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Borges: "Quizá yo sea un silencioso anarquista"

Más de 3.000 personas le escucharon en Barcelona

«Quizá yo sea un silencioso anarquista», dijo Jorge Luis Borges en el acto celebrado el sábado pasado en el paraninfo de la Universidad de Barcelona, por iniciativa de la editorial Bruguera. Ante más de 3.000 respetuosas personas, que atestaban un lugar de audifonía dudosa, cerraba con esta definición un acto en que el maestro argentino había contestado a las preguntas del público y a las de sus dos presentadores, Joaquín Marco y Marcos Ricardo Barnatán.

«No represento a ningún Gobierno», dijo Borges, respondiendo a la única pregunta de tipo político que le fue planteada. «No pertenezco a ningún partido político y no he hecho política activa. Quizá yo sea un tranquilo silencioso anarquista, que sueña en su casa con que desaparecen los Gobiernos. Yo descreo de las fronteras, y también de los países, ese mito tan peligroso. Sé que existen y espero que desaparezcan las diferencias angustiosas en el reparto de la riqueza. Y espero que alguna vez haya un mundo sin fronteras y sin injusticias». Respecto a su posición en la Argentina, dijo: «Ustedes saben que yo fui perseguido por Perón. Ahora soy uno de los cuatro escritores que firmaron un manifiesto contra la guerra con los chilenos». Y, efectivamente, Borges, Bioy Casares y dos escritores más protestaron públicamente contra la campaña de violencia y guerra desatada por la Junta Militar, que Borges, ya en privado -pero entonces de manera pública -, entendía como irracional, interesada y, caso de ser llevada adelante, como parecía, innecesaria y espantosa.Naturalmente, de lo que más habló es de literatura. Habló Borges de la biblioteca paterna, de donde son sus lecturas fijas y recurrentes: Stevenson, Chesterton, Kipling, el Quijote, «en aquella edición de Garnier, que para mí es el verdadero, el único Quijote».

«Desde temprano supe que mi destino era leer y escribir. Mi familia tiene una tradición militar. Ellos hacían las batallas. Yo alguna vez quise estar también en ellas, pero ahora sé que el libro permite volver. Una batalla sucede y acaba. A la narración de una batalla se puede volver siempre». Se refirió también a la relación entre la ceguera y la lectura: «Ahora me está vedada esa felicidad de leer, pero siempre viene a casa alguien que lee para mi, por mi. Y, ya ven, aunque soy ciego, sigo comprando libros...».

La pasión de la lengua es insaciable en este escritor argentino y, por tanto -como dijo respondiendo a una pregunta, «heredero de todas las tradiciones europeas. No, no respondemos a tradiciones indigenistas, como otros países, porque en la Argentina precolombina no había culturas organizadas». Constantemente hace alusión al anglosajón, a la lengua de los vikings -«qué horror decir vikingos: cualquier día tendremos que hablar de la obra de Kiplingo»-, al islandés, al latín. «Yo», dijo, «fui un buen latinista. Ahora apenas me quedan algunos latines ... ». Latines que le permiten desatar su pasión por las etimologías, por la búsqueda de las raíces comunes de las lenguas, por las comparaciones. «Conocer la etimología de cada palabra, y los sentidos de que la han llenado los poetas, es muy importante. Yo no creo que los lenguajes estén hechos de cifras arbitrarias. Yo no creo que sea lo mismo Moon y Luna, y Lune». Y Borges, además, pone el ejemplo de la palabra ruiseñor, «ese pájaro que ha obligado a todas las lenguas a ponerle una palabra hermosa. Ahora», dice con una sonrisa tiernísima, «estoy aprendiendo japonés».

Cuando le preguntan cómo trabaja, siendo ciego, y el papel de la ceguera en su obra, dice Borges: «Yo, como soy ciego, debo pensar que la ceguera es un don. Así al menos he tratado de contarlo en mi libro Elogio de las sombras, y creo que he sido razonablemente sincero. Yo, que vivo en una especie de neblina azulada, verdosa, no quiero ni debo tenerme lástima. Y por la noche sueño, todos los días, con colores tan brillantes que, a veces, me asustan ... Tengo la memoria llena de imágenes. Me basta con lo que he visto. Antes, cuando veía, miraba las cosas superficialmente. Ahora las recuerdo y las veo en profundidad... Antes leía superficialmente, porque sabía que ahí estaba el libro al que podría volver. Ahora trato de recordar, de conocer profundamente lo que me leen. Mi memoria se ha fortalecido en la ceguera».

«Naturalmente sigo escribiendo, soñando y tramando borradores mentales. A veces se me aparece una frase, y no sé si va a ser un poema, un cuento... Dicto una frase, y tal vez es el principio o tal vez el final. Pero yo trabajo haraganeando. Dejo que el verso o el relato se me aparezcan, y sólo mucho después, algunas veces, sé cuál es el sentido. Yo», dijo Borges antes de pasar a la política, tema con el que abríamos esta información, «no sé quién soy. Tal vez no sea nadie. Posiblemente, una ilusión creada por la generosidad de todos ustedes».

Entre sus referencias españolas, Borges no podía dejar de hablar de Cansinos Assens, y en las argentinas, de Macedonio Fernández.

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