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La DC italiana intensifica sus consultas con Washington sobre la "cuestión comunista"

Juan Arias

A una semana del congreso nacional democristiano, que se iniciará en Roma el día 15 de este mes, se multiplican los contactos reservados del partido de mayoría relativa con Washington. El motivo es que este congreso de la DC, por una serie de razones de política interna e internacional, tendrá que plantearse como nunca en su historia la famosa «cuestión comunista».

De hecho, ha causado mucha curiosidad el hecho de que Giovanni Galloni, ex vicesecretario de la DC, ex presidente del grupo parlamentario del partido y uno de los mayores candidatos del grupo de Zaccagnini a la sucesión de la secretaría, acaba de realizar un viaje relámpago a Estados Unidos. Otro más largo lo había realizado en diciembre, deteniéndose varios días en Nueva York y Washington.Y a este último viaje le había precedido el importante encuentro del presidente del Gobierno, Cossiga, también del grupo de Zaccagnini, con el presidente Carter.

De fuentes bien informadas, EL PAÍS ha podido saber que la posición de Estados Unidos es la siguiente: por lo menos, por éste año, teniendo en cuenta sobre todo la actual situación internacional, no es posible que los comunistas entren a formar parte del Gobierno. Pero, al mismo tiempo, considerados los graves problemas económicos y de orden público que agitan hoy a Italia, Carter no desea un enfrentamiento de los democristianos con el Partido Comunista, y prefiere que se dejen las puertas abiertas para no comprometer una futura colaboración.

El nudo del problema es siempre el mismo: Estados Unidos desea que los comunistas ayuden todo lo posible a salir de la crisis a Italia, que ocupa hoy un puesto estratégico en Europa, pero sin entrar en el Gobierno. Los comunistas, que han repetido en estos últimos meses, después de haber pasado a la oposición, que no aceptarán de nuevo soluciones de compromiso, ¿aceptarán otras soluciones intermedias?

No a los republicanos

Los comunistas desean esperar a que se celebren las elecciones norteamericanas para plantear con fuerza el problema de su entrada en el Gabinete. Están convencidos de que, en esta situación internacional, el congreso democristiano no les dará el pasaporte para entrar al Gobierno, pero en este caso prefieren seguir en la oposición para no quemarse ante una base exigente que difícilmente aceptaría una renuncia al dilema, o al Gobierno o a la oposición, planteado abiertamente por todo el partido.Por eso, los comunistas se han negado a aceptar la solución propuesta por los republicanos, de estudiar y discutir con todas las fuerzas políticas del arco constitucional un programa de gobierno. Los comunistas estaban dispuestos a hacerlo, pero sólo con aquellos partidos que declarasen anticipadamente que no tenían nada en contra de la incorporación del PCI al Gobierno.

Lo único que vigilarán atentamente los comunistas, desde la oposición, es que en el nuevo Gobierno entren personas lo menos comprometidas con la vieja gestión democristiana. En este caso podrían apoyar la entrada de los socialistas. Pero ¿lo aceptará la izquierda del partido de Craxi? Una vez más, la papeleta más difícil se le presenta al Partido Socialista, dividido entre quienes desean volver al Gobierno con una «izquierda-centro» y quienes prefieren quedarse en la oposición esperando poder formar un Gobierno de emergencia que incluya a los comunistas, para que no se pueda decir que se reproduce el «centro-izquierda disfrazado».

Mientras tanto, todos los grupos de la Democracia Cristiana, aunque con tonos muy distintos, han anunciado ya que «por ahora» los comunistas no podrán entrar en el Gobierno.

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