El Papa pidió al presidente Figueiredo reformas sociales profundas
Juan Pablo II, que ayer inició su segunda jornada de visita a Brasil, ha dado a su viaje un cariz marcadamente social, al reiterar ante el presidente Figueiredo su compromiso y el de la Iglesia con los pobres y al pedir de las autoridades brasileñas reformas sociales profundas.
El papa Juan Pablo II llegó ayer a Río de Janeiro, en donde fue acogido por más de un millón de personas. En su frenético viaje, el papa Wojtyla había salido por la mañana de la capital de Brasil para visitar Belo Horizonte, donde tuvo lugar un encuentro, lleno de calor y de color, con el mundo joven, en una ciudad que cuenta con mil fábricas y 600.000 personas que viven en barracas, con una miseria tan espantosa que ante ellas las clásicas barracas europeas son palacios, como advertía un misionero. «No será ciertamente el Río del carnaval el que recibirá a Juan Pablo II», habían afirmado todos los responsables eclesiásticos, señalando que más de 14.000 personas hablan visitado casa por casa para que la visita del Papa fuera un acontecimiento auténticamente «religioso».
En Río tendrá lugar un importante encuentro de Juan Pablo II con el CELAM, el organismo que reúne a todos los obispos de América Latina. Después de Puebla, en México, es la primera vez que el papa Wojtyla hablará con esta importante asamblea episcopal.
Mientras tanto, la Prensa destaca con grandes titulares los importantes encuentros en la capital de Brasilia del Papa con el presidente de la República, Figueiredo, y con el cuerpo diplomático. Había mucha curiosidad y preocupación por lo que se iban a decir cara a cara el presidente y el papa Wojtyla en un momento aún de tensión en las relaciones entre Iglesia y Estado, y en un país después de una larga y dura dictadura con tanta represión, tortura y muerte, donde las libertades fundamentales habían sido amordazadas. El Papa ha llegado a Brasil en un momento en el cual el régimen desea abrirse hacia la democracia, pero donde una Iglesia muy abierta aprieta para que esto no sea un hecho formal y se concrete en hechos manifiestos.
Toda la Prensa destaca en sus títulos que el Papa ha pedido en Brasil «que se lleven a cabo las reformas». Los observadores destacan que esto, que en Europa podría parecer muy poco, aquí es casi revolucionario. Aquí se va a la cárcel todavía por organizar una huelga.
El Papa, después de haber remachado una vez más que su viaje era «estrictamente pastoral», habló esta vez con mucha claridad al Gobierno, y después el cuerpo diplomático, recordando que cada país «tiene el deber de defender su paz y su seguridad en el interior»; pero añadió que «hay que merecerse esta paz, asegurando a todos el bien común y el respeto a todos los derechos».
"La Iglesia se esforzará siempre por los pobres"
A un régimen que niega a la Iglesia el derecho de intervenir en las cuestiones sociales, el Papa le dijo «que el poder tiene el deber de promover el bien social y la Iglesia, por su parte, se esforzará sin cesar en preocupación por los pobres». Esta es una frase que aquí ha impresionado porque a los obispos brasileños se les acusa de «preocuparse demasiado de los pobres». Ante el presidente, el Papa dijo que «el hombre no debe ser esclavo de nada ni de nadie» y que en la historia del Brasil existen «inevitables claroscuros, como en todos los países».El Papa reivindicó para el hombre «el derecho a la trascendencia» y afirmó, como una constante de su pontificado, que el hombre «no podrá comprender su misterio sin Cristo». Defendió el derecho de todo brasileño «de nacimiento o de adopción» a «proclamar y defender todos los derechos fundamentales de la persona humana, cómo el derecho a la vida, a la seguridad, al trabajo, a la casa, a la salud, a la educación, a la libertad religiosa pública y privada, a la participación».
El Papa pidió que se realicen en Brasil «aquellas reformas indispensables para salvaguardar la promoción de los valores sin los cuales no puede prosperar ninguna sociedad digna de este nombre». Estas reformas deberán ser realizadas sobre todo por quienes «se sienten orgullosos del nombre de cristianos». E indirectamente le dijo al presidente que sin estas reformas realizadas «con decisión y coraje, con prudencia y eficacia, fundada en los principios cristianos y en una objetiva y auténtica ética social» sería difícil evitar que tales reformas las realicen aquellas corrientes que «no dudan en recurrir a la violencia y a la directa o indirecta supresión de las libertades fundamentales inspiradoras de la dignidad del hombre».
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