Sobre la investigación en humanidades
Es un hecho que el trabajo científico en humanidades tiene en España un nivel internacionalmente reconocido, en muchos casos equiparable al de cualquier otro país. Me refiero al trabajo en las disciplinas atendidas por las antiguas facultades de Filosofía y Letras, hoy partidas incongruentemente en tres y con una atomización interna a la que habría muchas cosas que objetar.Ciertamente hay algunas corrientes generales a las que es difícil resistir, como esa del excesivo especialismo o aquella otra que hace aumentar la producción científica cuantitativamente, pero dentro de una cierta atonía, de ausencia de grandes maestros y grandes escuelas. Como en todas partes, se producen cosas cuya principal finalidad es promocionar al interesado en la carrera académica (y aun en otras), y, como en todas partes, el ambiente social ofrece más tentaciones para abandonar el trabajo científico que estímulos para proseguirlo.
Pero no es menos cierto que existe una ciencia española que es reconocida y existe una cantera de gente joven que ofrece una esperanza de continuidad. Ahora bien, existen también unas circunstancias nada fáciles, en realidad una degradación de algunos de los puntos de apoyo indispensables para el trabajo intelectual. No lo son todo: esas carencias pueden en parte vencerse con vocación y constancia, cualidades que, por otra parte, ningún plan estatal puede procurar. Sin embargo, si se acentúa la degradación de que hablo, que desde comienzos de los setenta aumenta progresivamente de año en año, esto sería prácticamente el hundimiento de los estudios humanísticos, un desastre cultural para el país.
Los «puntos de apoyo» en que el trabajo en humanidades ha de sostenerse son las bibliotecas especializadas, la facilidad para publicar y los proyectos de trabajo en equipo. Conviene recordarlo, porque no siempre es exactamente conocido. Y ello debido, supongo, a que sólo hay una parte de coincidencia respecto a las necesidades de nuestros colegas de Ciencias: aquí los laboratorios exigen más inversiones que las bibliotecas y publicaciones y prevalece el trabajo en equipo sobre el individual (lo cual no quiere decir que el trabajo en equipo no sea, también, importante para nosotros).
Pues bien, querría hacer un breve repaso sobre la situación en los tres puntos que he mencionado en los lugares en que, principalmente, se hace el trabajo en este campo: las universidades y el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, con colaboración frecuente entre ambos.
El profano comprende difícilmente la importancia de las bibliotecas especializadas y la dificultad y el precio de mantenerlas al día. Hoy es esta una cuestión angustiosa y nuestras bibliotecas, que en algunos casos alcanzaron niveles estimables hace algunos años, se erosionan de más en más. Por no hablar de los lugares donde no las hay: de universidades donde se crean, en unas líneas de Boletín Oficial, especialidades para las que no se han previsto en absoluto los instrumentos de trabajo. Esto es el pan nuestro de cada día. De otra parte, las bibliotecas del Consejo, que en algunos casos hacen, por decirlo así, de bibliotecas centrales para la consulta o petición de xerocopias, no pueden hoy, con los presupuestos que tienen, mantener su antiguo nivel en forma alguna. Este problema, que hicimos público en un escrito con motivo del incendio de los locales de Medinaceli (que, afortunadamente, se están reconstruyendo), sigue donde estaba.
Habría que hacer conscientes a quienes tienen, a todos los niveles, el poder de decisión de que el problema de las bibliotecas debe ser estudiado y planificado. Exigen dotaciones y atención sistemática, no pueden vivir -malvivir- con recursos y personal de ocasión. Exigen un tratamiento independiente del de otros aspectos del trabajo científico.
¿Y qué decir de las publicaciones? Mal que bien, subsisten nuestras revistas de humanidades, por mérito ya del Consejo, ya de algunas universidades, ya de los milagros que a veces se hacen; pero publicar un libro científico es hoy casi una imposibilidad. Y producir para no publicar, ¿qué valor tiene? Es este el problema que más deprime a los jóvenes y a los demás. Ver un depósito de cientos de tesis doctorales amontonadas y sin posibilidad de difusión es, para cualquiera que ame estos estudios, un espectáculo obsceno.
Hay, ciertamente, la crisis editorial, pero también hay, quizá, un cierto ambiente en el sentido de que invertir dinero en esto es menos interesante que invertirlo en personal o en aparatos. El hecho es que hoy son raras las universidades que tengan una sección de publicaciones que funcione en forma suficiente. Que el Consejo, que en otros tiempos prestó altos servicios en este campo, aunque fuera al precio de ciertos excesos, tiene sus publicaciones prácticamente paradas desde hace cinco años, si se exceptúan las revistas.
Falta planificación, falta quizá interés. Hace falta no sólo dinero, sino sentido de urgencia, eliminación, muchas veces, de una legislación kafkiana; imaginación. Porque muchas publicaciones, bien llevadas, podrían autosufragarse. Pienso, por ejemplo, en la Colección Hispánica de Autores Griegos y Latinos, colección bilingüe que hacía honor a España y de la que se hizo cargo el Consejo. Con más de cuarenta volúmenes publicados, la mitad de ellos agotados, la colección está prácticamente detenida. Y podría venderse bien.
He de hablar aún del trabajo en equipo. Ha llegado tarde a nosotros, procedente del sector de ciencias.
Lo que hay que decir es esto, sobre todo: no puede seguir como está. No puede ser un dinero que se obtiene (o no se obtiene) de una manera saltuaria e imprevisible, don proyectos meramente nominales a veces. Haría falta fijar de una vez cuáles son los proyectos que han de tener prioridad y dotarlos en forma que puedan realizarse con una cierta tranquilidad. Con exigencia, por supuesto. de resultados.
Mi experiencia dirigiendo uno de estos proyectos no ha podido ser más frustrante. Estar pendiente de los boletines oficiales, de las concesiones o no concesiones y de su cuantía, de las dificultades administrativas para los contratos, del retraso de meses y meses en los cobros, de intentos inútiles para dar estabilidad al personal, de formar otro nuevo cuando, cansado y aburrido, se marcha, etcétera, es algo que hace que uno, al final, haya de dedicarse a estos problemas más que a la pura ciencia.
Pero, en fin, todo se soporta si las cosas marchan adelante. Este año, por unas u otras razones, fueron fatal: el 31 de diciembre pasado expiraron todas las concesiones y en el momento actual todo el personal está en la mismísima calle. Afortunadamente, el 29 de diciembre salió, por fin, la nueva convocatoria. Aunque esto significa, mientras se resuelve, un bache de varios meses, es de esperar que ahora todo se regularice: un proyecto puede, a veces, pararse y luego reanudarse, pero no es nada fácil reconstruir un equipo especializado que se desbanda. Y la verdad es que no ganamos para sustos.
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