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SANIDAD

Los farmacéuticos temen perder la especialidad de los análisis clínicos

La no remisión a las Cortes del proyecto de ley de especialidades profesionales de los farmacéuticos y la presunción de la posibilidad de que los licenciados en Farmacia pierdan el derecho a efectuar análisis clínicos están en el centro de un movimiento de protesta cuyos indicios se centran en el Colegio de Barcelona. La sección de analistas de dicho Colegio tiene convocada para hoy una asamblea a la que, por vez primera, asistirán estudiantes de Farmacia, con el fin de debatir el problema.

Los análisis clínicos son hasta ahora un campo profesional en el que concurren licenciados tanto en Farmacia como en Medicina. Varios miles de farmacéuticos ejercen esta especialidad, representando un 70% del ejercicio privado y otro 70% de los analistas de la Seguridad Social y la Sanidad Pública.Esta concurrencia despierta recelos entre sectores médicos, cuyos canales de comunicación con los poderes públicos aparecen desde siempre como más fluidos que los propios de los farmacéuticos. El 29 de agosto de 1978, el Boletín Oficial del Estado publicaba un decreto de la Presidencia del Gobierno por el que se establecía una nueva regulación de las especialidades médicas. Entre estas especialidades figuraban, como es lógico, análisis clínicos, bioquímica clínica, hematología y hemoterapia, inmunología y microbiología y parasitología.

La base de la alarma de los analistas licenciados en Farmacia reside en que la remisión del correspondiente decreto regulador de sus especialidades -el equivalente al reseñado para los médicos- se ha ido atrasando, mientras que los órganos de la Administración no han respondido o lo han hecho con evasivas o generalidades a los requerimientos formales de los licenciados en Farmacia. Estos han sabido, pero únicamente a nivel de rumor, que el acceso a la profesión de analista clínico podía quedar vedado o limitado para las futuras generaciones de licenciados en Farmacia.

El decreto de especialidades médicas llenó un vacío legal que era sentido por la Administración y por los médicos.

Según los análistas licenciados en Farmacia, resulta que muchos dirigentes colegiales son simplemente titulares de oficinas de farmacia, que pueden temer que una regulación moderna de su profesion les relegue, en cierta manera, a ser una especie de «farmacéutico de segunda», ya que el mayor prestigio social podría ir hacia quienes optaran por especializarse.

Esta débil defensa colegial puede obrar negativamente, y junto con los intereses de sectores médicos, originar que los farmacéuticos pierdan una especialidad que tradicionalmente les correspondía tanto o más que a los médicos.

La alternativa global sería la creación de autenticas facultades de Ciencias de la Salud, donde pudieran especializarse determinados tipos de licenciados. Pero a corto plazo la solución propiciada por los analistas farmacéuticos es el reconocimiento de su especialidad, al que accederían licenciados en Farmacia, tras cursos rotatorios idénticos a los que ya efectúan los médicos. Mientras el decreto de especialidades no aparezca se dará la circunstancia de que los actuales analistas licenciados en Farmacia podrán enseñar en los cursos de especialización a los futuros analistas licenciados en Medicina, pero quizá otras personas con la misma licenciatura que el enseñante no podrán llegar a ser ni tan siquiera alumnos.

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