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Kennedy lleva la batalla electoral al terreno enérgético

Edward Kennedy, el senador demócrata por Massachusetts, que aspira a la Casa Blanca el año que viene, cerró ayer su campaña electoral en New Hampshire, con una declaración de guerra a la OPEP y una nueva controversia con el presidente Carter.Preparando el terreno para la primera elección primaria demócrata que tendrá lugar en ese estado el próximo día 26 de febrero, el aspirante Kennedy llevó su batalla con Jimmy Carter a su terreno favorito, el de la crisis energética.

En un intento por recobrar el campo perdido en su intervención sobre la crisis de Irán con sus acusaciones al sha, el senador sugirió que Estados Unidos debería utilizar su poder y su fuerza para evitar nuevas subidas del precio del petróleo por parte de la Organización de Países Exportadores.

«Si llego a presidente», ha prometido, «me encargaré de mantener controlados los precios del crudo y la actual costumbre de que la suerte de los consumidores norteamencanos quede en manos de la OPEP y de las transnacionales terminará para siempre.»

«Lo que Carter tendría que haber hecho es decir a los países árabes: nosotros cuidamos vuestra seguridad, vosotros tenéis que cuidar de los consumidores de Estados Unidos», comentó Kennedy.

Incumplimiento de las promesas

El senador de Massachussetts acusó abiertamente al presidente, en la más áspera situación hasta ahora entre ambos, de haber incumplido las promesas que hiciera durante su campaña electoral del año 1976.El aspirante a la designación demócrata para las elecciones de 1.980 insistió una y otra vez en la necesidad de que Estados Unidos controle a la OPEP y evite constantes subidas de los precios del hidrocarburo.

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«Si de mí hubiera dependido, el ministro del Tesoro hubiera viajado a Oriente Próximo en vísperas de la reunión de Caracas y hubiera explicado a todos el impacto que un incremento del coste del petróleo tiene para todos, exportadores e importadores, países ricos y del Tercer Mundo», señaló.

La Casa Blanca reaccionó inmediatamente a las críticas y acusaciones de Kennedy, censuró su lenguaje «irresponsable» y calificó sus intervenciones de «precipitadas y destinadas a perder».

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