Otra vez Indira Gandhi
CON UNA condena a la Unión Soviética por la invasión de Afganistán, y otra mayor a Estados Unidos, como culpables de la desestabilización de toda la inmensa región asiática, ha inaugurado, Indira Gandhi su sorprendente regreso al poder después de casi dos años de separación y de persecución. Había un interés máximo por conocer su postura en el conflicto: Indira Gandhi mantuvo un régimen de aproximación a la URSS -apoyo único posible en sus conflictos con Pakistán y con China, que fueron armados y de gran dureza, y por resquemor y distanciamiento con Estados Unidos, como consecuencia de una tradicional política de tercermundismo que inauguró su padre, el Pandit Nehru- y podría esperarse, en un momento decisivo, una reanudación de la vieja alianza. Esta declaración, con una doctrina muy lejana a la de por lo menos dos eurocomunismos europeos -el español y el italiano- no implica una postura definitiva, y probablemente la India tendrá que seguir relacionada muy de cerca con la URSS, aunque intente llevarla a la mayor pureza del neutralismo. Sus enemigos tradicionales lo siguen siendo.No es fácil, según viejas leyes políticas, el regreso al poder después de una aventura como la pasada por la señora Gandhi en estos años; De Gaulle y Nixon se cuentan siempre como excepciones a esa ley. No es lo mismo pasar a la oposición en espera de turno que sufrir una caída estruendosa y tener la amenaza de proceso y cárcel por corrupción y abuso de poder. Todo ello, sin embargo, no ha impedido un triunfo electoral espectacular: sirva como indicación de que los caminos emprendidos por los sustitutos de Indira Gandhi no han servido más que para realzar la figura caída y los intentos de persecución, para darle una aureola de martirio.
Los problemas intrínsecos de la India no han variado: el hambre endémica, la superpoblación, la limitación del desarrollo, que han creado una mentalidad nacional pasiva, de la que en un momento dado, con gran sabiduría, al Mahatma Gandhi supo convertir en arma decisiva para la independencia; pero que sí tiene un valor, en cuanto a acciones negativas, es una contradicción cuando se trata de construir. En cambio, las circunstancias internacionales que cercan el país se han agravado; desde el auge del musulmanismo -cuya división y hostilidad para con el hinduismo dominante en la India causó la escisión de Pakistán y las guerras posteriores-, la reconversión de China, que propone ahora una «santa alianza» global contra la URSS, en la que la India no podría estar, el rearme de Pakistán, con su posibilidad inmediata de arma atómica propia la ocupación de Pakistán por la URSS, hacen de la India un país en peligro continuo, dentro de una zona que los computadores, ahora, señalan como el escenario más probable de una guerra. Puede que todos estos factores hayan representado un papel de primer orden en la reelección de Indira Gandhi: los pueblos, sobre todo cuando son más instintivos que reflexivos, se vuelven siempre hacia el carisma cuando sus circunstancias son arriesgadas. Lo cual no es, ni mucho menos, una garantía de acierto.
Esto que la ha favorecido para su sorprendente regreso va a causarla un enorme desgaste a la hora de gobernar. Los datos provisionales de las elecciones indican que va a tener una mayoría muy considerable en el Parlamento, lo cual facilitará su tarea; pero las realidades sociales y la brutalidad de toda la política que se está desarrollando en torno a la India hacen temer que no le será fácil mantener su país al margen del gran drama y, al mismo tiempo, recibir las cuantiosas ayudas exteriores, en dinero y técnica, que el país necesita para poder sobrevivir.
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