_
_
_
_
Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Nuestras fuentes de energía

EL COMISARIO de Energía ha anunciado hace unos días en Gijón que el gran objetivo energético durante el próximo decenio consiste en reducir nuestra dependencia del petróleo desde el actual 68% de nuestras necesidades energéticas totales hasta un 44%. La dependencia del petróleo por parte de los países industriales es ahora del 53%, y los propósitos anunciados en la cumbre de Venecia eran los de llegar a un 40%, también en el curso de estos diez años. Si se consiguiesen alcanzar las metas propuestas por el señor Magaña se habría dado un paso importante en la independencia energética, y las posibilidades de desarrollo estarían mucho menos hipotecadas.Los medios para llegar a tan ambiciosos objetivos supone continuar con el programa de las nucleares iniciadas o contratadas y acelerar dos vías alternativas. Por un lado, activando la entrada en funcionamiento de térmicas de carbón; por otro, gracias a las menores necesidades de fuel para obtener electricidad, reservando el petróleo importado para conseguir productos ligeros, como son las gasolinas. La estrategia es la misma que ha seguido Estados Unidos y que imitan a gran velocidad los otros países industriales. El petróleo desaparece progresivamente como combustible porque hay sustitutivos más abundantes y baratos, mientras se reserva como carburante. Esta política supone la reconversión de nuestras actuales refinerías, que todavía se comportan como simples destiladoras, en auténticas transformadoras de los crudos, mediante un proceso de separación, hasta convertirlos en los derivados que exige la demanda. Aquí pueden plantearse problemas administrativos con Campsa, que regula el mercado y establece el margen de refino como un FORPPA más, olvidando que sin márgenes de beneficios no es fácil acometer inversiones para reacondicionar las instalaciones. También debería plantearse, si el mercado fuese más libre, la conveniencia de seguir con siete refinerías, algunas casi artesanales, en un sector donde las economías de escala son necesarias y muy beneficiosas. Si por casualidad los criterios de libertad económica entrasen en este sector cabría, incluso, preguntarse por la utilidad de la continuidad de Campsa, que, por cierto, constituye todavía hoy un buen activo para ofrecerlo a los inversores particulares. El déficit del sector público se encontraría así con una ayuda inesperada y los consumidores no experimentarían ningún perjuicio y, por lo menos, se evitarían el sostenimiento de un organismo administrativo que ha perdido su justificación económica.

La otra vía rápida es la del carbón: construcción de térmicas y desarrollo de la minería nacional. Naturalmente que la elección del carbón se debe a su menor precio respecto del petróleo y, por tanto, sería un disparate embarcarse en un sistema «Hunosa» que invalidase esta alternativa. Además, las posibilidades de carbón importado a muy buenos precios son hoy mejores que dentro de unos años; es decir, que mientras los precios españoles no sean razonablemente competitivos no hay por qué pisar a fondo el acelerador de la minería nacional. El carbón español puede esperar, como le ha ocurrido al petróleo americano.

Las nuevas térmicas se van a instalar cerca de las cuencas mineras o próximas a los puertos. El programa, en teoría, parece estar muy adelantado, aunque quizá falte acometer algo tan sencillo como es la logística de los suministros de equipos para las nuevas instalaciones. El señor Magaña hablaba en Gijón ante un auditorio en el que había empresas asturianas fabricantes de equipos para este tipo de térmicas que, sin embargo, desconocían en sus detalles concretos los requisitos del programa. Ante sus ojos brillaba un mundo de posibilidades, mientras que su realidad era la escasa utilización de sus instalaciones industriales y el fantasma de la suspensión de pagos. En un país como el nuestro, con tanta intervención administrativa, el Ministerio de Industria debería, por lo menos, ser capaz de facilitar el conocimiento de lo que se va a hacer y organizar el suministro de materiales y equipos nacionales para las térmicas que están ya a la vuelta de la esquina. Resultaría muy triste que, una vez más, por la desidia burocrática nacional, cuando llegue el «día D» de los. suministros las empresas nacionales estén ya en crisis abierta y sea necesario retrasar las obras o acudir a la importación. No hay aquí propósitos o criterios de proteccionismo estrambótico para la producción nacional, sino una llamada al instinto de supervivencia en épocas de alto nivel de paro y escasas perspectivas de crecimiento.

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_