La policía autónoma, clave para un nuevo clima del orden público en Euskadi
El control del orden público por parte del ente autónomo vasco y la existencia de una policía propia que sustituya a las fuerzas del orden que durante cuarenta años reprimieron severamente los sentimientos nacionalistas y el deseo de Euskadi de ser libre y democrática ha sido una sentida aspiración de los vascos tras la muerte de Franco. El Estatuto de Guernica, considerado por un gran sector del pueblo vasco como uno de los pasos fundamentales para la normalización de Euskadi, avanza bastante, aunque no a gusto de todos, en el proceso de creación de una policía autónoma y en la concreción de un orden público para la comunidad. Todo está, sin embargo, por hacer en este campo y la negociación que comienza a partir del día 25 de octubre -pese a que parece que es tema prioritario para el Gobierno- se avecina larga y difícil. Escribe desde Bilbao .
Entre los eslóganes «Que se queden», atribuible a Alianza Popular, y «Que se vayan», que apadrina la izquierda abertzale vasca, hay en Euskadi una variada gama de posturas, a veces encontradas, sobre el papel presente y futuro de la Guardia Civil y la Policía Nacional en el País Vasco, y concepciones y matices diferenciados en torno a lo que debe ser la policía autónoma vasca y, en definitiva, el orden público en la comunidad autónoma.La frase es dura pero significativa: «Tras cuatro décadas de dictadura es difícil encontrar en Euskadi una familia que no haya tenido uno de sus miembros o amigos cercanos detenido, torturado o encarcelado por sus ideas». Este comentario, hecho a EL PAIS por José Manuel Epalza, afiliado al PNV, director general del departamento del Interior del Consejo General Vasco, tres veces encarcelado en la República y condenado a muerte por las tropas franquistas, no es exclusivo y puede oírse en boca de cualquiera de los políticos del bloque nacionalista o de partidos de izquierda del País Vasco, donde los grados de dureza en la represión -se reprimía no sólo el antifranquismo, sino el sentimiento nacionalista, tan arraigado en un gran sector de los vascos- alcanzaron las más altas cotas del Estado español. «Hablar euskera, cantar tus canciones tradicionales o mostrar signos externos de vasquismo eran ya motivo de represión y hasta de cárcel ... »
«Es necesario», declaraba hace ,un año y medio el diputado socialista Txiki Benegas, entonces consejero del Interior del Consejo General Vasco, «que el pueblo vasco supere la "memoria histórica" que aquí proporcionó la dictadura, cuya huella produce un exceso de agresividad en sectores y la desconfianza y el recelo de la gran mayoría de los vascos hacia las FOP.»
«Las mismas fuerzas encargadas de la represión durante la dictadura», afirma el dirigente de ESEI (Convergencia Socialista Vasca) Andoni Clemente, «son las que hoy actúan en Euskadi, y estas fuerzas y cuerpos y las personas que los componen no están ni psicológica ni organizativamente adaptadas para cumplir su misión en las nuevas circunstancias. »
El «borrón y cuenta nueva» parece todavía lejano. La creación a través del Estatuto de una policía autónoma vasca colma las esperanzas de un amplio sector del pueblo vasco. Otra parte del mismo, fundamentalmente votantes de Herri Batasuna -coalición que considera el tratamiento del tema del orden público y la policía autónoma en el Estatuto de Guernica como motivo fundamental de rechazo al mismo-, cree que no solucionará el problema del orden público en Euskadi.
Mikeletes, miñones y forales Los cuerpos de mikelete (Guipúzcoa), miñones o forales (Vizcaya), miñores (Alava) y la policía foral (Navarra) son el precedente próximo de las policía autónomas que para servir de base a la futura policía autónoma comunitaria van a ser restaurados -en el caso de Navarra si la población decide su incorporación a la comunidad vasca- a partir de la aprobación definitiva del Estatuto de Guernica.
Aunque con orígenes remotos, en el siglo XVIII los cuatro cuerpos de policía foral se conformaron definitivamente en la primera parte del sigIo XIX, en plenas guerras carlistas, con la fusión inicial de perseguir a bandoleros, malhechores y contrabandistas.
El primer indicio serio de su utilización en responsabilidades en materia de seguridad pública hay que situarlo en 1839, cuando se crea en Guipúzcoa «el cuerpo de celadores de protección y seguridad pública para el servicio de la provincia», con una dotación inicial de trescientos hombres, que se amplía luego al doble. Disuelto el cuerpo en 1844, sus integrantes pasan a formar parte del cuerpo de mikeletes, que pervivió hasta 1937. El origen inmediato del cuerpo de forales se sitúa en abril de 1872, en que la Diputación interina del señorío de Vizcaya crea un cuerpo denominado Guardia Foral de Vizcaya, que contaba con una plantilla de un millar de hombres. Idénticos efectivos tendría la Guardia Foral de Navarra, que se constituye en 1873. Similar composición y origen tendrán los cuerpos de miñores, que en esa época forman la Diputación Foral de Alava.
