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"La mujer en el siglo XVII", conferencia de Carmen Martín Gaite

II Curso de Música Barroca en El Escorial

Nuevas conferencias se han sumado a las desarrolladas por Federico Sopeña en el aula magna de la Universidad María Cristina, de San Lorenzo de El Escorial, dentro del apretado programa del II Curso de Música Barroca y Rococó.

Carmen Martín Gaite, la novelista e investigadora, abordó el tema Usos amorosos y cortesanos del XVIII en Europa, tema que ha sido objeto de un extenso trabajo de la escritora salmantina, publicado en 1972 y hoy totalmente agotado, si bien en vías de reedición. Con palabra fácil y gran fuerza expresiva, expuso Carmen Martín Gaite el dique contra el que se estrella nuestra curiosidad, nuestro afán de conocer la intrahistoria de cada etapa histórica, pues nuestros conocimientos del pasado provienen de los tratados de historia oficial. Muchas veces, ese conjunto de mutaciones, de apariencia insignificante, son altamente representativos de los cambios que van operándose en la sociedad, a través de detalles tan nimios como la evolución de la moda en el vestir o en las costumbres. El siglo XVIII español, aunque haya sido estudiado en muchos aspectos, no lo estaba bien en el de la vida cotidiana, por lo que nuestra idea de él es la de un siglo aburrido, sin interés.Hacia 1750 floreció una moda que se llamaba el cortejo. Las mujeres podían, a través de él, relacionarse con el sexo opuesto. Esta moda aristocrática venía avalada por otra italiana: el ciscibeo, un modo de susurrar, decirse secretos al oído. El cortejo, especie de adorador o acompañante de la mujer, bien fuese un amigo de la familia, un caballero cosmopolita o un abate, podía llegar a ser amigo y confidente de la dama sin tener parentesco alguno con ella. Frente a esta costumbre se alzaron los tradicionalistas, mientras los modernos la aprobaban como cosa de buen tono, que daba prestigio. Las mujeres españolas, sumidas en un encierro y quietud seculares, acogieron con entusiasmo esta moda liberadora. Al tradicional recato sucedió el llamado despejo, incorporándose la mujer a las tertulias, que empiezan a ser más abiertas.

Valoración de la amistad

Comienza a valorarse la amistad, se ponen en tela de juicio los dogmas religiosos, operándose una escisión en el clero, donde aparece el tipo de abate a la italiana que puede llegar a ser cortejo. En las capas altas de la sociedad cambia la decoración en las casas, haciéndose más alegre. Se invita a los saraos en los cuales se baila el minué y otros bailes de la ciencia contradanzaria. La mujer se hace caprichosa y cuida su peinado, inventa códigos cosméticos, enseña el pie, hace uso del abanico con coquetería. Sus criadas hablan con escándalo de esas costumbres, pero las quieren copiar. Entonces surge la reacción de sus hombres, de sus maridos. Los majos acusan a los petimetres de falta de virilidad y juzgan a los maridos que permiten el cortejo de cornudos. Surge una corriente tradicionalista que empieza a revalorizar lo popular. La pauta de ese aplebeyamiento de la nobleza la da la duquesa Cayetana de Alba. Se viste con redecilla, va sola por la calle, pasea por el Prado de noche. Empieza a interesar el comportamiento erótico de las majas y majos, más briosos y sinceros en sus relaciones que los petimetres y petimetras.Carmen Martín Gaite aludió al fracaso del cortejo, más influyente en aspectos superficiales que profundos, y que vino a degenerar por amaneramiento. Al estar basado en la conversación, la mujer española de entonces estaba incapacitada para tratar otros temas que no fuesen las modas, los peinados... No podía tener una verdadera amistad con el hombre, cosa que todavía sigue ocurriendo.

Los primeros brotes de feminismo en España, aparte la excepción de la novelista del XVII María de Zayas, se deben buscar en el dieciochesco Discurso sobre la educación física y moral de las mujeres, de la dama aragonesa Josefa Amar Borbón, que escribió: «Cuando se busca la propia utilidad en la instrucción, se ha de procurar también depender lo menos que se pueda de otros, y en las mujeres siempre es peligroso cultivar habilidades que requieran mucha comparsa». No sospechaba la ilustre feminista, terminó diciendo Carmen Martín Gaite, que habían de transcurrir muchos años antes de que las mujeres españolas desterrasen tan peligroso hábito.

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