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Un melodrama a la antigua usanza

Reír y llorar: la vieja fórmula del melodrama. Miguel Sierra, autor; García Moreno, director, y cuando intervienen en la historia de María la Mosca buscan con desesperación el antiguo secreto del folletín. La historieta es breve y, dice el autor, basada en un suceso que ocurrió en los años sesenta, «cuando los marinos norteamericanos visitaban con frecuencia nuestros puertos y muchas mujeres españolas se prostituían -y siguen prostituyéndose- con las potencias extranjeras».María, llamada la Mosca, abandona Lorca para trabajar esta prostitución, ganar dinero y comprarse un huerto donde llevar, después, una vida honesta. Todos adivinamos, desde el principio, que no lo va a conseguir: las potencias extranjeras y las potencias del mal están al acecho. Y un chulo, que resulta complicado con una misteriosa organización política que asalta bancos, se le lleva el dinero a la pobre Mosca, sin duda para sus fines políticos -¿un chulo ideológico?- y para sus pequeños vicios. Como la muchacha trabaja con entusiasmo, con vocación y espíritu de entrega, y una profesionalidad digna de mejor causa -por lo menos, de prostituirse con la potencia española, en vez de con la extranjera- recauda dinero suficiente para todo: hasta para compra se el huertecillo en Murcia.

María la Mosca, de Miguel Sierra

Intérpretes. Verónica Forqué, Florinda Chico, Pilar Bardem, Gregorio A lonso, Carmen Rossi, Carmen Utrilla, Montse Calvo, Nacho Osorio. Escenografía de Vicente Vela. Figurines de A rtiñano. Luminotecnia de José Luis Rodríguez. Dirección de Angel García Moreno. Estreno: Infanta Isabel, 7 de marzo de 1980.

Pero el chulo político abandona a la Mosca, precisamente el día de su cumpleaños (el director manda poner, al fondo, una canción: Ne me quitte pas; la muchacha enciende sola la vela solitaria de la tarta de cumpleaños y el iluminador la deja en una penumbra dolorosa). El chulo no se quiere ir a Murcia; la Mosca no se lo puede llevar al huerto. Incluso después de pagar la fianza para que salga de la cárcel. Cuando el chulo vuelve a la casa a dar las gracias y dice que ha visto, al entrar, un baúl muy grande, todos pensamos: para meterte mejor. El chulo, en efecto, resulta envenenado en una escena patética de amor y muerte -Otelo y Desdémona, papeles invertidos: y también otro texto; iluminación violeta- María sale de la habitación -transparencia, figura patética sobre cuadro abstracto de Vicente Vela, que los espectadores tratan de identificar con algo conocido- y prepara su huida a Murcia, con el baúl del cadáver.

Ya está en Lorca: baja de los telares un verde árbol frutal y la Mosca acaricia el suelo: allá abajo está enterrado el chulo ideológico, que ha ido a Lorca contra su voluntad. Pero una voz en off nos dice que las cosas no pueden terminar así: tres meses después la policía detuvo a María la Mosca y el Tribunal la condenó a veinte años.

Luces, música, rostros hieráticos, María acariciando el suelo, y cae el telón. Todo ha durado casi tres horas. Con abundantes escenas de costumbres -malas costumbres- con sus mezclas patéticas de comicidad -el autor dice «humor»- y sentimentalismo barato. Escenas de fracaso y esperanza, putas dicharacheras -una andaluza, una catalana, una, posiblemente, gallega, otra, tal vez, madrileña; todas entregadas a la lujuria de las potencias extranjeras-, ilusiones de maternidad, aspiraciones a ganar el festival de Benidorm, miedo a la policía, pequeñas burlas de todo...

Tal vez la fórmula antigua del melodrama lleve público al teatro. Literariamente, es detestable. Teatralmente, mal cuidado -la forma narrativa ahoga la expresión teatral-, aunque haya algunas escenas en punta. La exageración de los efectos llega a irritar. Son defectos menores. El mayor es la obra en sí: su concepto, su ideación, su falsedad, su utilización de un tema que podría ser importante.

Y el afán que ponen, con el autor, el director y el escenógrafo -un decorado deliberadamente feista-, y el encargado del vestuario y, naturalmente, los intérpretes. Verónica Forqué sabe hacerlo mejor, sobre todo cuando tiene un personaje mejor: y así y todo, alguna escena la dice de manera particularmente brillante. Florinda Chico es siempre Florinda Chico: lo gracioso lo dice con lo que antes se llamaba «vis cómica», con eficacia, a la manera antigua; lo sentimental parece que no le ¡mporta nada. Pilar Bardem tiene un desparpajo y una soltura que hacen que su tipo sea'el mejor de la obra. Gregorio Alonso tiene una naturalidad que reposa. Los demás, mal; incluso, muy mal.

Al público del estreno pareció gustarle la obra, los intérpretes y todo. Aplaudió algunos mutis, subrayó algunas escenas, rió varias frases: ovacionó al final, y salieron todos a saludar; Miguel Sierra transfirió, con breves palabras, el éxito a todo el equipo.

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