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La escalada de la crisis EEUU-Irán

Kennedy venció a Carter en las elecciones de Michigan

Pasadas las primeras veinticuatro horas después del fracaso de la operación militar de rescate destinada a liberar los 53 rehenes norteamericanos en Teherán, el presidente de Estados Unidos, Jimmy Carter, afronta las reacciones internas y externas de la fallida acción.Carter se encuentra reunido con sus principales consejeros en la Casa Blanca, renunciando a su tradicional fin de semana en la residencia de Camp David.

Parece evidente que los nuevos acontecimientos en Irán, con el traslado a lugares desconocidos de los rehenes, convierten en irrealizable otra acción de rescate militar. El riesgo es demasiado grande y, a pesar de las palabras del secretario de Defensa, Harold Brown, afirmando que «no se descartan otras operaciones militares», todo indica que la única vía de salida será la negociación.

El fracaso de la operación de rescate militar, «que no se debe a los iraníes, sino a los fallos mecánicos de nuestros helicópteros», como recuerda el diario The Washington Post, coloca al presidente Carter ante una encrucijada que puede costarle su próxima reelección a la Casa Blanca.

En política interior, el primer índice popular ha sido el resultado de las elecciones para compromisarios demócratas (caucus) celebrada el sábado en el Estado de Michigan. El senador Edward Kennedy, según los resultados de última hora, ha denotado al presidente Jimmy Carter por un solo voto. Kennedy logró 71, frente a los setenta obtenidos por Carter, para la designación de los 141 delegados de este Estado. No obstante, se opina que la crisis económica ha sido más determinante para la victoria de Kennedy que los últimos acontecimientos en Irán. La capital de Michigan, Detroit, es sede de las tres grandes firmas de la industria del automóvil (General Motors, Ford y Chrysler), hoy afectadas por la crisis con el cierre de varias factorías, y Kennedy ha sido apoyado en este Estado por el potente sindicato del automóvil.

Las reacciones de los países aliados, que habían prometido presiones económicas contra Irán si antes del 17 de mayo no se vislumbraba una actitud destinada a liberar los rehenes, son tema de seria preocupación en Washington. Más aún que las opiniones interiores, moderadas y casi favorables, excepto raras excepciones, a la actuación del presidente Carter.

Incluso la mayoría de miembros de la Comisión de Relaciones Exteriores del Congreso, que preside el demócrata Frank Church, parece interpretar que no era obligatoriamente necesaria una consulta previa del presidente al Congreso, como exige la Constitución norteamericana para casos de operaciones militares. Se trataría, según esta interpretación, de una «misión antiterrorista, con carácter humanitario».

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Son muchos los interrogantes que pesan sobre la «fidelidad» de los principales países aliados, una vez demostrado que Estados Unidos intentó seguir su propio camino, al margen de una solidaridad lograda después de muchas presiones. Carter habló personalmente al canciller alemán, Helmut Schmidt; con la primera ministra británica, Margaret Thatcher, y con el presidente de la República Francesa, Valery Giscard d'Estaing, para exponerles la situación después de la derrota mecánica de los helicópteros norteamericanos en las desérticas tierras iraníes.

Warren Christopher, vicesecretario de Estado norteamericano, recibió en Washington a los embajadores de los países aliados miembros de la OTAN, más los de Japón, Nueva Zelanda, Australia y España, pidiéndoles que transmitan a sus Gobiernos que continúen su política de «acciones duras y colectivas, tanto en terreno económico como político». Un ruego que peligra no ser escuchado en el conjunto de capitales occidentales.

Si el temporal en materia de relaciones exteriores se avecina un tanto sombrío para la Administración Carter, tampoco es muy claro el futuro de la reacción interior. ¿Continuará la moderación de los adversarios electorales de Carter, pasadas las primeras jornadas de apoyo patriótico? Edward Kennedy dijo: «Sean cuales sean las diferencias, somos una nación unida en nuestro compromiso frente a la liberación de los rehenes. Nuestro interés por sus familias y nuestra pena por los héroes que sacrificaron su vida intentando salvar a sus compatriotas».

Entre los republicanos, Ronald Reagan, el más serio adversario del presidente Carter, pidió «seguir unidos y rezar todos juntos», después del fracaso de la tentativa de rescate. Georges Bush expresó su «apoyo sin equívocos al presidente».

Tan sólo John Anderson, ex candidato por el Partido Republicano, que se presenta actualmente como candidato independiente, fue crítico desde el primer momento. «Apoyo al presidente, pero me pregunto sobre la oportunidad y el momento de haber llevado a término tal intento de rescate».

Entre los familiares de los rehenes secuestrados en Irán por los militantes islámicos revolucionarios el sentimiento más generali zado es la frustración. Se comenta favorablemente el intento deCarter de liberar a los rehenes por vía militar, pero se teme que lo único logrado sea una radicalización de los iraníes.

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