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Entrevista:

Rudolf Bahro: "En Europa oriental hay conciencia creciente de que el sistema no funciona"

Rudolf Bahro, nacido en Bad Flinsberg (Silesia polaca) hace 44 años, es uno de los disidentes comunistas de Europa Oriental más conocidos en Occidente, donde su libro La alternativa, Crítica al socialismo realmente existente ha encontrado gran difusión. Condenado por las autoridades de Alemania Oriental a ocho años de cárcel por sus planteamientos críticos al sistema, pasó dos años en prisión y, en octubre del pasado año, fue autorizado a abandonar el país. Instalado en Alemania Occidental, Bahro, especialista en temas eurocomunistas y experto en cuestiones ecológicas, se integró en el Partido Verde, que aglutina a los ecologistas alemanes. Invitado por la revista Argumentos, ha visitado nuestro país para pronunciar conferencias en Madrid, Barcelona y Valencia.

Pregunta. Según sus escritos, usted se sigue considerando comunista.Respuesta. Por supuesto. El que yo me autodenomine socialista en la República Federal de Alemania, donde ahora vivo, es un problema semántico. En la obra de Carlos Marx no hay distinción entre socialista y comunista. Ahora bien, dada la tradición difamatoria en Alemania Federal respecto al comunismo, considero menos provocativo llamarme socialista. Con todo, lo fundamental es la fidelidad al objetivo central del legado marxista, la emancipación general humana.

P. ¿Cuáles son las principales dificultades con las que tropezó en la República Democrática Alemana y ahora encuentra en la República Federal?

R. Un disidente -con comillas- mantiene con el PC de su país de origen una relación similar a la del hereje con su Iglesia. No se trata, pues, de una relación de enemistad externa contra el PC. Supe siempre, y sé hoy -y para hoy-, que mi propia posición de marxista revolucionario está representada en el interior del Partido Comunista, aunque como corriente subterránea, no como línea dominante en la superficie. No hay una sola tesis de mi libro La altemativa que no haya sido discutida por mí con dos o tres compañeros durante diez años, sin que los aparatos de seguridad de la RDA llegaran a saberlo. Solamente se enteraron de ello cuando estas discusiones tomaron forma de manuscrito, año y medio antes de publicarse.

El texto ha sido muy leído en mi país y, en líneas generales, sus análisis son compartidos, salvo la tercera parte, que consideran utópica. También se considera que no debiera haber llegado hasta el final en mis críticas para no dañar a la RDA. Esto revela la influencia del aparato del partido. Gracias a ella han logrado aislar a Robet Havemann. En lo que concierne a mi situación en la República Federal de Alemania, uno de los motivos por los que cambié de país ha sido, para mi, la amplitud del espectro de la solidaridad total con el «crítico del régimen». Mi primera tarea fue romper. la amplitud de esta sospechosa solidaridad, reafirmando mis posiciones socialistas e insistiendo en que éstas no han cambiado un ápice. En la RFA tengo grandes ventajas que otros disidentes de otra nacionalidad no tienen, pues no soy ni un emigrante ni un exiliado. La RFA es el escenario de mi actividad.

P. En sus manifestaciones y escritos, usted ha esbozado la probabilidad de cambios profundos en Europa oriental y en la Unión Soviética. ¿Cuáles son hoy estas posibilidades, su contenido y qué actitud adoptaría ante ellos el aparato de Estado: receptiva, neutral o represiva?

R. Respecto a los cambios, lo más interesante no sería la postura del aparato ante ellos, que, por otra parte, sería represiva. Lo interesante es que el creciente descontento allí existente podría llegar a producir divisiones dentro del propio aparato. Las contradicciones internas crecen en Europa oriental en varias dimensiones. Hay una conciencia creciente de que el sistema no funciona con la efectividad debida y, en cualquier caso, esperada, lo cual sé relaciona con la elevada edad del sistema. Es evidente el agotamiento de los motores del sistema, a los que hay que unir las repercusiones de la crisis mundial.

Asimismo, la decepción por el sistema estimula una tendencia regresiva que podría facilitar allí la penetración del modelo consumista occidental. Detrás de esto hay otra decepción más profunda producida por la distancia entre los ideales socialistas y la realidad efectiva. Este es el verdadero problema. La RDA pertenece al grupo de los países más ricos del mundo. De funcionar conscientemente en las masas una perspectiva socialista, con los bienes materiales de que disponen, podría bastar para generar un consenso natural favorable en las masas. En Europa oriental no hay fe en que el camino seguido hoy sea el adecuado para llegar al socialismo y al comunismo. He ahí la esencia de la crisis. Añadiría, además, que las posibilidades de transformación en Europa occidental y en Europa oriental son más idénticas de lo que pensamos. Las dos Europas se encuentran ante un mismo desafío.

P. ¿En qué medida la desaparición física de Leónidas Breznev estimularía o retardaría esos eventuales cambios?

R. Leónidas Breznev fue uno de los más jóvenes generales del Ejército Rojo de cuantos combatieron contra los nazis en la segunda guerra mundial. A la vista de las contradicciones sociales existentes en la URSS, la generación a la que pertenece Breznev todavía se beneficia de los méritos alcanzados durante la guerra mundial, Si a favor de estos burócratas políticos reaccionarios no funcionaran, por ejemplo, los monumentos erigidos en Stalingrado, habría muchísimas más posibilidades para un cambio y una apertura políticos en el interior del partido.

En cualquier caso, se puede contemplar un proceso de renovación a corto plazo. Ocurra lo que ocurra -no se descarta una guerra de diadocos, de virreyes, que representaría la continuidad-, tanto si se produce una liberalización, como si sobreviene un reforzamiento del sistema, ello no debe ser interpretado apresuradamente. Habrá que esperar tres o cuatro años tras la muerte de Leónidas Breznev para saber realmente lo que sucederá en la URSS. Me siento optimista en el sentido de que creo que los mecanismos coercitivos van a aflojarse. La dirección soviética es senil, esto en un sentido político más que biológico, y no representa la auténtica vitalidad de la sociedad soviética.

P. La actual coyuntura internacional-Afganistán, nuclearización europea, crisis Washington-Moscú, ¿propicia o frena estas transformaciones que prevé?

R. Esta es una cuestión crucial. En la medida en que la aventura afgana de la dirección soviética fracase, las contradicciones van a agudizarse. En la medida en que la dirección soviética pueda presentar bazas ganadas en política exterior y exhibir posiciones de gran potencia, en esa medida le será posible frenar la dinámica social. A corto plazo, esa agudización de contradicciones puede detener el proceso, pero cada aplazamiento de esos cambios necesarios va a significar una transición mucho más difícil.

P. ¿Qué grado de influencia sobre las perspectivas de cambio tiene en los países del Este la disidencia? ¿Posee esta disidencia una base de masas, está organizada políticamente?

R. Lo que los medios de comunicación occidentales han definido como disidencia es un fenómeno superficial, ya que las fuerzas que van a ser realmente influyentes y decisivas en los cambios no pueden identificarse con las cabezas que de cuando en cuando salen a la superficie, incluida la mía propia. El potencial para los cambios en Europa oriental se vio ya en Checoslovaquia, en 1968, y ese potencial, con dimensiones cualitativamente distintas, está presente en los demás países del oeste de la Europa oriental. El punto clave es que todas las sociedades de la Europa del Este cuentan con superestructuras completamente anticuadas e inadecuadas, lo cual hace que en su seno maduren las condiciones de los cambios.

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