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Tribuna:SPLEEN DE MADRID
Tribuna
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Malasaña

Bajo la sombra bordada y bordadora de Manolita Malasaña, madrileña de rompe, rasga y mata cuando la cosa napoleónica, Malasaña, barrio de Maravillas, alcoba de Daoíz y Velarde, corralón litográfico del Dos de Mayo, ha pasado del costumbrismo de entremés al vanguardismo madriles y de los pisos de renta antigua a Village español, concéntrico de un Manhattan horterafranquista y recrecido. Pero lo que quieren las inmobiliarias es tirar las viejas casas galdosianas, que son cada una de ellas como un Episodio Nacional, mandar los viejos a la Tercera Edad de Piedra (o sea el cementerio) y levantar mucho chabolismo tecnocrático de moqueta.Es la fiebre modelna de la cosa, que viene trilaterizando la libertad del personal. Para qué andarse:

-Favor, tío, aclárate.

Pues ya me aclaro. Cuidado con los modernosos multinacionales que no dan la cara. Quienes dan la cara son las esbeltas legiones añil que hacen béisbol del corazón de una pasota y los informadores tenebrosos que ven viejas abortadas en las esquinas del milenio. O sea, macho, que cuando hayan conseguido hacer de Malasaña zona conflictiva y Gulag criptocomunista, vendrán los del legajo y la piqueta, tirarán otro lienzo completo de Madrid, venderán caro y comprarán barato. Esa es la única verdad que subyace bajo el aguafuerte ultra y underground de Malasaña. Hay un algo marchoso y cultivado por el barrio, de las hierbas de la abuela a los posters de golden, toda una contracultura queriendo salvarse, sencillamente, en la cultura, que muchas veces estar alto supone, cuando menos, estar a la altura de Bach y Petrarca, del Giotto y Shakespeare: conectar. La fantasía mística va siendo un bachillerato intensivo y nocturno, remoto a la cultura ministerial del Ministerio de Cultura, donde Ricardo de la Cierva ha alumbrado un premio Cervantes dúplice como cuando un granjero de Arkansas tiene una ternera de dos cabezas. La acracia molona, el pasotismo de bien y la progresía del desencanto han hecho de Malasaña su reserva piel-roja con señales de humo de porro, resguardándose de la ciudad que tiene cáncer de pulmón. Mi querido Juan Cueto se preguntaba aquí un día si son existencialistas sin saberlo, como lo fuimos en la postguerra de pantalón corto. Pienso que no, Juan, amor, porque el existencialismo era cargado de espaldas por la chepa genial de Kierkegaard y miraba contra gobierno, por el bizqueo de Sartre entre el ser y la nada, mientras que los pasés se lo montan de amor a la vida, marcha, parida enorme, paellómetro de anfeta y demasiado para este body.

Hay una guerra civil en Malasaña, la eterna guerra civil de España, que unas veces sale en el Boletín Oficial del Estado y otras no, pero siempre funciona a nivel de guerrilla urbana, contraste de pareceres o represión tardofranquista. Y bajo la estampa Equipo Crónica de los encuentros y desencuentros pasotas/ nacionales, rojos guardias jóvenes/ portadores-de-valores- eternos, lo que se dirime no es un grabado de Alberto Corazón, una reyerta ideológica (dos Españas, dos juventudes), sino una campaña de descrédito del barrio para poder tirarlo, sacarle el corazón a Madrid con una piqueta multinacional y poner en el hueco un centro comercial donde nos reciclemos de parados en consumidores mediante tarjeta de crédito que incluye el pago de nuestro entierro nuclear a plazos.

He dicho aquí hace poco que lo malo no es que tengamos un Régimen mejor o peor, sino que tenemos varios Regímenes a la vez. Madrid, hoy, es franquista en la represión de manifestaciones, demócrata , en las Cortes, monárquico con las monarquías que nos visitan, socialista en el Ayuntamiento y liberal romántico en el cambio de calles. Madrid es la hidra democrática de varias cabezas que lucha a muerte, en un apunte de Picasso, contra el caballo de Pavía. Donde hay más guerra civil y mejor se ve la hidra, el caballo y el picasso, es en Malasaña, plaza del Dos de Mayo, que no es Mayo/París/68, sino algo más español, más profundo y más antiguo: una piqueta de oro cavando en nuestra pobreza hasta que salgan dólares.

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