelente escuela. No ha sucedido ahora otra cosa en Ginebra, aunque de modo análogo al caso del reciente Concurso Paloma O'Shea, de Santander, si el nivel general fue bueno, faltó la excepcionalidad que, como apunta Bela Siki, emerge sin discusión y recibe la recompensa.Tan es así que el italiano Francesco Nicolosi (veintiséis años), que en la capital cántabra recibió uno de los dos terceros premios, ha logrado en Suiza un segundo, con igual mérito, interpretando Bach, Beethoven, Rachmaninov, Chopin y Liszt, en la última prueba de recital y en el Concierto en re de Mozart, en la final, con la Orquesta de la Suisse Romande, dirigida por Jost Meler. Público y crítica han apreciado la sensibilidad del italiano junto al rigor de su estilo, mientras que Akiyoshi Sako despertó admiración por el claro talante de su virtuosismo.

Violín y fagot

Claridad de juego, aliento expresivo y precisión son cualidades evidentes de Annick Roussin, en tanto que su compatriota el fagotista Gilbert Audin mostró cómo las virtudes tradicionales de la escuela francesa, en este dominio, se mantienen intactas por elegancia de fraseo y cuidado de sonido. La Roussin abordó el concierto de Brahms, y Audin el de Mozart KV 191.Como ya es conocido, cada primer premio está dotado con 6.000 francos suizos, a los que puede añadirse la acumulación de otros premios establecidos por diversas entidades. La posibilidad de actuaciones promovidas o provocadas por el concurso son inmensas. Baste recordar algunas carreras nacidas en las competiciones de Ginebra, como la de Victoria de los Angeles, la de Benedetti, Guida, o Marta Argerich. Como dato curioso recordaremos que Maurizio Pollini obtuvo un segundo premio en 1957 frente a los ganadores, Marta Argerich y Dominique Merlé; al año siguiente no superó la clasificación, aun quedando desierto el premio mayor. A su nivel llegaron Sun-Ying-Kou y Ronald Turini. También los talentos excepcionales pueden quedarse sin el premio que les corresponde.

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