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El Conservatorio sigue cerrado por falta de aulas y profesores

Cerca de 13.000 estudiantes se prevén para este curso

De nuevo este año, el curso musical se presenta conflictivo. El Real Conservatorio Superior de Música de Madrid permanece todavía cerrado, mientras casi 13.000 alumnos esperan la apertura de matrícula, aplazada indefinidamente por decisión del claustro, ante la carencia de medios materiales -aulas, profesores, etcétera- para iniciar las clases con los alumnos previstos. Aunque el Ministerio de Educación ha sugerido que comiencen ya a funcionar los grados medio y superior, el claustro mantiene de momento su postura de cierre con el apoyo mayoritario de los estudiantes. Escribe Bel Carrasco.

«Los problemas del Conservatorio y el consiguiente deterioro de la enseñanza musical no es algo nuevo ni que se pueda achacar a los famosos cuarenta años de franquismo», comenta una profesora del centro. «Sus causas hay que buscarlas en factores sociales y culturales; la marginación de los músicos profesionales o el papel de cenicienta del arte que he representado siempre la música en España donde tradicionalmente sólo los marqueses o los vagabundos la han podido disfrutar.»

El Conservatorio, en precario: ni aulas ni profesores

Hace ya cinco años, las instalaciones del Conservatorio, que ocupa dos plantas del Palacio de la Opera, resultaban insuficientes incluso funcionando a pleno rendimiento, de nueve de la mañana a diez de la noche. Se habilitaron entonces cuarenta aulas en diversos institutos de enseñanza media en horario nocturno -de siete a diez-, con ciertas reticencias por parte de algunos directores de dichos centros el ser objeto de tal invasión musical.Pese a las restricciones de matrícula que se imponen hace tres años y a que el curso pasado no se impartieron los primeros de solfeo, guitarra y piano, esta ampliación provisional ha sido rebasada por las nuevas necesidades: sólo para acoger al alumnado que tiene un derecho adquirido a proseguir sus estudios hacen falta cuarenta aulas más.

«Se habló de utilizar un edifio de la calle de Amaniel, pero es demasiado pequeño -sólo catorce aulas-, y además no se ha vuelto a mencionar el tema», explica el jefe de estudios del Conservatorio, señor Vega. «Por otra parte, todavía no está claro que podamos disponer este curso de las aulas que teníamos en los institutos y, aunque el Ayuntamiento se ha ofrecido a cedernos algunas de EGB, eso sería otro parche y no resolvería la cuestión.»

A la falta de aulas se suma la de profesorado y personal en general. De los 161 profesores del Conservatorio, 91 son contratados con una retribución mínima y hace años que no se dotan nuevas cátedras. En secretaría, sólo cuatro administrativos deben tramitar casi 20.000 matrículas -cada alumno se suele matricular en varios cursos-, distribuir los turnos de clases y organizar los horarios del complejo programa de estudios.

Que las facturas del afinador de pianos se deban pagar con el dinero que dedica teóricamente el presupuesto a la compra de papel higiénico o que los fondos de la biblioteca sean prácticamente inaccesibles, por no contar con el personal suficiente para proceder a su clasificación, son algunos indicios de la precariedad que sufre la real institución.

El inevitable deterioro de la enseñanza musical

Lo más grave, sin embargo, es que todas las carencias materiales inciden sobre los problemas puramente pedagógicos de la enseñanza musical, los agravan y provocan un notable deterioro en la calidad de la misma. Un alumnado altamente heterogéneo, planes de estudio enrevesados y caducos, la exigencia de un contacto directo e individual con el profesor, reñida con la masificación, son algunos aspectos peculiares de dicha enseñanza, tal y como se imparte en el Conservatorio.«Cualquier persona que tenga cierta inquietud musical se matricula en el Conservatorio y así ocurre que, en la misma clase, junto al niño de ocho años que empieza, te encuentras a una anciana octogenaria a quien el médico ha recomendado ejercicios de manos para combatir la artrosis, la típica pareja de monjas de mediana edad y un grupo de universitarios», dice una profesora. «Encontrar el tono adecuado para dirigirse a tan variado auditorio es prácticamente imposible.»

La enseñanza individualizada, requisito ineludible para dominar todo instrumento, es meramente simbólica, pues con clases de setenta o cien alumnos el profesor apenas dispone de unos minutos para cada uno. La mayoría debe recurrir a las escuelas privadas o las clases particulares, a veces con los mismos profesores del Conservatorio, que completan así sus escasos ingresos.

En cuanto a los métodos de enseñanza, los textos que se manejan o el tipo de exámenes, «seguimos igual que en tiempos de Hilarión Eslava».

Esta especie de orfandad del Conservatorio, en relación con la Administración, donde la enseñanza musical ha ido perdiendo progresivamente categoría -de dirección general a simple sección dependiente del director general de personal-, es uno de los motivos por los que se ha llegado a la situación límite actual. Las urgentes demandas que se presentan al Ministerio quedan relegadas ante la magnitud y multiplicidad de problemas, como la escolarización o las reivindicaciones de los penenes.

Por otra parte, ni la hipotética integración del Conservatorio en la Universidad, prevista en la ley General de Educación para este curso, ni la futura ley de Enseñanzas Artísticas ofrecen la solución inmediata que las circunstancias reclaman. ¿Cuál puede ser entonces la salida viable al conflicto, que parece inminente y hace peligrar el curso?

La alternativa propuesta por los profesores y alumnos del Conservatorio, representados democráticamente en la comisión permanente del claustro, consiste en establecer una separación entre los tres grados de los estudios de música y crear una serie de conservatorios elementales, como los que existen, por ejemplo, en París, donde hay uno por distrito, dependientes de una Dirección General de Enseñanzas Artísticas. Al mismo tiempo, habría que dotar a los actuales conservatorios de los medios materiales necesarios para atender al alumnado ya matriculado y llegar a una implantación real de la música en EGB y BUP.

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