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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Espías, Lévy y el "oro de Moscú"

Leo en EL PAÍS del 3 de septiembre la carta que Juan Pablo Ortega envía refutando las opiniones expresadas por Henry Lévy en su reciente artículo sobre Afganistán, y que contiene una apreciable dosis de ataque personal. No tengo nada que añadir a la discusión sobre la situación actual de¡ conflicto afgano; sólo quiero hacer notar que me resultan chocantes las afirmaciones del señor Ortega de que la CIA está manejando a las ¡letradas masas afganas, de que ese mismo servicio de inteligencia se halla «tras el actual spiritual revival por todas partes», de que desde Washington se promociona la reacción cultural que «sostiene en París cosas como lo de que Marx ha muerto», cuyo sumo pontífice es el ya citado «nuevo filósofo». Estas afirmaciones pueden corresponder a un estado paranoico, puro y simple, o a una realidad objetiva, exagerada o no por el señor Ortega.De ser cierto lo segundo, me sorprende que, por una simple regla de tres mental, don Juan Pablo no haya hecho constar en su carta que las iletradas masas iraníes deben estar siendo manejadas por el KGB; de lo contrario, ¿por qué los ayatollahs iban a salir respondones a la CIA, como apunta el señor Ortega? Por otra parte, la mano de Moscú está detrás de todos aquellos que parecen creer que el pobre Marx no murió.

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Podríamos seguir aplicando curiosas simetrías, dado que -y de esto no tengo la menor duda- existe un servicio secreto llamado KGB, con finalidades opuestas a la CIA y que cuenta con unos medios comparables a los de ésta. Como no creo que los agentes del KGB sean ángeles ni idiotas ineficaces, habrá que pensar que remueven las entrañas del mundo, por lo menos, tanto como sus colegas de la CIA.

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Menos orejeras, señores: dejemos de repetir el viejo cuento del «oro de Moscú» y de los «tontos útiles del comunismo» en versión inversa y apliquemos nuestra capacidad crítica al análisis del mundo que nos rodea, incluida esa religión cuyo primer profeta, al parecer, no ha muerto. ¿O es que murió y resucitó, como otros?/

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