La guerrilla musulmana afgana utiliza la fe islámica como su principal arma
Contra los aviones Mig y los carros de combate soviéticos sólo disponen de viejas escopetas o de armas robadas al enemigo después de los combates. Clandestinos en su país, obligados a circular de noche y a refugiarse en zonas inaccesibles, los combatientes musulmanes afganos, los mudjahidines, tienen también que actuar con discreción en el vecino Pakistán. Para encontrarles hay que penetrar en los patios de las casas miserables de las afueras de Peshawar, la ciudad fronteriza paquistaní, situada a doscientos kilómetros de Kabul. Nada permite suponer que en esas casuchas húmedas se encuentran las sedes de los dos principales movimientos de resistencia afganos: el Jamiat Islamie Afganistan (Partido Islámico de Afganistán) y el Hizbe Islamie Afganistan (Movimiento Islámico Afgano).Las sedes de estas dos organizaciones político-militares que acosan a las fuerzas soviético-afganas no están sometidas a ninguna vigilancia especial por parte de los militares paquistaníes. Sólo un miembro de los servicios de seguridad solicita con discreción que se le comuniquen los nombres de los periodistas visitantes. Oficialmente, en efecto, el Gobierno de Pakistán ignora la actividad de estos movimientos.
En el interior de los locales de ambas organizaciones. centinelas armados con fusiles de asalto soviéticos AK-47 o Kalachnikov filtran a los huéspedes. Pasados los controles reina una gran actividad. Algunos afganos escuchan con atención los boletines de información de Radio Kabul o de las emisoras de las repúblicas soviéticas musulmanas, mientras que otros tiran en las multicopistas comunicados de prensa.
Ambas organizaciones parecen estar bien estructuradas, y las tareas, repartidas con precisión entre la rama política, la militar, propaganda e información y financiera.
La guerra santa
En todas las paredes han sido colocados carteles con versos del Corán o eslóganes: «La voluntad de Dios es nuestra voluntad», «Nuestra norma de vida es el Corán», «Nuestra vía es la guerra santa».
En la sede de Hizbe Istamie, cuyos dirigentes parecen más politizados y también más vinculados a la revolución iraní que los de Jamiat Islamie, grandes retratos de dos importantes ayatollahs iraníes, Taleghani y Motahari, han sido también colgados de las paredes.
Teología y marxismo
Los dirigentes de ambos movimientos de resistencia pertenecen a la élite intelectual afgana. La mayoría han estudiado en el departamento de teología de la Universidad de Kabul. Profundamente impregnados por la cultura islamica y antimarxista, utilizan, sin embargo, numerosos términos de la terminología marxista contemporánea, como «guerra popular» o «zona liberada», aprendidos en libros sobre la guerra de guerrillas.
En el terreno militar, los guerrilleros afganos revelan un triunfalismo ingenuo. Enumeran para el visitante una lista impresionante de soldados afganos muertos o desertores. de carros soviéticos destruidos y de zonas bajo su control.
Esta enumeración de las hazañas de guerra parece exagerada a los militares paquistaníes, que no niegan, sin embargo, que los combatientes afganos hayan obtenido algunos éxitos relevantes.
Los guerrilleros afganos aseguran disponer de una organización militar perfectamente rodada, integrada por unidades regulares en el frente, fuerzas de seguridad en las «zonas liberadas» (aproximadamente la mitad del país) y pequeños comandos móviles que golpean y después desaparecen en ciudades como Kabul.
El arma de la fe
Por lo que a las armas se refiere, los combatientes afganos reconocen que tienen pocas. Disponen de viejos fusiles británicos Lee Enfield. heredados del Ejército inglés y soviéticos capturados al enemigo o aportados por soldados desertores. Enseñan también al periodista fotografías en las que aparecen mudjahidines subidos en camiones blindados de transporte de tropas, o utilizando armas antitanque o cañones antiaéreos. Todas estas armas de origen soviético han sido, aseguran, capturadas al enemigo.
Tanto los responsables del Jamiat Islamie como los de Hizbe Islamie reconocen su inferioridad en número y armamento con respecto a las tropas afganosoviéticas. Para suplirla cuentan con «la movilización popular» suscitada por el «trabajo político» desarrollado en el campo y en los pueblos por la radio clandestina, que el Hizbe Islamie afirma poseer en Afganistán.
Ambos movimientos afirman no tener ningún programa político definido, y asumen como únicas motivaciones su nacionalismo, su antisovietismo y su anticomunismo militante. Su única guía, declaran, es su fe, que también parece ser su principal arma, junto con las masas de afganos, que, de ambos lados de la frontera, se adhieren a la resistencia.
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