Uruguay tiene el único monumento en el mundo dedicado a Manuel Azaña
Al término de la guerra, gran parte de la intelectualidad española marchó a América. Allí, los hombres republicanos de las ciencias y las artes pudieron continuar su labor y fueron creándose centros republicanos en distintas ciudades. Uno de ellos, el de Montevideo, quiso rendir el 14 de abril de 1945 un homenaje a Manuel Azaña, dando su nombre a una plaza y, con ayuda del centro argentino, erigiendo un monumento; el único que existe en el mundo en memoria del político.Además de dicho monumento, de unos tres metros y medio de altura, realizado en granito y con la efigie en bronce de Azaña, la capital de Uruguay cuenta con otras referencias monumentales al republicanismo español: un monumento al presidente catalán Lluis Companys, una placa de granito conmemorativa del primer centenario de la Primera República española (1873-1973), una plaza llamada Guernica y varias calles con los nombres de personalidades republicanas. Hasta hace pocos años, en las fechas conmemorativas de la República española, una larga caravana de coches y autobuses recorría las calles uruguayas efectuando ofrendas florales. Al frente de la comitiva marchaban motociclistas de la policía, y en cada lugar de visita diversos oradores pronunciaban discursos. Pero estos actos, que contaban con numerosa concurrencia, han sido prohibidos.
Manuel Azaña, un revolucionario con la Monarquía y un conservador con la República -según el presidente de ARDE- será recordado, por iniciativa del ayuntamiento, por el pueblo madrileño.
«Es necesario revitalizar la figura de Manuel Azaña y hacer que la juventud española conozca el significado del republicanismo», considera Eduardo Prada, presidente de ARDE, partido cuyos miembros se consideran herederos del pensamiento político del ex presidente republicano.
Prada conoció a Manuel Azaña en Francia, poco antes de terminar la guerra española, gracias a la invitación que su padre -que mandaba el Ejército republicano del Norte- había recibido del político.
Y de aquel encuentro guarda un especial recuerdo. «Me impresionó su gran humanidad», dice, «y su tristeza, su desencanto. Sus frases "Lo único que merece la pena de todo este desastre son los combatientes" y "No se triunfa nunca sobre compatriotas" dan idea de su talante».
Una de las últimas actividades con Manuel Azaña como tema central ha sido el debate que tuvo lugar en el programa de Televisión Tribuna de la historia, emitido e pasado sábado. En él intervinieron destacados profesores e historiadores, quienes analizaron, dentro de lo limitado del espacio, la significación histórica y política de Azaña. Y fue quizá la premura que impone el medio televisivo lo que provocó -según el señor Prada- la parcial o nula aclaración de algunos criterios interpretativos erróneos.
«Se dijo que Azaña sacrificó a la Compañía de Jesús para salvar las demás órdenes. Pero eso no es cierto», comenta Prada. «Lo que él defendió fue la imposibilidad de una obediencia a otro Estado en un Estado democrático». Esto se refiere al cuarto voto de los jesuitas, según el cual la orden declaraba sumisión al Vaticano. «Por otra parte», añade, «el verdadero sentido de la manipulada frase de Azaña "España ha dejado de ser católica" es la manifestación de España como estado aconfesional, no del pueblo, pues Azaña sabía que el 80% de los españoles eran católicos».
Con respecto a la intolerancia del presidente republicano hacia los anarquistas, manifiesta Eduardo Prada que «no les tuvo nunca odio. Tan sólo no estaba de acuerdo con sus procedimientos ». Y a propósito de la pretendida inhibición de Azaña desde su cargo-refugio de presidente, puntualiza Prada: «El nunca se aisló, le arrinconaron. Contaban muy poco con él y durante la guerra civil fue prácticamente un prisionero. Su partido no estaba de acuerdo con el nombramiento porque sabía que significaba su aislamiento».
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