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Tribuna:SPLEEN DE MADRID
Tribuna
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Carter

Y Manolo Sanlúcar a la guitarra, en el guateque estival del Gobierno a Rosa Carter, Rosalyn con su niña, como niña ofrecida, como paseado símbolo de la inocencia clara y rubia de América, ay América, después que Antonio Gala, o que Gordillo, o que Conchita Montes, o que Francisco Nieva, o que Pilar Cernuda, o que don Cierva. Guate,que al aire libre, las señoras de Carter y de Suárez, todo un guateque atlántico a la orilla nada atlántica, irónicamente escasa, del Manzanares. Después de la cena, Carter y Suárez, que vienen a los postres a ver flamenco. Trescientos madrileños, cien policías de Carter, cada magnolio es un detective, los cipreses creen en Lincoln, aunque sean del alegre cipresal del parque del Oeste, una ballestería de radioantenas como espadas en alto, honor a los presidentes y cautela a los dudosos invitados. Quedo, de pronto, en un triángulo de CIA/FBI/guardia personal, no me dejan pasar, si me dejan pasar, zenquiú, zenquiú, y Manolo Sanlúcar, a la guitarra, trenzando con sus mimbres musicales, como siempre el flamenco, esta pena de España, rejería, clausura que me oculta lo que puedan hablar, firmar, pactar entrambos presidentes. Siempre la juerga española como monacato o secreto de Estado, veladura de Falla o de Turina a lo que pueda pasár, a lo que estén comprando, estén vendiendo estos hombres de Estado: la mercancía Somos nosotros.Ya en Muerte de un ciclista, el genio de Bardem supo envolver en la zambra comercial y madriles el hondo chalaneo político-social de la posguerra. Ayer abundaba en el guateque / Suárez la referencia fácil al Míster Marshall de Berlanga, con el que ceno ya todas las noches, en uno y otro sitio, y su María Jesús, soriana y vívida, pero es más bien Bardem, la secuencia olvidada e inolvidable de aquel filme en que España, apoya en el quicio de la melancolía, como diría el gran Máximo, se compravende a sí misma bajo el vuelo amplio y culpable del faralae. La OTAN, la OTAN. A Carter lo encuentro de sonrisa y estopa, riendo a todo. A Suárez, cuando me da la mano, lo encuentro más moreno, bronceado en los traspatios de la Moncloa, sol de junio, pasada la pasada palidez del telecaos, cuando le revolcaron como a Paco Camino. Pero lo dice Perico Beltrán:

-Mira, Umbral, los políticos y los toreros están hechos de otra came.

De otra encamadura. Son pura reencarnación. Y Manolo Sanlúcar, poniendo caligrafía de llanto, escritura de guitarra, bordón antiguo y hermético a lo que se ha tratado, que nada sé de lo que se ha tratado. Como esas rúbricas enmadejadas de los escribanos, la guitarra rubrica, con su arabesco árabe, lo que aquí se ha tejido. ¿España portaviones?, con mimbres musicales y políticos, el entramado de coplas y palabras por el que una España bombardeada de etas, parada en sus arados, pobre, en crisis, puede entregarse en manos, en las manos rubias y pecosas de Carter, un presidente en trance electoral que necesita mostrar en alto jirones de mundo, desgarrones frescos de imperio, a la hamburguer humana e inmensa de las convenciones. Qué dirá Norman Mailer. A Rosalyn Carter la encuentro sin encanto, de ceño involuntario y de manos caídas. Le pregunto a Pilar Cernuda qué le ha dicho:

-Nada, que le gusta el Greco.

Ya es algo. Podía haber optado por Murillo. A la señora de Suárez la encuentro encantadoramente, casi provincianamente en señora de Suárez. López-Vázquez parece el gracioso de este involuntario Míster Marshall, con Flor al lado, toda de ojos y escamas. María del Pino, de la Moncloa, es la mujer más guapa del mundo. Cuando entraron los grupos regionales, tipo San José Obrero en el Bernabéu, comprendí que Franco se lo montaba mejor y se estiraba con un pastón. Pero Manolo Sanlúcar, la guitarra, el enigma español y sureño de un pueblo que no sabe si le compran o le venden..Tras de lo que la guitarra dice, lo que la guiitarra calla. Y el Gobiemo.

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