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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

"Apocalypse tomorrow"

LA TERCERA guerra mundial aún no está madura; esta podría ser la primera reflexión, pesimista y optimista a la vez, ante los sucesos de Irán, que tienen un trasfondo de mucha mayor envergadura que el problema de los 49 rehenes estadounidenses en manos de las desbocadas masas de seguidores de Jomeini. Porque no es preciso caer en el «milenarismo», en el aparentemente fatídico horizonte del año 2000, para advertir ya algunos de los siniestros rasgos geopolíticos del Apocalypse: la crisis energética atornillada sobre Occidente; en un contexto más generalizado, la superación de esa crisis por las previsiones estratégicas estadounidenses, más acertadas que las soviéticas; la pérdida -ya irremisible- por parte de la URSS de la batalla tecnológica a manos de los norteamericanos; el giro copernicano, de la política de Pekín, que aún no se sabe si conducirá a su definitiva alineación con Occidente cara a la obsesiva idea de los dirigentes chinos de la inevitabilidad de una futura confrontación armada con la Unión Soviética al filo del segundo milenio.Otros factores objetivos contribuyen a conformar la tesis de que el rompecabezas de la política internacional se está descomponiendo: el cambio tecnológico que se cierne sobre los países occidentales, el desarrollo masivo de la microelectrónica, que puede generar en la década de los ochenta un 30% más de paro en las naciones industrializadas; el desequilibrio de ese castillo de naipes que conforma Centroamérica y que, desde la nueva alineación de Nicaragua, coloca en serio peligro los intereses vitales de Washington en la zona estratégica que protege su comunicación entre los dos océanos; la ganancia soviética en influencia sobre la península indochina; la pugna sobre el antaño mosaico incontrolable del continente africano y la ventaja norteamericana en ese incierto pulso; el callejón sin salida en que han entrado tanto la fórmula nueva del eurocomunismo como la veterana opción de la socialdemocracia para los países europeos; la incapacidad de la Unión Soviética para pensar en el futuro en términos que no sean de supremacía militar y para abrir su sociedad a las libertades; la honda crisis del mundo capitalista (inflación, paro, derrumbamiento de valores) y la tentación de superarla mediante el rearme; la pavorosa brecha -denunciada por Fidel Castro en su discurso ante la ONU- que continúa ensanchando las diferencias entre los países pobres, donde vive la abrumadora mayoría de la Humanidad, y los islotes de prosperidad y de riqueza.

Todo lo anterior es todavía una suma informal de fichas que, una vez ordenadas, pueden apuntar hacia un nuevo reordenamiento de las relaciones de fuerza en el mundo, pero también hacia el simple Apocalypse que puede estar gestándose como solución brutal a tantos problemas.

En este contexto debe contemplarse la prueba de fuerza entre el enloquecido régimen de Jomeini, en cuyos planteamientos se acaban de subrogar los Gobiernos de Libia y Pakistán. Los 49 rehenes estadounidenses que quedan en manos de Jomeini son la anécdota humana que esconde otras luchas y otras pruebas de fuerza. Por supuesto que el presidente Carter puede ver en peligro sus encuestas de popularidad, a escasos meses de una elección presidencia¡, y tomar el camino de un golpe de mano «al estilo de Dayan». Por supuesto que el Pentágono -que no se sabe si trabaja por encima o en la mera subordinación del actual presidente estadounidense- puede acelerar una intervención controlada sobre los pozos petrolíferos del golfo Pérsico. En cualquier caso, la Unión Soviética -pese a las declaraciones de Gromiko en Madrid- pensará dos veces la utilización de su frontera con Irán cara a una intervención limitada de Estados Unidos. Libia puede hacer oídos atentos a los llamamientos de Jomeini contra el régimen de Sadat. Pakistán puede estimar que sus antiguos y no vengados agravios contra la Unión India pueden encontrar salida en el actual conflicto de Teherán. La tela de araña internacional puede encontrar extrañas y periféricas salidas hasta por el contencioso argelino-marroquí a cuenta del Sahara. Todo de nuevo empieza a ser posible en un mundo en el que hasta el Vaticano ha recobrado, gracias al papa Wojtyla, las «divisiones» que otrora le negara el mariscal Stalin.

Así las cosas, un Apocalypse ahora no parece posible por más que los incidentes de Teherán y las amenazadoras aproximaciones de la «US Navy» al golfo Pérsico así lo pregonen. No están -repetimos- sentadas las bases objetivas de la tercera guerra mundial, pero, acaso, se están sentando. No parece la hora del Apocalypse now; pero no debemos engañarnos: hay signos en el cielo que presagian el Apocalypse tomorrow. La suerte de un moribundo como el sha, el trueque dólares-barriles de petróleo, la vida o muerte de los rehenes de Teherán son meros signos de sismógrafo en el resquebrajamiento del cada día más incontrolable tablero de ajedrez mundial.

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