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Antecedentes para "Doña Rosita la soltera"

Hoy se estrena la obra de García Lorca

El «poema granadino del novecientos dividido en varios jardines con escenas de canto y baile» Doña Rosita la soltera o el lenguaje de las flores, de Federico García Lorca, se estrena hoy en Madrid bajo la dirección de Jorge Lavelli y con Nuria Espert en su primer papel, bajo los auspicios del Centro Dramático Nacional. Esta pieza, que sólo fue representada una vez en vida de su autor en diciembre de 1935 en Barcelona, ha sido ya representada en once provincias españolas durante este verano, y ya han podido verla más de 80.000 espectadores.

Ahora, cuando Nuria Espert presenta en Madrid Doña Rosita la soltera o el lenguaje de las flores, última de las piezas dramáticas de Federico García Lorca estrenada en vida del poeta, se vuelve a hablar de romanticismo, con minúscula. Y es así porque esa comedia viene a ser un irónico y patético artificio lírico puesto en clave del novecientos -su primer acto se sitúa en 1890-, cuando lo romántico ha adquirido ya coloración de decadencia.En la obra de Lorca, en toda su obra, puede rastrearse la huella de un conmovido fantasma que se entretiene en bordar, aquí y allá, pequeños y conmovidos signos de nostalgia. Por ejemplo, en Libro de poemas, algunas de cuyas composiciones se remontan a la adolescencia de su autor, el efluvio romántico anima en ellas. Y no sólo por ciertos temas específicos -como Canción otoñal-, que lo potencian, sino en otras en las que en vez de un tema concreto parece aflorar un pretexto suspirado y anhelante. Naturalmente, también, está, junto a la actitud innovadora y vanguardista personal, el modernismo de esencia machadesca o juanramoniana, entonces todavía tan vivo, con sus granulaciones de silencio y de melancolía y sus empastados nocturnos y atardeceres. Poeta en Nueva York, una de las cumbres del surrealismo en España, resulta ser, en el otro extremo de la evolución del poeta, un libro casi de temblor roussoniano, además, claro está, de ser, como ya escribió Gerardo Diego, «lo más importante e inspirado de su obra lírica». Y Marianita Pineda, la segunda de sus obras teatrales, es un drama tomado de la flor contrahecha de un romanticismo que tiene como protagonistas, nada menos, el amor y la libertad.

Novia abandonada

Hace unas semanas, Antoniana Rodrigo, que tanto sabe de la presencia de Lorca en Cataluña, publicó, en el suplemento dominical de EL PAÍS, un reportaje sobre el origen de Doña Rosita, pieza inspirada, según sus datos, en la historia desgraciada de los amores de una prima del poeta, a quien el novio abandonó marchándose a Tucumán, que todavía era uno de los potosíes de la mitología de El dorado. Lorca, como recuerda la autora del reportaje, se había apoyado otras veces en sucesos reales, como es el caso de Bodas de sangre. Pero, sin desmentir en nada la versión de Antoniana Rodrigo, puede aducirse que el tema de la soltería había sugerido al poeta, mucho antes de aquel abandono, por lo menos tres pequeños poemas de su libro Canciones que, como se sabe, fue escrito entre 1921 y 1924.El primero de esos poemitas es el titulado Canción china en Europa, que de oriental quizá sólo contenga la levísima pincelada de una acuarela pintada sobre la seda de un biombo. En él, el poeta nos presenta el paseo de un florido Jardín. (Recordemos que Doña Rosita fue subtitulada como «poema del novecientos, dividido en varios jardines ... »). Una damisela se abanica, mientras cruza por un puente «un fresco río», en tanto un grupo de caballeros, puestos de levita, la contemplan. La señorita, con traje de volantes, «busca marido». Larnentablem ente, los caballeros están casados «con altas rubias de idioma blanco». Eso es todo. Este brevísimo drama de soltería no nos dice más sino que la dama y los caballeros caminan en direcciones opuestas.

El segundo se llama A delina depaseo. Es una desolación: «La mar no tiene naranjas, / ni Sevilla tiene amor». Pero Adelina, que es morena y es de fuego, según nos dice el poeta, pide palabras que «naden» a su alrededor. Termina suspirando: «Ay, amor. / ¡Ni Sevilla tiene amor! ».

Y la tercera canción que quiero recordar aquí es La soltera en misa. «Bajo el Moisés del incienso», ella sueña, encendida, mientras pende de sus manos, olvidado, el rosario. Sueña con «ojos de toro» que la miren. Y va vestida de «profunda seda». Virginia ni siquiera acierta a dar sus pechos « al rumor de la misa».

El tamiz de la ironía

Variantes, más o menos explícitas, del tema creo no imposible hallar en otros libros y poemas sueltos de Lorca. ¿No hay en el romance La monja gitana un súbito deseo de soltera que sueña con el amor humano imposible? Pero, ateniéndonos a las canciones citadas, tan deliciosamente desgranadas, de tan gracioso acento, todas ellas presentan el drama de la soltería en estilizaciones que apuntan a la interpretación irónica. La ironía es componente que acentúa el patetismo de la protagonista de la obra que ahora va a presentar en Madrid Nuria Espert. El tema de la soltería, para un poeta de la estirpe de Lorca, sólo podía llegar a expresarse plenamente en una tragedia de signo mitológico o en una comedia muy suelta de vuelo. Y en el plano de la comedia, ese vuelo tenía que filtrarse, como en el tratamiento de las canciones referidas, por el tamiz de la ironía. (No olvidemos la parodia de la «escena del sofá» zorrillesca que el poeta incluye en Doña Rosita). se trataba para él de ofrecer el patetismo en sepia de una estampa antigua a la luz de una nueva sensibilidad que pusiera de relieve lo que la perspectiva del tiempo descubre en ella de cursilería. De cursilería en clave lírica. Porque ya desde Ortega sabemos que uno de los rasgos del arte joven era su destino irónico. Ese destino recurre a veces al disfraz, pero no por ello, claro es, se desprende de su identidad. Todos podemos comprobarlo ahora.

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