_
_
_
_
_
Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

En torno al Premio Cervantes

El fallo del Premio Cervantes en su presente edición me ha dejado reflexiva y atónita. tanto por la cuantiosa suma -diez millones- como por haber recaído en dos personalidades de las letras tan distintas distantes: Gerardo Diego y Jorge Luis Borges.La concesión del premio a Gerardo Diego. justísima y justíficadísima. nome ha sorprendido en absoluto. Es el reconocimiento a una dilatada, prolífica y madurada labor literaria.

No podría decir lo mismo respecto a Borges. cuyo valor literario no pongo en duda. El mismo fue el primer sorprendido: «Es una broma.» El caso Borges ha sido como una explosión de ternura maternal, que rebasa todos los límites previsibles hasta lo imprevisible. Un alarde de elegancia espiritual y de generosidad, al devolverle sus dardos ensartados en el más preciado, codiciado y significativo galardón literario, que lleva emparejados el nombre de Cervantes y cinco millones.

Cervantes trazó como nadie en Don Quijote los rasgos más sutiles y sobresalientes de la raza. En este país todos llevamos algo de quijotes, de cristos y de masoquistas. Vamos por el mundo, alegre y deportivamente, en busca de palos, y cuando recibimos una bofetada. no sólo ofrecemos la otra mejilla, sino que. en el colmo de la euforia, somos hasta capaces de abrazar a nuestro agresor. Pero, cuidado!, esto es válido única y exclusivamente fuera de los límites nacionales. Porque dentro y para el hermano de la misma nacionalidad ya no somos tan tiernos ni tan quijotes. Para eso está la dureza y el «ojo por ojo y diente por diente.» Y no nos andamos por las ramas si hay que perdonar fallos o flaquezas.

Cuando un tema da mucho que hablar, lee todo lo que haya que decir.
Suscríbete aquí

A la hora de alabar o vituperar, nos excedemos en lo primero y somos. parcos en lo segundo si se trata de lo foráneo y nos comportamos a la inversa si concierne a lo nuestro.

Pero mientras lo español siga paseando su hidalguía por el mundo como quien pasea garbosamente el aire y el donaire de la capa española o la gracia del sombrero cordobés, tendrá sentido lo quijotesco, aun cuando encierre un contrasentido. Y Don Quijote será eternamente joven, aunque maduro; el símbolo de la raza hispana.

Quijotesco es poner en pantalla televisiva el programa 300 millones. O conceder el Premio Cervantes a Borges, actitud del más puro y decantado quijotismo. Enhorabuena.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_