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Síntomas de distensión entre el Vaticano y la URSS

Juan Arias

Fuentes bien informadas en ambientes vaticanos afirmaron ayer que ha existido un encuentro muy importante en la embajada soviética de Roma entre el cardenal Poggi, exponente de primera plana del «Ministerio de Asuntos Exteriores» de la Santa Sede y un «alto funcionario» de la embajada soviética. Poggi es hoy el «embajador volante» del Vaticano en los países del Este, que ha visitado repetidamente en los últimos meses.Puesto que la Santa Sede y la Unión Soviética no mantienen relaciones diplomáticas, estos encuentros revisten una importancia particular, ya que demuestran la buena voluntad por ambas partes de un diálogo serio.

De hecho, la primera distensión entre Moscú y el Vaticano tuvo lugar cuando Juan XXIII recibió en audiencia privada al yerno de Kruschev, Adjubei. Más tarde, el ministro de Asuntos Exteriores ruso, Andrei Gromiko, fue recibido varias veces por Pablo VI.

Con el nuevo papa polaco y el nombramiento de Casaroli como secretario de Estado, las relaciones entre el Vaticano y la Unión Soviética se han convertido en un pequeño rompecabezas. Casaroli era el hombre de la ostpolitik que gustaba muy poco a los obispos polacos y al mismo Wojtyla, entonces arzobispo de Cracovia. No es un misterio que la tarde de su elección, en la sede del Partido Comunista en Roma, los mayores dirigentes no pudieron esconder una seria preocupación. El nuevo Papa, por una parte, era el cardenal que mejor conocía el mundo comunista, pero precisamente por esto podía resultar un interlocutor más incómodo que Pablo VI.

EL PAÍS ha podido conocer una confidencia que Juan Pablo II hizo a un entrañable amigo: «Ahora en el Vaticano ha desaparecido el complejo ruso.» Con esta frase, Wojtyla deseaba indicar que el tema de las relaciones entre el Vaticano y la Unión Soviética se podría tratar en adelante sin complejos de inferioridad porque a la cátedra de Pedro había llegado un Papa que conocía directamente y por propia experiencia el delicado mundo soviético. Pero precisamente por esto, Juan Pablo II podría -afirman los observadores- jugar en este momento un papel de la mayor importancia ante el espectro de la guerra fría, usando todo su profundo conocimiento de la psicología del Este para ayudar a que no se rompan las relaciones entre las dos grandes potencias.

En esta línea, no parecen absurdas las voces, según las cuales en el encuentro del alto prelado vaticano con la embajada soviética quedó reflejada la posición del Papa en este momento y que sería la siguiente: el Vaticano está dispuesto a considerar el actual conflicto de las dos superpotencias con una visión global y no sectorial, manifestándose contra la invasión soviética en Afganistán, pero también contra la lenta actitud de Estados Unidos en la ratificación del SALT II.

La preocupación de la Santa Sede por la política internacional se ha demostrado también estos días en otros dos momentos. El primero, la decisión de la Asamblea Justicia y Paz reunida en Roma al interesarse sobre todo en los problemas «políticos-militares». La asamblea internacional motivó esta decisión afirmando que el riesgo de un conflicto «podría frenar toda posibilidad de desarrollo para los pueblos del Tercer Mundo».

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Política internacional

Y el segundo momento lo ha caracterizado el discurso pronunciado por el Papa ante los profesores del colegio de la OTAN, en el cual Wojtyla condenó la carrera a los armamentos y pidió que se luche contra todo tipo de desconfianza y sospecha recíproca. Y también afirmó que el Papa «empuja, defiende y promueve toda iniciativa internacional».Quizá se explique así por qué el Papa esta siendo muy cauto tanto por lo que se refiere a la condena de la invasión soviética en Afganistán como a la condena del exilio de Sajarov y también en lo referente a los rehenes de la embajada de EEUU en Irán.

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