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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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El retrato de familia

Los pasados días, del 5 al 7 de junio, se reunió, en Luxemburgo, la Asamblea del Atlántico Norte para celebrar su sesión de primavera.Es costumbre generalizada de la mayoría de los medios de comunicación, en casi todos los países, no dar excesivo realce o puntual noticia de aquellos actos y reuniones de las instituciones políticas internacionales o de los encuentros de sus políticos que debaten y elaboran resoluciones para sus respectivos Gobiernos.

Años después de la fundación de la Organización del Atlántico Norte (4 de abril de 1949), se crea la Asamblea del Atlántico Norte (1955) en un mundo en que la guerra fría alcanza su cenit. Parlamentarios pertenecientes a los Estados miembros de la OTAN toman esta decisión con el fin de contribuir a la realización de los objetivos de la Alianza, tal como están precisados en el tratado, pero sobre todo, desde una óptica política. La Asamblea la constituyen 172 parlamentarios pertenecientes a los quince países y aunque sus reuniones son itinerantes tienen su secretariado permanente en Bruselas.

Los grupos parlamentarios españoles fueron invitados por vez primera, como observadores -sólo y hasta ahora Japón tenía ese título- en la reunión de primavera de 1978 (Bruselas, 11 - 13 de abril). Estuvieron presentes los grupos de UCD y CD. Los socialistas no asistieron, pienso que por razones coherentes con su política atlantista.

La última reunión, a la que nos referimos, ha estado impregnada por una atmósfera de denso pesimismo. La situación no es para menos.

Las relaciones Este-Oeste pasan por una profunda crisis que recuerda, en ocasiones, a las mejores épocas de la guerra fría. Algunos observadores señalan que la sociedad soviética se está convirtiendo en una «stratocracia», con mayor predominio de la sociedad militar sobre la civil. El Ejército ruso forma dentro de esta comunidad una clase separada y privilegiada, en su conjunto, con un mayor estrato económico y social. Por otra parte, añaden los observadores, el pueblo está agotado y cansado por los cargos que suponen para el Estado y, por tanto, para la comunidad, la producción de armamento como los Mig-25 o las armas termonucleares. En política exterior y en el mando supremo y colegiado de la Unión Soviética tales hechos tienen reflejo innegable, añaden las mismas fuentes.

Intensas contradicciones

El Occidente, por su parte, y éstas son las conclusiones que desearía sacar de la reunión de Luxemburgo, está cuajado en sus relaciones, como es ya tradicional, de intensas y continuas contradicciones. A veces se tiene la sensación de que no existe una política internacional concertada. En más de alguna ocasión, ni siquiera de previas consultas, a pesar de las continuas cumbres y encuentros bilaterales.

Hay algún extraño mecanismo que no acaba de funcionar. Nacionalismos desfasados, extemporáneos o mal entendidos; falta de solidaridad en la defensa de políticas o intereses comunes, sean energéticos o de otras materias primas; exceso de los reflejos de las políticas internas y sus emociones, sobre todo en períodos electorales, en las relaciones internacionales; deseos de predominio e iniciativa de unos países sobre otros...

Los representantes americanos en la Asamblea se quejaron de la falta de solidaridad de sus aliados europeos y pidieron un esfuerzo, cada día mayor, a Japón, por los favores y repercusión que para este país tiene todo lo que sucede en el Oriente Próximo.

Por su parte, los trece países europeos hicieron casi unánimemente, la misma crítica a Estados Unidos por la paralización del SALT II, por la conducta de Carter sobre la política europea como consecuencia de los acuerdos de paz egipcio- israelí es y de la presencia, cada vez más acusada, del viejo continente en aquella área.

Pero, al final, el Occidente está condenado a entenderse y por eso fue unánime, aunque matizada y corregida por diversas enmiendas la resolución contra la URSS por la invasión afgana, que servía además como pretexto para subrayar la necesidad de intensificar los esfuerzos de paz y seguridad en la zona por parte de los países miembros de la OTAN, y reforzar sus mecanismos de defensa. ,

En los pasillos fue mucho lo que se habló de la Conferencia de Madrid. Algunos piensan que, después de la reunión preparatoria (septiembre de 1980), quizá fuera conveniente aplazar, después de la apertura solemne (noviembre de 1980), la conferencia para principios de 198 1. Otros opinan que hay que insistir en el capitulo de la defensa de los derechos humanos. No faltan voces que se inclinan por una política más realista.

Estos últimos resaltan que lo que hay que salvar por encima de todo es la política de distensión. Es mejor conseguir algunos resultados de los encuentros de Madrid, aunque sean pocos y escasos, antes que no obtener ninguno. Es conocido que unos de los fracasos de la Conferencia de Be1grado fue la defensa de los derechos humanos hecha por los países occidentales.

Todos, sin embargo, son partidarios de celebrar la conferencia de Madrid y su continuación a través de grupos de trabajo, especialmente dedicados al desarme y su control.

Cuando el 1 de agosto de 1975, los jefes de Estado y de Gobierno de los 35 países firmaron, en Helsinki, el acta final se hicieron una foto que recogió toda la prensa mundial. Aquel cuadro parecía un buen retrato de familia, confiada y unida, con la sonrisa de la paz y la distensión, en un mundo que empezaba a ser amenazado por una gigantesca crisis económica. El tiempo, por encima de los buenos deseos y de las fundadas esperanzas, amarillearon la foto, como sucede con los viejos recuerdos.

Pero la distensión, la paz, no es algo estable, que se coloca en un marco, como adorno encima de una mesa de un despacho cualquiera, sino algo cambiante y dinámico que pide el esfuerzo y el trabajo de cada día. Ese fue el afán y el motivo primordial de las reuniones de primavera que la Asamblea del Atlántico Norte celebró hace unos días, en Luxemburgo, que gusta llamarse románticamente el corazón verde de Europa.

Joaquín Muñoz Peirats es vicepresidente de la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa y diputado de UCD por Valencia.

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