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El posible juicio por espionaje a los rehenes agrava la crisis entre Washington y Teherán

El Gobierno norteamericano advirtió ayer que la celebración de un juicio por espionaje contra los rehenes retenidos en su embajada en Teherán supondría «una flagrante violación del derecho internacional» e insistió en que las autoridades iraníes son responsables de la seguridad de los rehenes y de cualquier acción ilegal a que pudiera sometérseles.

La Casa Blanca distribuyó un comunicado en el que comenta las amenazas de juzgar como espías a los rehenes, calificando esta posibilidad como una escalada en la crisis. Tal acción, dice el comunicado presidencial, sería una «flagrante violación de los derechos humanos más elementales, de los preceptos religiosos y del derecho y la práctica internacionales».A lo largo de tres entrevistas con las grandes cadenas de televisión norteamericanas, el ayatollah Ruhollah Jomeini dijo el domingo que algunos de los funcionarios norteamericanos retenidos en la embajada desde hace ya dieciséis días podrían ser sometidos a un juicio por espionaje, si el sha de Irán no es extraditado por el Gobierno de Washington.

Jomeini, que calificó de «nido de espías» la embajada norteamericana en Teherán y dijo haberlo comprobado tras la ocupación del edificio diplomático por los estudiantes y las pruebas que éstos encontraron allí, no entró en detalles sobre este proceso por espionaje y confirmó que otros diez rehenes, mujeres y negros, serían puestos en libertad el lunes.

El Departamento de Estado indicó ayer que no había recibido ninguna comunicación oficial de las autoridades iraníes sobre un proceso contra todos o algunos de los rehenes. Un alto funcionario comentó, sin embargo, que tal proceso sería «una violación de las normas básicas del derecho internacional y del comportamiento civilizado entre las naciones».

Mientras tanto, los tres primeros rehenes liberados, una secretaria y dos sargentos de marines -estos dos últimos, de raza negra- eran internados en el hospital militar norteamericano de Wiesbaden, en la República Federal de Alemania. Durante las próximas 48 horas, o quizá más, los tres prisioneros liberados serán interrogados por funcionarios de Washington, bajo la dirección del subsecretario de Estado, David Newson, que se desplazó ayer expresamente para ese fin desde Estados Unidos.

Con el pretexto de proteger la seguridad de los 49 norteamericanos varones de raza blanca que continuarán como rehenes, los tres primeros liberados y los diez siguientes, cuatro mujeres y seis negros, que estaban a punto de salir de Irán anoche, permanecerán totalmente aislados de los medios informativos.

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Todavía no se ha hecho pública una lista del personal retenido en la embajada, ni de las funciones concretas que cada uno desempeñaba en Teherán. Evidentemente, Esta dos Unidos no quiere discutir esos detalles e insiste en que todos sus funcionarios detenidos por los asaltantes gozan de la inmunidad diplomática, reconocida en las convenciones y tratados internacionales.

La liberación de trece rehenes, que se esperaba completada el martes por la mañana, sólo ha suavizado relativamente la tensión entre los dos países, mientras que la amenaza de un juicio por espionaje (en el que probablemente saldrían a relucir aspectos embarazosos para Estados Unidos) corre el riesgo de agravarla hasta proporciones insospechadas. De momento, la Administración Carter insiste en que sólo ha descartado rotundamente dos cosas en esta crisis: una intervención militar y la extradición del sha.

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