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Exposición antológica del escultor Antoine Bourdelle

Hoy se inaugura en el Palacio de Cristal del parque del Retiro de Madrid la exposición antológica conmemorativa del cincuentenario del escultor Antoine Bourdelle, compuesta por una colección excepcional de sus obras, presentadas por primera vez en España.

Entre las grandes esculturas del artista francés que se van a exponer figuran el Adán, de 1889; el Heracles arquero, de 1909; la Penélope, de 1912, y la Safo, comenzada en 1887 y concluida en 1925. Cada estatua alcanza una dimensión de más de dos metros de altura. Junto a estas esculturas se presentan once obras llevadas a cabo como estudios para los monumentos del presidente argentino Alvear y del venezolano Simón Bolívar.Más de doce esculturas de mediano formato documentan otros aspectos de la obra de Bourdelle, entre la alegoría, la conmemoración, la figura popular y las obras de inspiración griega. Entre éstas destaca un estudio definitivo para La parisina, de 1907, y un primer estudio para su obra Francia, de 1923. Entre las esculturas de pequeño formato, que también se exponen en la misma muestra, destacan una cabeza de Daumier, de 1929, varias representaciones de Beethoven y una del pintor Ingres.

Paralelamente a esta exposición, patrocinada por el Ministerio de Cultura, la señora Rhodia Dufet-Bourdelle y el señor Michel Dufet, conservadores del Museo Antoine Bourdelle, y la embajada de Francia en España, se celebrará, a las siete y media de la tarde de hoy, en el Instituto Francés de Madrid (Marqués de la Ensenada, 10), una proyección de varios cortometrajes sobre la obra de Bourdelle, como escultor y como pintor.

La escultura de Antoine Bourdelle (1861-1929) representa, en opinión de los críticos de mayor solvencia, la introducción en el contexto de la escultura contemporánea de tres grandes dimensiones estéticas: en primer lugar, una vocación activa por la escultura arcaica griega, a la que el artista añade un acento neorrománico que matiza sus actitudes heroicas. En segundo lugar, un concepto melódico de la escultura, basado esencialmente en la observación del lenguaje de las formas como sucesión de ritmos. Y, en tercer lugar, un sentido de lo monumental que no desemboca en la deshumanización, sino por el contrario, en una «magnificación» de la condición humana.

La carrera de Bourdelle, que consideró como maestros a Falguiere, Dalou y Rodin, estuvo llena de dificultades que duraron hasta diecinueve años antes de su muerte. El legado de su escultura se ha perpetuado a través de las obras de sus discípulos más destacados, como Germaine Richter, Giaccometi, Cuzatella Manes y Zorrilla de San Martín.

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