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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

"Triunfo"

EL SEMANARIO Triunfo ha anunciado su cierre temporal hasta finales del verano, y su reaparición en el otoño como publicación mensual. Este esfuerzo de continuidad, si bien garantiza a los lectores la posibilidad de seguir recibiendo esas informaciones y análisis sobre las que descansa el bien ganado prestigio de la revista, no suprime el carácter forzado del cambio ni oculta las razones de fondo que lo han motivado.José Angel Ezcurra, su director, expone en un artículo las dificultades que amenazaban la supervivencia de Triunfo como semanario. «La sociedad actual -sus dirigentes, que son los de siempre y que saben muy bien lo que hacen- ha puesto el listón muy alto para que funcione con.desahogo una publicación de nuestro tipo: su enorme coste requiere cada vez más lectores, crecidas facturaciones publicitarias y mayores inversiones». Entre tanto, añadamos, la antigua Prensa del Movimiento sigue sufragando sus déficit con el dinero de todos los contribuyentes, el monopolio televisivo estatal captura, en condiciones de competencia desleal, cuantiosos íngresos publicitarios, que luego sus directivos despilfarran; los fondos de reptiles drenan subterráneamente el gasto público para intoxicar a la opinión y se promueva esa visión de pesadilla de una profesión periodística transformada en una especie de gremio medieval o de feudo señorial con titulación universitaria. Y esta realidad es más indivisible mientras la actitud claramente descrita por el secretario de Estado para la Información, en una reciente intervención pública sobre la inviabilidad del mantenimiento de la Prensa del Estado no reciba un refrendo político por parte del Gobierno. La posición del señor Meliá, que es muy de elogiar en este caso, debe, pues, servir de prólogo a una solución pronta y eficaz para este problema.

La forzada transformación de Triunfo de semanario en mensual no solo es un acta de acusación contra la política informativa gubernamental y contra ese «estado de libertad amenazada, vigilada », de la España de 1980, al que Ezcurra, acertadamente, se refiere. También plantea, al igual que lo hizo la desaparición de Cuadernos para el Diálogo, un serio interrogante acerca de la capacidad de la vida española, al margen de las estructuras -estatales, para alimentar y reforzar ese tejido social de instituciones y centros de poder autónomos del que tanto habla, pero al que tanto teme la clase política. Mientras Cuadernos... promovió, el diálogo entre ideologías y fuerzas políticas durante el franquismo, bajo el auspicio de Joaquín Ruiz-Giménez, Triunfo se situó, tras su reconversión en semanario político, en los eltramuros del establecimiento, y sirvió; durante los años sesenta y setenta, de núcleo agluti nador para los intelectuales y escritores de la izquierda. Las informaciones y los análisis de política internacional de Eduardo Haro Tecglen abrieron puertas y ventanas al aislamiento y al catetismo de la sociedad española bajo el franquismo, y fueron en ocasiones magistrales cartas persas para eludir la censura y hablar de los problemas nacionales. La preocupación por la autonomía de la vida cultural, el aliento a nuevos escritores y la renuncia a cualquier matiz de amarillismo y sensacionalismo completaron la imagen ejemplar de un semanario al que tanto debe la sociedad española.

Los inquisidores del anterior régimen persiguieron con especial saña a Triunfo; llegaron a clausurar la revista durante varios meses y trataron de socavar la autoridad moral y la honestidad política del semanario, acusándolo de dependencias partidistas. La llegada de la democracia demostró lo infundado de esa presunción. Triunfo fue un semanario independiente, sin ninguna militancia que le apoyara.

A los periodistas, a los informadores y a los comentaristas, el poder político puede perdonarles todo menos el pecado original de la independencia. Esa independencia es la que Triunfo no podía mantener ahora cada semana, pero sí, al menos, cada treinta días, demostrando dignamente la vocación de profesionalidad y servicio de su equípo redaccional. Deseamos que la nueva etapa que la revista iniciará en octubre se vea acompañada por el éxito que su empeño merece.

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