Puede decirse que tenían las mismas competencias que fuera del territorio vasco ostentaba la Guardia Civil, presente casi desde su fundación, en 1844, en las provincias vascas. La actuación de este cuerpo en el País Vasco era reducida, pues fácilmente podía incurrir en contrafuero.
Los cuerpos de rnikeletes de Guipúzcoa y forales -en, la última época se denominaron también miñones- fueron disueltos el 13 de abril de 193 7 por el general jefe del Ejército del Norte.
Corta vida de los "ertzainak"
En el artículo quinto del Estatuto de 1936, aprobado en Cortes el 1 de octubre, se fija que el régimen de policía para la tutelajurídica y el mantenimiento del orden público en el territorio autónomo correspondía al País Vasco, «sin perjuicio», decía el texto, «de lo dispuesto en los apartados cuatro, diez, dieciséis y dieciocho del artículo catorce de la Constitución, competencias exclusivas del Estado referidas a defensa de la seguridad pública en conflictos de carácter supranacional y extrarregional, régimen de extradición, policía de fronteras, inmigrantes, emigrantes y extranjeros, fiscalía de la producción y comercio de armas».
Por medio de un decreto firmado el 16 de noviembre de 1936, el consejero del Interior del Gobierno vasco, Telesforo Monzón, declaraba la disolución en las provincias vascas de la Guardia Republicana, que acababa de ser creada en sustitución de la Guardia Civil.
El orden público bajo control el Gobierno vasco pasa, a partir de la disolución de la Guardia Republicana, a la policía vasca conocida como Ertzaina, que, originalmente, nació como policía del servicio, de orden del PNV. Su actuación en materia de orden público quedó reducida prácticamente a Vizcaya y parte de Guipúzcoa, que no habían sido ocupadas por el Ejército insurrecto. Llegó a contar con una plantilla de mil hombres, de los que cuatrocientos integraban una vistosa policía motorizada. El cuerpo de ertzaines, cuyos hombres poseían una talla mínima de un metro setenta y cinco y hablaban euskera, pervivieron hasta que Bilbao fue tomada por las tropas franquistas. Hoy, el servicio de orden del PNY mantiene la misma denominación.Historia de una negociación estéril
Tras el fin de la dictadura franquista y con la reforma ya avanzada, los primeros pasos para la puesta en marcha de una policía autónoma vasca los dio en los primeros días de 1978 el Consejo General Vasco, fundamentalmente a través de la persona del,diputado socialista Txiki Benegas. «Con Martín Villa», cuenta a EL PAIS éste, «llevé a cabo negociaciones oficiales y otras de tipo oficioso o personal por espacio de un año. En todas nuestras entrevistas hablamos del tema de las policías autónomas. Al principio él siempre ponía como condición que aquéllas no fueran comunitarias sino provinciales. Aceptaba la propuesta de transferir a lag mismas algu-, nas competencias en materia de orden público y, en principio, tenía ciertos reparos a que estuvieran controladas por el CGV».
«Cuando las negociaciones estaban avanzadas», recuerda Txikí Benegas, «se produjo la semana trágica -8 al 14 dejulio- en el País Vasco: jóvenes muertos por las FOP en sanfermines, cuesta de Aldapeta de San Sebastián, y los desmanes de la policía en Rentería. Mis duros ataques de entonces a Martín Villa y las FOP congelan la negociación. Hablé con Suárez, le expuse la difícil situación del País Vasco y la necesidad de crear una policía vasca, como solución. Suárez me prometió que se estudiaría el tema y tuvimos luego una reunión con Martín Villa en la Moncloa. El clima de negociación se restaura y el 23 de octubre se acuerda la creación de una comisión mixta para establecer una policía autónoma, que no quedará definitivamente constituida hasta diciembre de 1978.
El proyecto del Gobierno confería a las policías autónomas un carácter provincial y de dependencia de las respectivas diputaciones. Por contra, el del CGV, aceptando esta dependencia, hacía hincapié en la necesidad de que la coordinación y el control de las tres policías recayera en el ente preautonómico. Martín Villa proponía en su proyecto que las citadas policías -que no necesitarían armascustodiaran edificios, intervinieran en accidentes y catástrofes, dirigieran el tráfico «y manteniendo», decía el texto, «el normal desarrollo del orden cívico», podían actuar en las ocasiones en «que resultaran necesarias o convenientes, colaborando con los cuerpos de seguridad del Estado».
«En enero de 1979», afirma el señor Benegas, «cuando hablan sido convocadas ya las elecciones de marzo, la negociación se atascó definitivamente cuando Martín Villa se negó a aceptar -no hubo manera die convencerle- que la coordinación y el control de las policías debía ser reservado al CGV. Quedamos en reunimos después de las elecciones, pero la comisión mixta murió allí. Fue una negociación valdía y una maniobra dilatoria del Gobierno de UCD.
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