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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Espías, Lévy y el "oro de Moscú"

Querría aclarar al señor Escoriaza, que alude en su carta del 7 de septiembre a la mía del día 3, el sentido de mis propias afirmaciones.Decía en mi carta que «el comunismo fue tal vez la única salida posible en la Rusia de 1917, en la China de los años treinta, en el Vietnam de los sesenta y tal vez lo sea en el Afganistán de los ochenta». Si hablaba de que los países de la Europa occidental podían tener diferentes alternativas era porque, sin caer en ninguna clase de maniqueísmo -palabra de la que usa y abusa. el señor Escoriaza- ni desear lo bueno para unos y lo malo para otros, pienso que los planteamientos revolucionarios de pueblos en distinto grado de evolución no son los mismos y que, por ejemplo, países como Rusia y China, en los que la burguesía no tuvo ocasión de jugar en la historia el papel revolucionario que la reconoce Marx, tuvieron que pasar de la sociedad feudal al socialismo quemando etapas. En la oportunidad revolucionaria esos pueblos, que no podían sentir la nostalgia de una libertad que nunca disfrutaron y que precisaban absolutamente salir de una situación de hambre y explotación masiva, no estaban en condiciones de apreciar el hecho de que, si bien la libertad cuando no sirve a la justicia social se convierte en una farsa, también es cierto que la justicia social sin la garantía de la libertad termina por no saber a nada o por saber muy amarga. Amargura que, desde luego, no deseo ni a Afganistán ni a ningún otro pueblo.

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También querría hacer notar al señor Escoriaza que, contra lo que él dice, yo no atribuía a Lévy la tesis de la muerte de Marx, aunque sí que sospecho que, porque sirve bien a «la reacción cultural eficazmente promovida desde Washington», la idea que, por ejemplo, está en el título de un artículo de otro de los «nuevos filósofos» (Benoist: «Marx est mort et remords», Magazine Linéraire números 127/128) y en Le Bris («Dieu est mort, Marx est mort et moi, je ne me porte tout-à-fait bien non plus») podría explicar el «boom» de la «nueva filosofía». Mi sospecha es la misma que manifestaba él Nouvel Observateur refiriéndose al lanzamiento para América en septiembre de 1977 por la revista Time de «France's New Thinkers», tras una portada con el retrato del creador del marxismo y sobre él la gozosa exclamación «Marx is dead».

Finalmente querría decir al señor Escoriaza que lo que ahora me hizo a mi coger la pluma, tras leer el último artículo de Lévy en EL PAÍS, no fue el deseo de atacar a los supuestos «nuevos filósofos», sino la indignación que me produjo el hecho de que dicho señor comparase la guerra de los «mullads» y la CIA en Afganistán con la del pueblo español en 1936. Aunque, en aras de la libertad de expresión, por mí y por el señor Escoriaza tan querida, podía hacerlo. Y yo contestarle./

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