_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Las barras

Las barras oblicuas en la escritura, que antes sólo usaban los contables, luego pasaron a los estructuralistas, nostálgicos siempre en su frustración de no poder hacer del idioma una ciencia exacta. Gonzalo Torrente Ballester, en plena moda estructuralilta española, tituló Saga/Fuga el más famoso de sus libros, con ironía galaica y literaria de escritor español sin computadora, metiéndole una audaz garrocha al tomo. A mí la barra, aunque venga de la contabilidad, siempre me ha sugerido un valor poético -casi como la o disyuntiva de Aleixandre-, pues es el punto de refracción en que dos palabras o conceptos se miran uno en el otro, el bisel del espejo que refleja el idioma en sí mismo, el motor helicoidal de las afinidades, las disimilitudes o las metáforas esquematizadas. Como uso muchas barras tipográficas y veo que ya por ahí me las empiezan a robar, como antes las barras de pan, los columnistas incapaces de alimentarse de sí mismos, cual todo buen estilita o estilista, como lo que en mi es uso en otros puede empezar a ser abuso, hoy he decidido madrugar un poco, que no saben ustedes lo que está cayendo, para colocarles el rollo tifoideo que va más arriba y ponerles ahora algunos ejemplos a modo de juego navideño. Las barras, a más de militarizar las palabras como un cuadro de las lanzas o un desfile con escopetas al hombro, nos dan con su leve inclinación las dos caras de la misma moneda conceptual o lo que hay entre el texto y el subtexto: un perrito caliente calentado por los sofistas políticos. Veamos:«Multitudinario recibimiento a Leizaola en Bilbao» / Ausencia de Herri Batasuna, con graves reproches al lendakari, y reticencias de Euskadiko Esquerra.

«El sha abandona Estados Unidos y se instala en Panamá» / Amadeo o cómo quitárselo de en medio (Ionesco).

«Se enterró sin disturbios a los estudiantes muertos» / Aquí, como en el Oeste, primero dispare y después pregunte.

«Pablo Serrano aún no ha podido mejorar el Museo al Aire Libre de la Castellana» / UCD no paga Ayuntamientos traidores.

«Botella Llusiá y otro catedrático se han dado de botellazos en unas oposiciones» / Las oposiciones, pese a la democracia, siguen siendo la otra fiesta nacional (y ahora con cornadas de pronóstico reservado).

«El Lute en un cóctel» / El sistema penitenciario español sigue siendo el que denunciaba Victoria Kent.

«Josep Meliá, finalista en un concurso de novela» / La política se nutre, en España, de escritores frustrados.

«Un nieto de Churchill tuvo relaciones con la ex esposa de un traficante de armas» / Los nietos de la señora Thatcher traficarán en ligueros de la abuela.

«Dos lesbianas francesas se casan por la iglesia protestante» / Aquí no le divorcian a usted de su santa esposa, desocupado lector, ni siendo usted lesbiana.

«Alianza Popular excluye la expresión centro-derecha de su definición» / Para centro le sobra Fraga y para derecha le falta Piñar.

«Continúan las negociaciones del Estatuto del Trabajador» / Ferret-Salat ha consentido que el trabajador, durante el cuarto de hora del bocata, meta un poco de mortadela entre el pan, pero reservándose la potestad de retirarle la mortadela por rojo. O de cambiársela por moqueta.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_