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Vuelve Godard con "Pierrot le fou"

La película se estrena hoy en los circuitos comerciales madrileños

Godard vuelve. Como vuelve la estética de los años sesenta, en esa especie de reencarnación provocada por los artífices de la llamada nueva ola. Pierrot le fou, realizada en 1965, se estrena hoy con todos los honores, tras haber sido burlada a los circuitos comerciales tradicionales. Dentro de unas semanas podrá verse de nuevo About de souffle, estrenada en 1960 con los títulos Al final de la escapada y Sin aliento, y dentro de un ciclo homenaje al director francés, organizado por los cines madrileños Alphaville, se pondrán en pantalla Tout va bien (1972) y Sauve quipeu (La vie), seleccionada en Cannes.

El último "filme" romántico

En los folletos publicitarios que aparecieron en 1965 en París, se decía de Pierrot le fou (Pierot el loco) que era «el primer filme negro en colores». Y de cine negro se trataba; era un género probado por Godard en About de souffle. Aunque también era «el último filme romántico», según los mismos folletos. Dosis policiacas, dosis sentimentales, puso Jean-Luc Godard en el guión de su película, basada en tina novela del americano Lionel White, Obsesión. Y comenzó a rodar sin esquemas previos, dipuesto -al menos de entrada- a improvisar.«Dos días antes de empezar Pierrot el loco», declaraba cuando la terminó, «no tenía nada. Sólo el libro. Y un cierto número de decorados. Sabía también que la acción transcurriría a orillas del mar, y todo fue rodado como en tiempos de Mack Sennet». Queriendo hacer «un retrato de la actbalidad moderna», Godard eligió a Jean-Paul Belmondo, cara popularísima del cine francés, y a su en tonces esposa, Anna Karina, para dar vida a una historia «puramente emocional con política dentro».

A pesar de que se había propuesto el cineasta «hacer una película de mismo modo que otros se dedican a correr», el empeño no resultaba fácil. «Una semana antes», recuerda en Une veritable histoire du cinema, 1980, «estaba dominado por el pánico. Había hecho ya las localizaciones, había contratado a la gente y me preguntabaqué iba a hacer con todo eso: era como si tuviera todos los ingredientes para una ensalada y al final no estuviera seguro de tener ganas».

Pero la ensalada se hizo, en coproducción con Italia, y se presentó, como algo audaz y palpitante, en el Festival de Cine de Venecia, en 1965. En España se presentó como una película para enteradillos o ratones de filmoleca, y ahora, cuando es normal -o casi- ir vestido a los años sesenta: pelo rapado, camisa abotonada, pantalones de bajo estrecho, ellos; pelo cardado, minifalda, ellas, y gafas ahumadas y zapatos puntiagudos, ambos, las locuras de Pierrot se presentan como ilustración o reflejo de la vida misma.

Godard revisionado, Godard en la versión ochenta de los sesenta, con una película hecha de lo que pasaba por su cabeza y por la de los espectadores: «Como si la cámara se invirtiera, como si el espectador tuviera una cámara en la cabeza o un proyector».

Hoy, con el estreno de Pierrot le fou como pretexto, los folletos publicitarios resumen las etapas representativas de la obra fílmica del director francés: «Pierrot el loco es un pequeño soldado que descubre con desprecio que tiene que vivir su vida, que una mujer es una mujer, y que en un mundo nuevo hay que hacer banda aparte para no encontrarse sin aliento».

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