Tras Marinaleda
Los sucesos del pueblo sevillano de Marinaleda, en el que los vecinos, con el alcalde al frente, llevaron a cabo una huelga de hambre hasta que sus reivindicaciones más perentorias fueran atendidas, plantea de nuevo el problema del paro, con algunas de sus secuelas más dramáticas y; por otro lado, de qué forma se articulan las presiones de las distintas fuerzas sociales para llamar la atención sobre sus situaciones particulares.A fuerza de repetirlo se ha convertido en un lugar común, pero no por ello menos cierto: no caben soluciones milagrosas al problema del paro. El millón y medio sin trabajo que en números redondos sufre la España de 1980 ya es un dato suficientemente grave en sí, que adquiere características dramáticas si se tiene en cuenta que dicha cifra representa más del 10% de una población activa anormalmente baja en relación con la de nuestros vecinos europeos y que la tasa de paro llega al 25 % en algunas provincias de Andalucía.
Los dos últimos siglos de la historia andaluza se han caracterizado por situaciones típicas de país subdesarrollado: fuerte predominio del sector agrícola, dependencia dentro del mismo de dos o tres productos a lo sumo -el algodón, la oliva- y una estructura de la propiedad de la tierra que hace prácticamente imposible la rentabilidad. Si a esto se te une la estacionalidad de los cultivos, se comprenderá fácilmente que la única válvula que permitía a Andalucía dar ocupación a sus hombres y mujeres era la emigración, una válvula que se cerró con la llegada de la crisis económica al continente europeo. La CEE, tradicional punto de destino de nuestros emigrantes, tiene inscritos er sus ofícinas de paro a casi siete millones ne trabajadores y ni siquiera los países normalmente importadores de mano de obra, como Suiza o la República Federal de Alemania, están libres del problema. Tampoco las regiones españolas que durante los años sesenta contrataron trabajadores andaluces, especialmente Cataluña, están en condiciones de continuar el proceso.
( ... ) Como en el resto de España, todo parece indicar que Andalucía tendrá que ir hacia una creciente terciarización de su economía, ya que los intentos industriales -Hytasa, Intelhorce- tampoco han sido afortunados.
( ... ) No se sabe hasta qué punto tiene sentido seguir hablando de la superación de una crisis que, en apreciable medida, viene impuesta por la irreversible internacionalización de la economía española; resulta imprescindible, en cambio, hacer todo lo posible por paliar los efectos de esa crisis con las únicas armas que España, una nación pobre en recursos naturales, tiene en sus manos: la imaginación y el trabajo.
29 de agosto
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