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Crítica:CINE
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

De Fellini a Prokofiev

Cualquier aficionado a la música, aun sin llegar al grado de melómano, conoce la fábula musical escrita y compuesta por Sergio Prokofiev, titulada Pedro y el lobo. Destinada a los niños, explica muy claramente las características de los diversos instrumentos de una orquesta. Fellini, en este filme, en este doble ensayo, prueba de orquesta y a la vez estudio de las humanas relaciones, nos lleva, también a través de una fábula muy simple, a la conclusión, a su propio y particular convencimiento de que sólo a través de la música, es decir, del arte, llegaremos a salvarnos en este mundo en ruinas que hoy padecemos o gozamos.Esta doliente humanidad en revuelta perpetua se nos ofrece bajo apariencia de una orquesta reunida para llevar a cabo uno de sus ensayos habituales. Sus componentes son de todas las edades, sus pasiones, juicios o fobias también aparecen enfrentados, cuando no diferentes. Con el pretexto de un reportaje de televisión, cada cual se presenta. Unos cuentan su vida, otros divagan sobre el arte, sobre la primacía de la cuerda, la percusión o el viento; todos acaban retratándose según el medio de expresión elegido, por unos odiado, por otros querido. Fellini, en esta parte, hace gala no sólo de su amor a la música, sino de ese otro buen humor excelente que permite a la gente de talento encerrar en un gesto o una broma toda una serie de matices y conceptos. A través de la orquesta completa nos ofrece su imagen personal del mundo en el que la revuelta contra el director viene a ser espejo de las diversas crisis que ese mundo padece.

Ensayo de orquesta

Guión y dirección de Federico Fellini. Música de Nino Rota. Comedia de arte. Italia, 1979. Local de estreno: Gayarre y Palace

Fellini nos explica muy claramente, a través de las lamentaciones de los viejos intérpretes o del conserje a punto de jubilarse, cómo las relaciones no sólo jerárquicas se perdieron para siempre, y es vano intentar recuperarlas. Cuando la protesta estalla haciendo caer por tierra los muros de la antigua iglesia donde se llevan a cabo los ensayos, un viento de angustia y muerte amenaza poner fin a la esperanza de todos: viejos, románticos, cínicos o jóvenes.

Como única solución, no apuesta ni por unos ni por otros, por ninguno de los dos bandos enfrentados. Entre los que nunca volverán a ser lo que fueron y los rebeldes, al director que pone en duda la razón de su oficio y el concierto mismo, Fellini ofrece como recurso postrero el arte, camino cierto para la salvación del hombre. Así nos lo dice mientras sus protagonistas van recogiendo las partituras sucias, sembradas por tierra, según vuelven a su lugar en los atriles para que al fin la música vuelva a triunfar alegre, redimida y brillante.

Narrar, explicar todo esto a lo largo de una hora y poco más, en un solo decorado, burla burlando como quien narra un cuento viejo y nuevo sólo se halla al alcance de unos pocos, en este caso de un realizador que evidencia, como en sus filmes mejores, no sólo su dominio habitual de actores, puesta en escena, ritmo y sabiduría, sino su concepción del mundo actual a través de la música y del cine, una capacidad poco común de explicar grandes temas a través de pequeños motivos que, sembrados en apariencia al azar, componen en su totalidad un cuadro tan eficaz como admirable. En tal sentido, es este un filme ejemplar para los que aman la música, y para aquellos que gustan de Fellini, para esos otros que niegan al cine el pan y la sal y sobre todo para quienes creen en el arte no sólo como interpretación de un mundo o de una época, sino como liberación universal, como medio de salvación del hombre por el hombre.

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