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El Gobierno francés trata de desdramatizar su querella con Estados Unidos

Las autoridades francesas, «a pesar de la fricción actual», como consecuencia de la cumbre de Varsovia, estiman que no sería conveniente dramatizar por lo que respecta a las relaciones París-Washington. En el interior, las críticas al diálogo Breznev-Giscard están condicionadas, en alguna medida, por las elecciones presidenciales de 1981.Los responsables franceses multiplican las explicaciones a los principales aliados occidentales para convencerles de que «aislar a la Unión Soviética constituiría un error político grave», según expresión del ministro de Exteriores, Jean François Poncet, ante la Asamblea Nacional. Con ello pretenden «legalizar» la iniciativa de la entrevista sorpresa Breznev-Giscard que, en su fuero interior, consideran perfectamente legal.

De las críticas que han llovido durante las últimas horas sobre el presidente francés, la del Gobierno americano, por ser la más acerba, ha sido rechazada de plano: «No comprendemos la actitud de Washington», dicen los medios diplomáticos oficiales. Por lo que toca a la forma, EE UU fue informado, y respecto al fondo del problema, Francia tiene el mismo derecho que los demás a mantener contactos con la URSS. En Viena se encontraron Gromiko y Muskie, y Schmidt va a viajar a Moscú. No es seria la actitud americana, en donde se nota una acción paralela entre la Prensa y la Administración. Pero todo esto no tiene demasiada importancia: las próximas elecciones presidenciales influyen en el clima actual, que no es el mejor, pero no olvidemos que a finales de mes Poncet y Muskie se verán en Estados Unidos, con motivo de un viaje privado del primero para dar una conferencia».

En el interior, salvo los comunistas, los demás partidos políticos continúan analizando agriamente la entrevista de Varsovia. El líder del Partido Socialista, François Mitterrand, no critica el encuentro en sí, «sino que Giscard haya visto a Breznev para no conseguir nada». Los gaullistas emiten juicios semejantes, «criticando las decisiones más gaullistas de Giscard», estiman los partidarios de este último. La diplomacia giscardiana, en la que se inscribe la cumbre de la capital polaca, se pretende «independiente», «neutralista», como lo fue la del general Charles de Gaulle y la de Georges Pompidou. Pero la reacción que les inspira a los partidos políticos galos, a un año de las presidenciales de 1981, no escapa a la influencia del electoralismo.

Un diario de la mañana, tras la acogida favorable del partido comunista, titulaba en su primera página: «Giscard, reelegido en 1981 ».

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