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Bonn interpreta los sucesos de Polonia como un indicio de flexibilidad en Moscú

El que haya sido Erich Honecker, jefe del Partido Socialista Unificado de la República Democrática Alemana, el primero en la alianza socialista que se haya apresurado a felicitar al nuevo jefe del Partido Obrero Unificado polaco, Stanislaw Kania, se ha valorado expresamente en la República Federal de Alemania.

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A pesar de que entre los dos Estados alemanes se haya impuesto un compás de espera, más por el contexto de la política interbIoques que por razones interalemanas, para los medios políticos de Bonn se ha despejado en gran medida una grave incógnita: Moscú -y el mensaje de felicitación de Honecker ha contado, sin duda, con la aquiescencia del Kremlin- no sólo comprendió en su momento que el partido y el Gobierno polacos se viesen en la necesidad imperiosa de otorgar amplias concesiones a los ciudadanos, sino que tampoco parece tener inconveniente en «tolerar», al menos por ahora, que en Polonia, primer aliado de la Unión Soviética por muchas razones, el cambio de clima haya alcanzado a la misma cúspide del partido obrero.Por primera vez, en torno a un país del este europeo se produce ahora una «carrera de solidaridad» efectiva entre Oriente y Occidente, a pesar de las atribuciones de intervencionismo lanzadas por Moscú y Berlín Oriental, y de claudicación, provenientes del campo ultraconservador del oeste europeo. En sí misma, se piensa en Bonn, esta «pugna bienhecho.ra» no perjudica ni a los polacos, que sin excepción la dan por bien venida, ni al proceso de distensión.

Todo lo contrario: es una consecuencia positiva de Heisinki que sería muy de estimar se aplicase también respecto del Tercer Mundo. Por lo que toca a Europa, que Erich Honecker haya garantizado al nuevo cuadro dirigente polaco «pleno apoyo en esta situación, en la que los comunistas polacos y todos los verdaderos patriotas suman sus esfuerzos en la búsqueda de soluciones para los complicados problemas» que aquejan al país, es un buen indicio de que las fronteras de Polonia, en cuanto límites geopolíticos, no se encuentran en este momento amenazadas.

La solución dada en Varsovia al ya esperado desmontaje» político de Edvard Gierek, sin cuya continuidad al frente del partido se temió en la RFA en un principio que era más que posible una intervención militar soviética, ha animado en Bonn las esperanzas de un verdadero cambio interno en Polonia. Con ello, la ostpolitik, que se debate aún en su crisis de identidad más seria desde que nació, hace una década, recibiría un nuevo impulso, frente a quienes le aplican el atributo de claudicación frente al comunismo.

Para el Generalanzeiger, de Bonn, un diario bien conectado con el Ministerio de Asuntos Exteriores, «nadie duda de que el movimiento huelguístico polaco y sus consecuencias no serían ímaginables sin la Conferencia de Seguridad de Helsinki». Egon Bahr, secretario general del SPD, concuerda con esta interpretación y ha añadido que, por ello, la fase de la conferencia que se inaugura esta semana en Madrid debe evitar el camino de la confrontación: «Ni Afganistán, ni Oriente Próximo, ni Africa, ni Latinoamérica son objeto del Acta Final de Helsinki», por lo que los únicos problemas serios que, a su entender, «podrían influir en la Conferencia de Madrid serían una negativa del nuevo Ejecutivo polaco a aplicar las reformas prometidas o una intervención militar soviética».

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