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En su discurso, Juan Pablo II apoyó la labor de los obispos brasileños

Juan Arias

El Papa culmina hoy su viaje a Brasil, tras su visita a Manaos, la capital de la Amazonia brasileña. Termina así una visita de trece días de duración y 13.000 kilómetros, recorridos por las dispares tierras de este «continente» enclavado dentro de Suramérica. El que Juan Pablo II, que esta noche emprende el regreso hacia Roma desde Manaos, haya rehecho en las últimas horas el discurso que había preparado en Roma para todo el episcopado de Brasil, reunido en Fortaleza para la inauguración del X Congreso Eucarístico Nacional, es la mejor demostración de lo que ha sido este viaje.

Juan Pablo II pronunció ayer un discurso ante los 344 obispos de Brasil -el cuerpo episcopal más numeroso del mundo-, en el que dijo que «la mejor predicación que pueden hacer los obispos de una nación es demostrar verazmente su comunión. Sin esta comunión, todo lo demás se muestra peligrosamente precario».

«Nosotros, ministros de Cristo en su Iglesia», ha señalado el Ptpa, «tendremos credibilidad y eficacia al hablar de las realidades tem,porales sólo si antes (o al mismo tiempo) estamos atentos a proclamar una salvación que exceda todos estos límites temporales para realizarse en lo absoluto de Dios».

El Pontífice ha mostrado su satisfacción por la imagen que los obispos brasileños muestran al resto del mundo: «Imagen de pobreza y sencillez, de dedicación plena, de proximidad a vuestro pueblo, de perfecta inserción en sus vidas y sus problemas».

Un discurso que no sólo los obispos, sino todas las fuerzas políticas, esperaban para examinarlo con lupa, palabra por palabra.

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El Papa ha dejado ayer tarde Fortaleza para emprender la última etapa de su largo viaje con la boca amarga de los tres muertos y varios heridos a causa de los apretones de la muchedumbre, que deseaba entrar en el estadio para obtener un puesto durante la misa. La diferencia respecto a lo que había sucedido en la capital de Zaire, Kinshasa, no ha estado sólo en el número de las víctimas, que aquí fueron tres y allí, por lo menos, veinte, sino que esta vez se ha sabido todo oficialmente.

El Papa fue informado inmediatamente y el Gobierno le dio los nombres de las víctimas: María de Abréu, madre de un niño de cinco años; María de Lourdes Castro Farias, una viuda con diez hijos, Y Tereza Olivanla de Oliveira, una joven de diecisiete años que estudiaba en el colegio Noel Hugnen.

Hoy Juan Pablo II llega a Mariaos, en el corazón de la selva itmazónica, última etapa de su largo viaje. Será el encuentro con los indios. Aquí, el Papa, según el programa, tendrá que asistir a una preciosa fiesta de danzas de los indios del interior de la selva. Tres mil barcos, engalanados por los pescadores de la cuenca amazónica, surcarán las aguas del río Negro para homenajear a Juan Pablo II.

En el mundo político se han producido las primeras reacciones ¡a este viaje, que empieza a considerarse «demasiado político», a pesar de la insistencia del Papa en que su viaje es «exclusiva mente pastoral». Hay quien asegura que han sido estas reacciones las que han obligado a Juan Pablo II a cambiar el discurso y a los obispos nsistir en sus declaraciones a la Prensa en el deseo de colaboración con el Gobierno. Lo dijo ayer el cardenal Aloísio Lorcheider, arzobispo de Fortaleza, que afirmó que la Iglesia «desea colaborar lo más posible con las autoridades», aunque anadió que «el Gobierno debe estar al servicio del pueblo, y no al contrario».

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