_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Festivales de música en Madrid, la salvación o el purgatorio

Una de las desventajas de los grandes festivales al aire libre es que, si no llenas, te arruinas. Bien es cierto que si va gente el cuerno de la abundancia no suelta frutas, sino pepitas de oro, pero esto último no es normal.El sábado pasado la buena gente de El Ecologista mostraba la paradoja afirmando que el festival que debía salvar la revista había acabado por hundirla. Al día siguiente, domingo, la Joven Guardia Roja cavilaba sobre cómo cubrir las estruendosas deudas que les había endilgado la segunda edición de su Fiesta Celta. En ninguno de los dos festivales el público respondió al mínimo exigible para cubrir gastos, y es que un tinglado de estos, que dura un pico de horas entre polvo, sudor y más polvo, sólo puede atraer a grandes masas cuando lo que se ofrece, todo lo que se ofrece, posee el suficiente gancho, con independencia de que sea mejoro peor.

El sábado, y bajo un sol tipo Lawrence de Arabia, dio comienzo con algún retraso el Festiva Antinuclear a Tope. Entre la consigna, un pelo maximalista, el calor y que los primeros iban a ser Suburbano, Luis Eduardo Aute, Luis Pastor y, el portugués Fausto, el campo del San Blas tardó bastante tiempo en ofrecer un aspecto por lo menos digno en cuanto a asistencia se refiere. Suburbano y Aute habían actuado hacía dos semanas en lo de los socialistas, Luis Pastor reaparecía en un marco poco propicio para apreciar posibles cambios, y en cuanto a Fausto, una mala disposición del escenario (de espaldas a poniente) provocaba ráfagas de ceguera entre quienes intentaban verle.

Una vez que hubo pasado la parte, folklórica, sale a escena Mamá (presentados como Mama de ubre, por alguno de los animadores), uno de los grupos guapos que está dando el resurrecto pop madrileño. Mamá es un conjunto que lo ve bastante claro, y no sólo eso, se lo hace ver claro a quienes les escuchan, hecho éste poco habitual. El grupo suena bien (en esta ocasión, y gracias a la distribución del equipo de sonido, sólo en el centro-centro del campo), tienen un buen juego de guitarras y una voces; pop, sin caer en lo blando. Como además sus canciones son majas y entran rápidamente, no es raro que, fueran ellos quienes consiguieran centrar el festival.

A todo esto, la gente andaba algo mosca porque el Camarón había dado la espantada. Pero, en fin, resignación y a escuchar a Nacha Pop, otro grupo madrileño que lo ve algo menos claro que Mamá. No es que lo hagan mal ni que no tengan buenas canciones; sencillamente, es que, excepto en un par de ellas, tienen poca vista para quedarse con el público. Lo suyo no es ni rock duro ni pop, no se baila bien, y de todas formas aquél no era sitio para escuchar a gusto. Tienen un elepé grabado que puede permitir oír en mejores condiciones qué es lo que pretenden hacer y, sobre todo, cómo quieren sonar.

En realidad, para lo que había ido casi todo el mundo era para la orquesta Platería, orquestina catalana que suelta mambos, boleros, rock and roll y lo que se les ponga por delante. Con una sección de vientos que da gusto (porque está bien y porque se oyen pocas), un animador que es más chulo que un chamberilero y una carga de trabajo y de respeto al personal de agradecer, la orquesta Platería consiguió levantar a la gente sobre sus pies y aquello fue la fiesta. Poco después salía Hilario Camacho, que logró sentar a los alzados para comprobar poco después cómo la gente desfilaba al son de su agradable música. Era muy tarde y por los bloques de San Blas rebotaba su voz como una despedida. Bonito.

Al día siguiente poca gente pagó para ver la Fiesta Celta, que se desarrollaba en la Casa de Campo, y que empezó con muchísimo retraso. No pude escuchar a Dan Ar Bras ni a los Tannahill Waevers, pero sí a Swansea Jack, que con sus voces galesas arrullaban la media tarde. Eran enormemente agradables, pero lo que la gente quería era jarana. Esto se lo dio La Banda, que con sus ocurrentes juegos de palabras, sus sorprendentes presentaciones (en un tono tronquil rayano en lo faltón) y sus buenas canciones lograron poner a bailar a la gente. Es una suerte que esa misma gente no cayera en que la mitad del tiempo varios instrumentos estaban fuera de tono, que los ritmos se cruzaban y otros detalles de este estilo. Se lo pasaron bien. eso es lo importante.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_