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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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El "caso Sener": necesaria amnistía laboral

Hay en la mayoría de los hombres un sentimiento de aversión hacia aquellos individuos o grupos que, en circunstancias difíciles para su entorno o colectividad, tienen dotes para hacer caso omiso de la circunstancia y aprovecharse de ella en su propio beneficio.Los estraperlistas en tiempos de hambre, los contratistas por salarios mínimos en tiempo de paro, los prestamistas con usura, etcétera, son socialmente rechazados como explotadores del problema ajeno, jugadores de ventaja, protagonistas de juego sucio, en suma.

Entre las mil y una variantes de ruindad posibles, hay una cualidad que aparece en todos sus aprovechados autores. Todos ellos pueden cerrar sus ojos y su corazón al dolorido entorno que les circunda y moverse en él como pez en el agua, con la sangre fría y capacidad de cálculo suficientes para sacar partido de la situación. No hay que tener en cuenta que el necesitado sea conocido del abusivo prestamista o que la ciudad o país traumatizado sean los propios. No existen relaciones de vecindad ni patriotismo a considerar cuando la oportunidad está al alcance de la mano. El negocio. es el negocio y el fin justifica los medios. Para ellos, los términos de vecino o patria cobran algún significado cuando respaldan su posición coyuntural o cuando pueden ser utilizados como catapulta que permite llegar más allá a sus sacrosantos intereses.

Es también cierto, sin embargo, que, en las mismas circunstancias, otros hombres reaccionan actuando de manera radicalmente opuesta a los anteriores.

En la balanza del alma humana, el platillo de la solidaridad, del sentido profundo de la comunidad humana, vence al contrapeso que suponen el egoísmo, la comodidad y el miedo. Se siente una inexcusable necesidad de compartir el dolor o la desgracia de nuestros convecinos, paisanos o compañeros de clase. Este sentimiento, nítido y firme, puede interpretarse, según los casos, como solidaridad de clase o comunión humana, se traduce en un impulso de trascendencia e identificación con los hombres que sufren.

Euskadi fue en mayo de 1977 un país profundamente traumatizado.

Cuando parecía que nacía una posibilidad de sentar bases estables a la democratización, cuando se entreveía un futuro de comprensión y convivencia, cuando se abría la esperanza de la necesaria reconciliación, cinco trabajadores fueron inexplicablemente abatidos en sus calles durante la Semana pro Amnistía Total.

Los trágicos acontecimientos cayeron como un mazazo sobre la esperanzada población. Los grupos democráticos y la totalidad de los sindicatos del País Vasco convocaron a una acción de protesta que se concretó en un huelga general el lunes 16 de mayo.

Tan generalizado fue ese sentimiento de perplejidad y frustración en Euskadi, que incluso los gobiernos civiles aseguraron a las fuerzas convocantes su tolerancia hacia las concentraciones y manifestaciones previstas.

La población de Euskadi respondió de forma masiva, paralizando totalmente la actividad de un país que comenzaba a distender su larga crispación. Crispación que duraría hasta que, como necesario compromiso democrático, se promulgó el 15 de octubre de ese mismo año la ley sobre Amnistía.

Como única excepción en todo el País Vasco, la dirección de la empresa Sener, Técnica Industrial y Naval, SA, tomó represalias sobre los participantes en la huelga general y sancionó con el despido a cuarenta de sus trabajadores, entre ellos a la vanguardia sindical y a la mayoría del jurado de empresa.

Atrás quedan los fallidos intentos de reducir la plantilla de la empresa mediante la reiterada provocación; la represión de los derechos de información y reunión de los representantes sindicales; las sanciones injustificadas a los jurados de empresa que, por dos veces, serán retirados por las magistraturas de Trabajo por absoluta falta de legitimidad en la actuación de la empresa. Atrás queda una trayectoria que incluso merecerá, bajo la acusación de un claro abuso de autoridad, la insólita sanción de la Delegación de Trabajo de Vizcaya a propuesta de la AISS.

Como pescador de río revuelto y decidido a no dejar pasar la oportunidad, por ruin o impopular que pareciera, Sener aprovechó el trauma de mayo, la tragedia que sacudió a Euskadi, para despedir a cuarenta trabajadores que, siguiendo la convocatoria de las fuerzas democráticas, dejaron a un lado sus intereses personales, en claro riesgo, dado el carácter de la empresa, para mostrar su solidaridad con el clamor popular de protesta.

En octubre se promulgó la ley de Amnistía y a ella, en su vertiente laboral, se acogieron los trabajadores despedidos, cuya demanda, tras una vista en la que se dio documentado testimonio de la trayectoria represiva de la empresa, fue estimada en una precisa y elaborada sentencia en la que la Magistratura de Trabajo de Vizcaya declara amnistiados a los trabajadores en diciembre de 1978.

La empresa se obstinó, sin embargo, en no readmitir a los trabajadores amnistiados, interponiendo recurso ante la Sala del Tribunal Supremo, recurso cuya vista pública tendrá lugar el próximo martes, 6 de mayo.

Sener, durante largo tiempo a la búsqueda de cualquier medio para simultanear un ajuste de plantilla con la eliminación de los trabajadores que han planteado reivindicaciones laborales y sindicales mínimas, ha despreciado absolutamente lo que para Euskadi significaron aquellas muertes y aquella Semana pro Amnistía. Con su comportamiento directamente entre los protagonistas del juego sucio, de los que generan en el pueblo sentimientos de engaño e impotencia, de los que fomentan su frustración y su ira.

Hoy, en Euskadi, negros nubarrones de crisis económica, escepticismo político y violencia continuada aparecen en el horizonte del nuevo Gobierno vasco. Un Gobierno de derechas, un Gobierno en cuya lista no están los trabajadores ni sus representantes, pero un Gobierno surgido, al fin y al cabo, de un Estatuto que, a su vez, fue posible gracias a la previa amnistía y a la lucha de todos los sectores populares.

El comienzo de la andadura del Gobierno Vasco mantiene todavía un débil hilo de esperanza incluso entre la clase trabajadora, la clase que, a través de la movilización y de sus representantes en el Parlamento, expresó entonces la absoluta necesidad de la amnistía política y laboral como punto de partida básico para la esperanza democrática en Euskadi.

La clase trabajadora vasca, sumida en un profundo desencanto político y angustiada por la difícil situación laboral existente en Euskadi, necesita cualquier tipo de estímulos que le ayuden a mantener su debilitada credibilidad en los acuerdos democráticos.

Si la ley de Amnistía fue un acuerdo democrático, si la nueva amnistía, la de 1980, requerirá caudales de generosidad, de inteligencia y de imaginación políticas, esperemos que una pequeña, pero significada parte de la clase trabajadora vasca, los cuarenta despedidos de Sener, pueda ver confirmada en el Supremo su amnistía laboral, cumpliéndose as! su propio eslogan de: «Sener, amnistía para los que lucharon por la amnistía».

Juan María Bandrés, es diputado del Congreso por Guipúzcoa, en representación de la coalición Euskadiko Ezkerra

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